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Por obvias razones los Caballeros Dorados no estaban exentos de ese entrenamiento, de hecho, mientras que para los otros Caballeros de menores rangos aquel pequeño bache en el camino de la enseñanza era algo más opcional, o algo muy a los deseos del maestro, para los jóvenes de Oro que habían sido prodigiosos desde su nacimiento o habían sido tomados desde la infancia por un Santo Dorado (como en el caso de Albafica) y entrenados para ser sus sucesores, pasaban por una muy cruda prueba de fuego, antes alcanzar la adultez, lo quisieran o no.

En el caso de Albafica, él ni siquiera había llegado a la pubertad cuando su maestro Lugonis había tomado la cruel decisión de dejarle experimentar por primera y última vez el placer de la carne. O más bien el dolor que provocaría dejarse tentar a la ligera por ella.

Una lección que el guerrero consagrado a Piscis jamás olvidaría.

Él vagamente recuerda a su maestro explicándole en términos claros y sin omitirse nada, el funcionamiento de las diversas relaciones hombre-mujer. Desde los diversos sentimientos que podían surgir entre camaradas, hasta la importancia de la reproducción y los pasos que se suscitaban en medio de todo. El deseo de ser un hombre común, la fuerza que tendría para él en un futuro. Lugonis incluso ahondó en cómo se llevaba a cabo esta fase importante en la vida del ser humano y sin embargo, Albafica como Santo debía rehuir de ello pues su deber debía ser primordial.

El maestro Lugonis le enseñó lo que sería para él mirar, algún día, a la mujer con deseo y la penuria que tendría que pasar por no poder siquiera acercarse a ella debido al veneno en su sangre. Antes de iniciar con el ritual de Lazos Rojos con él, lo llevó a un sitio que al crecer Albafica sabría que era un burdel de mala muerte ubicado casi a los límites de Rodorio.

Esa noche el hombre lo puso a cargo de Ilias de Leo y junto al (entonces) pequeño Kardia (futuro Caballero de Escorpio) partieron a su inexorable destino. Ambos apenas se vieron las caras por primera vez cuando les dieron a beber un té que más que aliviar sus nervios, como se les dijo, los puso tan débiles que apenas tuvieron fuerzas para caminar y abrir los ojos.

Obviamente nadie les dijo por qué de nada.

De inmediato y sin preguntarles ni decirles qué iba a pasar con ellos, ambos fueron trasladados a diferentes cuartos.

Albafica fue arrojado al suelo de una habitación mugrienta y con un olor que le dio arcadas.

Una vez solo y acostado de lado encima un tapete horrible hecho con trapos, Albafica se enfrentó a un grupo de 3 mujeres voluptuosas, ansiosas y sin nada de ropa encima. Se avergonzó como nunca en su vida al verlas ya que fue la primera vez que vio el cuerpo femenino. Trató de ser educado y no mirarlas.

La puerta de la pequeña habitación se cerró atrás de ellas y el calvario dio inicio.

Recordar de principio a fin lo que le pasó ahí era más una tormentosa pesadilla para Albafica que un evento que él pudiese usar en la soledad de sus aposentos por las noches.

Las mujeres no sólo se le abalanzaron encima siendo él apenas un niño de no más de 10 años, sino que prácticamente lo obligaron a tocarlas a todas de diversos modos. Una de ellas incluso se sentó sobre su rostro imponiéndole la orden de tocarla con la lengua, amenazando con matarlo ahogándolo sino lo hacía.

Con la droga haciendo estragos en su interior, Albafica fue tratado como un muñeco; un juguete sexual, sólo que él no lo sabía en ese entonces. Tan confundido como horrorizado, él no pensó en qué era exactamente lo que le estaban haciendo ni por qué esas mujeres que no conocía de nada lo maltrataban así.

En su inocente mente, lo único que Albafica pudo hacer mientras intentaba defenderse era llamar a su maestro por su ayuda; pero Lugonis, obviamente, nunca se manifestó.

Débil, casi entumecido hasta los huesos y sin posibilidades de respirar, Albafica toleró apenas ser tocado y mallugado como si fuese una figura de barro sin dejar de llorar.

»Ya cállate y disfrútalo, mocoso estúpido. Los Caballeros no chillan como niñas. ¡¿O acaso eres una marica?!

»Vamos niño bonito, relájate un poco. Será mejor que hagas caso o no nos hacemos responsables por lo que te hagamos. —A esa perra en particular la recordaba bien por el trato tan agresivo que empeñó sobre su miembro—. Eres algo grande para tu edad, me tomaré mi tiempo contigo, dulzura.

Con una mujer impidiéndole respirar, otra aplastando su pecho y haciéndolo tocarle los pechos poniendo sus manos sobre las suyas, y la tercera chupando y masajeando bruscamente su miembro. El pobre niño inocente que fue una vez, terminó muriéndose ahí mismo, en medio de toda esa locura asquerosa.

»Es inmensamente guapo para ser sólo un niño. Míralo, es apenas un nene y mueve los dedos como un dios... ¡ay sí! ¡Aprieta ahí!

»No sé tú pero a mí me encanta su lengua... —a veces, a esa bastarda aún la sentía sobre su cara meciéndose como si no estuviera ahogándolo—. Chupa más fuerte o no respiraras —canturreó burlona.

Muy para su pesar, las 3 harpías murieron de diversos modos antes de que él pudiese crecer lo suficiente para regresar y hacerles pagar por todos aquellos ataques de pánico que sufrió después de ello y le costó años superar.

El abuso sexual era humillante y doloroso tanto para una niña como para un niño que al crecer, tendría que lidiar con ello toda su vida. Por eso Albafica jamás jugaba con ese tema, pues él mismo se sintió tan usado luego de aquella ocasión que no pudo encontrar las fuerzas para hablar, ni siquiera para mirar a los ojos a Lugonis, quien le dio tiempo y espacio para asimilarlo todo antes de continuar con su entrenamiento normal.

Aunque él reconoce que después de esa noche, sentir los puños de su maestro impactando contra su cara ya no dolía tanto.

»¿Por qué? —fue lo primero que el niño pudo decir luego de mucho tiempo en silencio, cumpliendo con sus tareas como si fuese una marioneta que se movía ante las órdenes. Aún conservaba las secuelas del ataque al rojo vivo.

Cargado de culpa, su maestro le explicó el porqué de todo aquel procedimiento tan espantoso. Él nunca se disculpó con palabras por ello, aunque no es como si estuviese obligado a hacerlo pues la meta era endurecer la mente de Albafica o verla perderse en la oscuridad.

Claramente Albafica por su mentalidad inmadura no pudo comprenderlo ni aceptarlo tan fácilmente como debió hacerlo, y aunque esa tarde se tragó amargamente todos sus reproches y dudas como un potente veneno aún peor que el que corría ahora por su sangre, el adulto en el que se había convertido no podía sino pensar en algo importantísimo.

¿Cómo habrá sido aquello para Lugonis?

¿Cómo habrá sido aquello para Lugonis?

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora