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Ante tal acción, Agasha soltó un fuerte grito cuando la lengua de Albafica se abrió paso entre su carne como un hábil conquistador. Llevando sus manos temblorosas a la cabeza de él, ella intentó apartarlo, decirle que no lo hiciera, pues ella, en su inocencia, no sabía que aquello pudiese o debiese hacerse. Temía que algo no estuviese bien.

Pero, retomando una vieja costumbre suya, Albafica la ignoró. Es más, parecía que sus débiles negatorias ante lo que evidentemente le estaba gustando, lo incitaban a ser más atrevido, llevando sus propias manos a los costados de la chica para acariciarla tanto por fuera como por dentro.

Temblando y chillando, ella no tuvo más elección que desistir, bajar sus manos y apretar la sábana que adornaba la cama donde estaba, mientras él la saboreaba.

Aun con la cabeza nublada por el placer, Agasha no había olvidado que Albafica no quería que le lastimase el cuero cabelludo, así que rasguñó la cama, se acarició los pechos e incluso tomó su propia cabeza, revolviéndose a sí misma el cabello.

Poco más tarde, se llevó una mano a la boca y la otra a su centro donde Albafica había llevado los dedos de sus dos manos para abrir la intimidad de la joven y él pudiese libremente atormentar su clítoris con la punta de su lengua.

—¡E-espera! ¡N-no...! —sintiéndose al borde de un precipicio, puso las manos sobre sus ojos—, no... pares...

¿Cómo algo tan extraño e indecente podía ser tan enloquecedor?

Los dioses se apiadasen de ella, porque Albafica estaba matándola.

Exhalando de manera pesada e inhalando la pasión que inflamaba su pecho, Agasha se mordía los labios ante sensación de ser adorada de ese modo. Meciendo su cabeza de un lado al otro, completamente rendida ante él, Agasha de pronto arqueó la espalda fuertemente, sintiendo su cuerpo pasar por una segunda ola de liberación.

Completamente satisfecha, Agasha creyó que sería todo. Pero él aún no había dicho su última palabra. De eso ella se dio cuenta cuando se percató de que Albafica no sólo no dejó de chupar y lamer su intimidad, sino que ejerció más presión sobre su sensible piel y de ese modo la arrastró violentamente a un segundo vórtice de perdición.

Gritó, además, el nombre de su amado cuando la burbuja de placer explotó en su interior una segunda vez consecutiva y cayó completamente cansada sobre el colchón.

Dejándola recuperarse de eso, Albafica se incorporó lentamente, tan agitado como ella lo estaba. Desabrochó su pantalón, sin dejar de verla. Apartó la prenda de una patada llevando su mano derecha a su adolorido y erecto miembro para complacerse un poco. Jamás en su vida creyó que sentiría tanto deseo por una mujer. Menos esa mujer.

Sí. Ahí es donde ella pertenece, le dijo su lado posesivo al oído. Y Albafica estuvo completamente de acuerdo. Agasha estaba realmente sobre su cama, no era una ilusión ni un sueño. Ella se veía sumamente hermosa ahí.

Con una sensualidad que no sabía que traspiraba, Albafica se lamió los labios sin dejar de masturbarse. Pasó su mano izquierda por encima su propia frente para quitar de su camino el cabello que le impedía admirar a la mujer que lo miraba de vuelta tras esos enigmáticos ojos oscuros.

Ante semejante imagen, Agasha estuvo a punto de rogarle porque hiciese lo que quisiese con ella.

Sin que nadie se lo pidiese, Agasha se incorporó (temblando aún) ante la afilada mirada de Albafica.

Posando esos curiosos ojos sobre los de él, Albafica la dejó deslizarse hacia donde él estaba para besarlo. Buscando su lengua para jugar con la suya.

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora