De no ser porque Érebo fue aprisionado, ellos dos habrían estado al mando del Panteón Griego en vez de Zeus ya que su propio ejército habría acabado sin ningún problema con los pobres diosecitos recién salidos del cascarón. Ese bastardo de Hades... algún día Nyx lo haría pagar por haber atacado a su esposo por la espalda, desgarrando la suya hasta que viese personalmente sus órganos y columna vertebral.
Su amado Érebo...
Sólo su voz bastaba para calmarla y hacerla pensar en sus acciones antes de hacerlas en un arranque de ira. Sólo su presencia bastaba para que Nyx no intentase arrasar con todo el Olimpo por su traición. Y aun así, encarcelado y privado de todo tacto cálido, Érebo seguía conservando esa amabilidad que la había cautivado; esa gentileza con la que él había nacido que sólo se manifestaba con su voz. A pesar de todo su dolor, Érebo pedía piedad para el dios y el resto de bastardos que le han costado años de libertad.
Érebo le suplicaba porque no se incluyera en la guerra, contra ese dios que lo había encerrado por miedo a que se volcase en favor de Athena. Cuando la realidad es que Érebo no favorecía a nadie. Él era justo, imparcial y aunque su luz era benevolencia pura, su poder sobrepasaba incluso al mismo Poseidón. Lo suficientemente fuerte para poner en aprietos a Hades y al viejo barbón, juntos.
Y mejor no hablemos de los mejores días en los que Érebo y Nyx unieron sus espadas para crear a un ejército indetenible que sólo El Creador pudo hacer retroceder con una simple orden.
Maldición.
Ella lo extrañaba tanto. Pues a diferencia de lo que muchos creían y tenían por cierto, Érebo era un dios oscuro, sí, pero con un alma tan blanca que la había enamorado como una loca. Una luz tan pura que gracias a ella, su hijo Éter (el dios del brillo puro y la luminosidad) y su amada hija Hémera (diosa del día) habían nacido para unirse en pro de su equilibrio emocional y por ende a la paz en la Tierra.
Ella amaba a sus hijos como ninguna otra madre, pero incluso ellos le temían. Siempre cautelosos y complacientes y de rara vez respondones aunque ambos tuviesen un carácter tan salvaje como el de ella y Érebo.
Además, la vida no dejaba de quitarle lo que más amaba. Para empezar, dado a sus lados opuestos, Hémera sólo podía visitarla durante el atardecer, pero esas horas bastaban para que Nyx le demostrase todo su amor. Con Éter el asunto cambiaba un poco, pues el dios desde que había descubierto cómo controlar sus poderes estaba pasando por una fase de rebeldía que la sacaba de quicio.
Nada grave, a diferencia de los otros idiotas que se dedicaban a reencarnar únicamente para seguir con interminables guerras estúpidas.
Su pequeño niño desobediente se había encarnado ahora en un apuesto humano en el siglo XX. Así es, el idiota se había trasladado a ese año, en complicidad con su Yo de esa época para divertirse un poco. Todo con el único objetivo de acumular riquezas en Ámsterdam siendo un famoso compositor de música rock. También era un prodigioso pintor. Por otro lado, el Éter del siglo XX se trasladó a este año hace poco donde en vez de suplicar perdón por tal burla a la línea temporal, partió a Egipto donde el sol brillaba más que nunca y las doncellas a su disposición eran casi incontables.
Con un profundo pesar y dolor de cabeza, Nyx ya se había percatado de que el Éter del siglo XX no diferenciaba en nada con el de este siglo; en los años futuros no maduraría en nada y eso a veces la irritaba como le preocupaba.
¿Y cómo no ser un estúpido infantil a esta edad? Al nacer hace siglos, Éter había sido bendecido por órdenes de ella misma con diversas cosas, incluso la capacidad de viajar en el tiempo. El baile, la belleza, la astucia (lo que le ayudaba a no causar desastres en sus viajes), y la sagacidad junto a dones de lucha y valor.
