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Una vez que Albafica llegó a los pies de su diosa esta le preguntó si estaba bien, luego de afirmar que sí (aunque en el fondo no estaba tan seguro) el caballero le extendió el frasco diciéndole las palabras dichas por Psique, sin indagar mucho en su encuentro con Hera, uno que todavía le provocaba escalofríos.

La señorita Sasha aceptó el frasco con el ceño fruncido.

—No puedo creer que Hera se te haya acercado... estando en el Santuario; uno de mis caballeros —se oyó molesta bajo su aspecto tranquilo—. Aunque también me sorprende, ella jamás había intentado tocar a un hombre humano, ni siquiera peleó por Adonis.

Si sabías lo que te convenía, no mencionarías el nombre de Adonis jamás en frente de Hefestos, Hades o Ares. Claramente a ninguno de los tres dioses les pareció chistoso que sus esposas (amante, en el caso de Ares) se inclinasen tan apasionadamente hacia un mortal con tanto ímpetu que hasta el mismísimo Zeus tuvo que intervenir para que no hubiese una guerra entre ambas deidades.

—Mencionaron a Zeus —agregó Albafica.

—Eso lo explica mejor —dijo ella cerrando los ojos, destapando el frasco para poder oler su contenido.

Ambos hombres en la habitación esperaron expectantes hasta que la diosa abrió sus ojos.

—¿Es peligroso, señorita Athena? —preguntó Sage con cautela.

Sasha cerró el frasco y miró a Albafica con un poco de tranquilidad, sin embargo en sus ojos había una pizca de duda que al Santo preocupó.

—Psique no mintió —dijo no tan aliviada como debería—, esta agua sagrada proviene del lago prohibido de los Campos Elíseos. Me pregunto cómo Psique habrá pasado por encima de Thánatos e Hýpnos, ellos siempre cuidan los campos y con mucha más razón Elefthería (libertad), el lago cuya agua quieta puede conceder cualquier deseo proveniente únicamente del corazón. Y el río por el que fluye, Zoí (vida). Tomar un poco de aquella que corra por ese río podría darle la vida eterna a un mortal y curar cualquier enfermedad o herida. Al igual que revivir a un muerto cuyo cuerpo sea apto para una nueva vida.

Sage y Albafica se vieron las caras; uno más lleno de impresión que el otro. Albafica procuraba mantenerse lo más sereno posible ante los gestos y palabras de su señora pues lo que describía era algo que a simple vista podría ser una bendición, sin embargo en este caso podría ser justo lo contrario.

—Ese lago... —masculló Albafica.

—Ni el río ni el lago tienen nada de malo, son puros —insistió la diosa—. El problema es que es muy valiosa, porque no se ata a los caprichos de los dioses y por eso mismo es que Thánatos no deja que ni siquiera Zeus se acerque a él.

—Eso no puede ser bueno —dijo Sage preocupado—. ¿Qué deberíamos hacer, mi señora?

Hubo un pequeño lapsus de silencio, luego ella dijo sin más:

—Nada —Athena se levantó de su asiento y fue hasta Albafica para regresarle el frasco—, es tuyo.

Sage se sorprendió mientras que Albafica apenas articuló:

—Pero señorita Athena.

—Si Psique se esforzó por traer un poco de esto hasta acá para dártelo creo que deberías ser tú el que decida qué hacer con ella —decretó Sasha sonriendo—, no te preocupes el agua no tiene efectos secundarios que puedan dañarte. Como dije: no se ata a los caprichos de nadie, ni siquiera de los dioses.

—Dijo que si lo bebía —Albafica dudó—, el veneno en mi sangre no sería problema para mí durante veinticuatro horas. ¿Es posible que eso pase, mi señora?

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora