Una vez que Érebo se fue y Albafica estuvo seguro adentro de sus aposentos, Sasha despachó a sus Santos pidiéndole a Dégel que revisase la condición física del Santo de Piscis pues éste acababa de revivir y necesitaría ayuda si se encontraba en dificultades de algún tipo.
—De acuerdo —dijo Dégel marchándose a cumplir la orden.
Hasgard junto con El Cid, irían a Rodorio a tratar de calmar a la población. Por su lado, Shion y Regulus se ofrecieron a ir a la casa de la florista para levantar escombros, tratar de despachar a los curiosos y evitar hablar de la muerte de Agasha. Por el momento lo último que se debía saber era que un Santo Dorado (controlado mentalmente o no) había matado a sangre fría a una chica civil sin motivo aparente.
Sasha se sintió muy mal por Albafica y Agasha.
La diosa no dejaba de culparse por ser tan ingenua como para creer otra vez en lo que escuchaba su corazón y sus oídos mortales, inútiles ante las mentiras y otro tipo de estratagemas creadas por los otros dioses para arruinar vidas ajenas; para su desilusión Sasha seguía viviendo en la fantasía de "todo se arreglará" o "no hay de qué preocuparse".
Ese modo de pensar había eclipsado en esta catástrofe.
La joven deidad pidió a su Ilustrísima que la dejase sola y orientase al resto de Santos a volver las cosas a la "normalidad", Sasha se marchó a sus aposentos con la cabeza baja.
Abrió las puertas de su enorme alcoba, donde se hallaba la tina hecha por Eros con la intención de darla a Agasha la vida una vez que ella regresase con Albafica. Nadie se esperó que la propia muchacha decidiese no volver.
«Esto es culpa mía» pensó decaída.
Ella le había permitido a Albafica beber del agua de Elefthería; había permitido que él bajase a Rodorio y se pasease a sus anchas. También confió en Psique y su palabra, cuyo valor (se encargaría de recordar) era menos que el de un costal de estiércol. Y por sobretodo, había empeorado las cosas al llamar a Eros para que le incrustase una flecha de odio a Albafica y lo volviese completamente loco.
Pensando en irse a acostar a su cama para tratar de aliviar un poco su culpa, Sasha caminó por de lado de la tina blanca sin el deseo de mirar siquiera las cenizas combinadas con el agua ennegrecida por la flor de Perséfone. No tenía el valor de hacerlo sin desmoronar su moral.
Un gemido sorpresivo salió de su boca apenas dejó la tina atrás y oyó a alguien toser.
—¿Pero qué...?
Girándose, Sasha abrió la boca y los ojos, completamente anonadada de ver a Agasha tosiendo sentada en la tina. Su cabello castaño había regresado a su sitio así como su piel bronceada.
Acercándose rápidamente, Sasha la sostuvo del hombro y la espalda desnuda mientras la chica seguía tratando de recobrar el oxígeno.
Sasha le palmeó un poco su espalda para ayudarla. Acarició aún sorprendida por la fría y suave textura del cuerpo. Lo que llamó su atención cuando la muchacha ya se había calmado para voltearla a ver, fueron esos ojos ennegrecidos con brillos en ellos.
—¿Agasha?
Agitada y de manera instintiva, Agasha se llevó una mano al seno izquierdo donde pronto descubriría una pequeña cicatriz circular. Al mirarla y remarcarla con las uñas de sus dedos, recordó un poco de lo que había visto en las memorias de Albafica; específicamente lo ocurrido con su cuerpo mientras su alma vagaba en los Campos Elíseos.
«Esto lo hizo la flecha de Eros» se convenció sabiendo bien que el señor Albafica no le hubiese hecho daño a propósito; aun así no dejaba de doler.
Movió un poco su cabeza para enfocar a la diosa griega que la veía con asombro.
—¿El señor Érebo... me trajo de regreso aquí?
—Pareces desilusionada —se percató Sasha con un tono triste.
—La verdad, lo estoy.
Agasha miró sus manos llenas de cicatrices. A su mano se había agregado la cortada que se hizo en su última borrachera. Se había acostumbrado a ver sus manos sin marca alguna y con su piel no perturbada por las horas y horas trabajando bajo el sol que le provocaba malestar volver a su mortalidad.
—¿Por qué he regresado? —se preguntó en un lastimero tono de desilusión—. Estaba feliz con la señora Nyx y la señora Psique.
Sasha tragó saliva, y con ella el dolor que sentía al oír a Agasha hablando así cuando hace unos pocos minutos Albafica se había marchado con su alma hecha pedazos por la decisión de la florista de partir definitivamente del mundo mortal.
—Porque aún no es tu hora —respondió Psique atrás de Athena.
Ambas chicas la vieron, ella bebía una copa de vino. Moviéndola en círculos, acercándose con ese paso seductor que encantaba a Eros.
—El señor Érebo ha regresado con ella, supongo que eso cabreará a algunos idiotas en el Olimpo, por ejemplo el viejo verde —tosió esa última mención—. Pero como mi querida hermanita aquí presente seguramente entiende todo eso de los cambios, ¿o no, Athena?
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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅 | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】
Romantizm『Albafica x Agasha』"Тәи мμсно сμіժαժо сои ӏоѕ оճѕәԛμіоѕ ժә ӏоѕ ժіоѕәѕ". No hay Santo que no conozca bien esa advertencia. Sin embargo, cuando llega el momento de debilidad adecuado, hasta el más sensato de los hombres puede ser tentado y engañado. ...