Actualmente Éter estaba lleno de mujeres y hombres modernos por igual, juegos de azar, acumulando fortuna por montones sin esfuerzo; su joven hijo se encontraba viviendo en fiesta día y noche. Por otro lado, el Éter del siglo XX, como ya se dijo, estaba en Egipto llevando una vida un poco más tranquila bajo perfil.
Ella amaba a su hijo, pero a veces Nyx quería darse de golpes contra la pared teniendo que soportar esa fase tan diminuta como fastidiosa que era la adolescencia, pues hasta cierto punto Éter usaba su aura resplandeciente de dios para atraer humanos ante sus encantos, jugaba con la delicada línea que separa el libre albedrío de la hipnosis así como con el tiempo, pero hasta ahora estaba haciéndolo muy bien y eso jodía de sobremanera a las Moiras pues sin delito no había castigo y ellas lo sabían mejor que nadie.
Dejando por un segundo a su hijo rebelde y a sus otras dos calamidades que jugaban a la guerra con Hades cada cierto tiempo, Nyx se hallaba aburrida y por eso accedió a la propuesta de Psique para entretenerse un poco.
No lo aceptaría, pero cada vez que veía a ese Caballero, Albafica, Nyx recordaba con dolor a su amado Érebo, y no es que estos dos se pareciesen físicamente (de hecho eran completamente diferentes) sino porque... tan leal como pacífico, ambos era hermosos a su modo y de igual forma, ambos eran letales.
Nyx no amaba al humano, tampoco le levantaba la libido, sin embargo una parte suya muy herida dado a la falta de su esposo en su vida, deseaba que esos dos humanos pudiesen ser felices ahora, en vez de pasar por el dolor de perderse el uno al otro en medio de una guerra para que sólo los Campos Elíseos volviesen a unirlos, dándoles la bienvenida para que se permaneciesen juntos como ya estaba destinado.
Las almas de ambos iban por buen camino, su destino en este sitio estaba asegurado desde su nacimiento, y ambos estaban fuertemente liados bajo la atracción que sentían sus almas entre ellas. Era triste que el futuro más cercano fuese tan desgarrador.
Ninguna mujer debería presenciar la muerte del hombre que amaba. Menos si era una muerte brutal y sangrienta.
Albafica de Piscis y Agasha estaban destinados a encontrarse en esta y en cualquier otra vida.
Ellos habían encontrado lo que muchos aún con varias reencarnaciones no, y con gusto Nyx los vería acercándose con cautela... sin embargo, la diosa sabía perfectamente que si forzaba a ambos a unir sus vidas cuando lo descrito era que Agasha y Albafica no concretasen nada en esta vida, el futuro cambiaría no sólo para ellos sino para todos sus allegados también.
Los miedos actuales los distanciaban el uno del otro, no había criatura (inmortal o mortal) que no hubiese pasado por eso antes, por eso mismo ella iba a darles un pequeño empujoncito a esos dos humanos.
—Psique... ¿recuerdas que me debes un favor? —ambas sabían que la diosa pelirroja le debía más de uno, por eso rieron al unísono.
—Por supuesto, dime —accedió con suavidad sin dejar de trenzar los tallos de las flores.
Si era algo de lo que Psique imaginaba, la diosa pelirroja ya estaba preparándose para oír los gritos de Athena, de las Moiras y de absolutamente todos los dioses que odiaban que Nyx actuara tan libremente por ser una diosa primordial.
Quizás, la diosa había estado esperando este momento desde que fue obligada a dar pasos hacia atrás en su conquista.
Por su parte, Nyx, pensativa, parpadeó lento haciendo brillar un poco sus enigmáticos ojos, decidiendo al fin ser amable como su Érebo por primera vez en toda su existencia.
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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅 | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】
Romance『Albafica x Agasha』"Тәи мμсно сμіժαժо сои ӏоѕ оճѕәԛμіоѕ ժә ӏоѕ ժіоѕәѕ". No hay Santo que no conozca bien esa advertencia. Sin embargo, cuando llega el momento de debilidad adecuado, hasta el más sensato de los hombres puede ser tentado y engañado. ...