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De vuelta en el mundo terrenal, adentro del Santuario de Athena, Shion de Aries y el resto de los Santos Dorados exhalaron aliviados cuando detectaron que la diosa Athena había mandado un poco de su cosmos en auxilio de Agasha, lo que hizo que la muchacha se pusiera de pie para continuar su peligrosa travesía.

El dios Eros alzó una ceja, borrando cualquier ápice de preocupación de su hermoso rostro varonil. Su emoción era algo ilógico para él ya que ese par de humanos no significaban nada. Cuanto mucho sólo eran un medio para evitar que Nyx le arrancase la cabeza a Psique, pero hasta ahí. Tomando una gran cantidad de aire, Eros se dijo que mientras el espíritu de Agasha se mantuviese firme, ninguno de los espectadores debía que perder la fe en ella.

Hizo una media sonrisa de un segundo, viéndola levantarse, luego la borró.

―Al final no pudiste simplemente evitar meter tus narices, ¿verdad, princesita? ―farfulló Eros comiendo más y más uvas, como si Sasha pudiese oírlo.

Nadie lo interrumpió ni quiso saber nada.

Todos estaban demasiado expectantes ante la siguiente prueba que le esperaría a la joven florista.

Santos como Dégel y Kardia habían creído lógicamente que la chica no podría hacer nada salvo morir y acompañar a Albafica en el bosque, sin embargo, ella había combatido con valor demostrándoles que la habían subestimado.

La Armadura dada por Nyx la había ayudado de algún modo, pero ellos sabían que cualquier guerrero que no confiase en su armadura y en su propia tenacidad, era como si vistiese cualquier otra prenda fácil de romper.

Sin darse cuenta, Agasha había demostrado a su mítica vestimenta que era digna de portarla y de ahí su resistencia.

Sólo esperaban que ella no claudicase, le faltaba mucho camino por recorrer y si lo que se decía de ese espantoso sitio era verdad, Agasha tendría que sangrar y llorar en silencio hasta salir de ahí con Albafica a su lado.

El Bosque de los Suicidios se alimentaba de la miseria. El nivel de peligrosidad del sitio radicaba principalmente en eso.

Nadie pasaba por esta vida sin herirse el corazón por lo menos una vez.

Gracias a la prenda celestial regalada por Perséfone, el resto de pequeños monstruos por los alrededores se mantenían lejos de Agasha, lamentablemente eso no funcionaba con pesos pesados como los dos anteriores guardianes de las secciones del círculo infernal que ella había dejado atrás.

Menos mal que toda la orden de Espectros de Hades estuviesen tan dormidos como su amo y con toda seguridad los 3 Jueces estaban siguiendo órdenes de Perséfone de no entrometerse. Nadie le decía "no" a la soberana del Inframundo, quien solía a veces ser más cruel que su esposo, con aquellos que la desafiaban.

Agasha debía combatir contra cosas que ellos no. Sin nadie a su lado para auxiliarla.

Shion apretaba los puños, cómo deseaba ir a ayudarla, evitar que sufriese más heridas de las que no merecía. Ella era sólo una niña. Una mujercita que no tenía ni idea de dónde se estaba metiendo. Ignorante de los más peligrosos riesgos que su viaje conllevaba.

«Por favor Agasha, no te confíes». Hacerlo sería fatal.

 Hacerlo sería fatal

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora