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Agobiada aún por las emociones que Nyx le trasmitió, Agasha miró entonces como Érebo cerraba los ojos, lentamente.

―Siempre ha sido temperamental y dramática ―dijo él sin más―. ¿Sabes? Me dolería todo lo que ha dicho, de no ser porque eso mismo me dijo hace dos mil años cuando me dejé aprisionar.

―¿U-usted se...? ¿Pero por qué?

―¿Acaso no la oíste? Por sí sola, Nyx es mucho más fuerte que yo, que Zeus, que Hades y que Poseidón. Tenerme a su lado sólo alimenta nuestras fuerzas, lo que ella aprovecha bien para crear seres como tú.

―¿Disculpe?

―¿No te has dado cuenta, verdad? A medida de que combates, la Armadura de Elecea te va aceptando como su ama. Serás el renacer de sus Sdixx.

―Y es ahí donde me confundo. ¿Qué es Sdixx?

―Guerreas inmortales al servicio de Nyx.

―¿Inmortales?

―Al ser almas separadas de sus cuerpos, acabar con una de ustedes no es fácil. Ni siquiera los Santos Dorados, Espectros o Marinas podrían hacerles frente. Por si acaso, sólo dioses como Athena, Ares, Artemisa y cualquiera que haya sido concebido para la guerra, usando un arma para inmortales fabricada por Hefestos... y sólo con suerte, así podrían vencer.

―¿Está diciéndome que yo me convierto en una...? ¿Por qué?

―Usas la armadura consagrada a Elecea. Una bestia oscura cuya piel es impenetrable, cuando ésta te haya hecho olvidar tu humanidad; tu voluntad pertenecerá sólo a Nyx. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

Pensativa, Agasha no pudo oír bien la alerta impuesta por Érebo tal cual lo planteaba, como una maldición, sino como algo más bien benéfico.

En su cabeza sólo se hallaba la posibilidad de ser útil cuando los Santos Dorados se encontrasen en problemas; dejar de ser la indefensa aldeana estorbosa para pasar a ejercer como una verdadera guerrera. ¿Y cómo no serlo? Había acabado con un sinfín de monstruos del Inframundo en poco tiempo. Es más, ¿qué era el tiempo aquí? Posiblemente haya estado peleando por años en el mundo humano y ni siquiera lo haya percibido.

Pocas veces en su miserable existencia Agasha se sentía alguien importante. Pensar en ser una guerrera de alto rango le daba aires de superioridad que nunca pensó que tendría. Dirigir un ejército completo... se oía muy bien.

―¡Oye, despierta! ―Érebo chasqueó los dedos frente a su cara―. Escúchame. Tienes que salir de aquí, libera el alma de Albafica de Piscis y la tuya. No te aconsejo que tomes el trabajo que Nyx te ha dado sin decirte antes los riesgos.

―¿Cuáles riesgos? Soy más rápida, ágil y fuerte. Inmortal. ¿Qué hay de malo en ello?

―¿Qué tal ser una marioneta a órdenes de Nyx por toda la eternidad?

De acuerdo... eso sí era para preocuparse. Pues sin su voluntad cómo podría ayudar a los Santos y todo Rodorio si no iba a... pero, por otro lado, ¿quién iba a necesitarla a ella?

¿Y qué tal si hablaba con Nyx? Cabía la posibilidad de que la diosa le permita conservar su esencia humana si Agasha insistía.

Por otro lado, ¿qué caso tenía regresar al mundo humano como una insignificante florista cuya vida no quitaba ni daba nada a la causa de los atenienses?

Su mente entonces le jugó sucio.

Albafica no la amaba. No tenía padres ni hermanos. Su única amiga casi nunca la visitaba por estar trabajando y con sus hijos. Y hablando de trabajo... el suyo...

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora