¿Recuerdas que te dije que te asarías en el hades?
Después de todo no tendría que esperar tanto. Albafica mentiría si dijese que no esperaba esto, pero en su muy ilusa mente creyó que tendría tiempo de irse sin ser descubierto.
Qué estúpido eres a veces. Manigoldo estaría orgulloso.
Agasha acariciaba su rostro aprovechando que él se encontró sin la fuerza necesaria para apartarse y quitarla de su lado. Sin nada que decir ante la respuesta de la chica, quien juntó sus labios con los suyos sin ningún problema, más no hizo nada más.
Albafica tuvo que reprenderse duramente por gustar de sus caricias; tanto la que le ofrecía sus labios como la que sentía en su rostro, las manos de ella estaban llenas de cicatrices por su trabajo duro en la florería, incluso pudo sentir la aspereza de las yemas. El roce de la venda limpia en su mano derecha contra su rostro fue delicado.
Él no quería lastimarla más.
Ser tratado de este modo era un deleite como un pesar. Porque ya no sabía qué hacer, ella lo había descubierto y de nada le serviría buscar excusas patéticas o disculpas que fuesen lo suficientemente convincentes para que ella no pensase que él se había dejado llevar por su sublime encanto llevado de la mano por la inclemente soledad que lo mataba todos los días. Aunque así hubiese sido.
Ahora sólo esperaba que ella lo insultara y golpeara por su atrevimiento; después de todo estaba en su derecho.
Se había aprovechado y lo sabía. Esto podría costarle caro.
Haciendo uso de ese pensamiento separó su rostro del de ella para hablar; Agasha no lo soltó.
—Yo...
Ella sonrió para su indeseado alivio.
—¿Puedo levantarme? Me duele un poco la espalda —susurró más tranquila de lo que esperaba.
Torpeza nunca antes vista en él se hizo presente mágicamente cuando intentó darle espacio a Agasha para que pudiera acomodarse en la silla. Casi tropezó con su capa y entonces se preparó para dar una larga cadena de disculpas.
Agasha por su lado se rio quedamente al sentir que el karma no tenía piedad de nadie. Porque así como seguramente él debía sentirse en estos momentos, era tan solo el 10% de lo que el caballero le había hecho pasar esta mañana. Y sin embargo no buscaba torturarlo de ningún modo, sólo deseaba hacer una locura y para ello necesitaba de su cooperación.
Si la soledad iba a matarlos a ambos, ¿qué caso no tenían derecho de siquiera compartir este único momento juntos?
Lleno de pesar, Albafica desvió su mirada al suelo, quizás esperando a que ella empezara el reclamo.
—¿Por qué esa expresión, señor Albafica? —quiso saber malévolamente, acariciándose el cuello con la mano izquierda. Divertida, Agasha alzó una ceja cuando lo vio dudar.
Jamás había presenciado algo así, ¡por fin podía ver expresiones humanas en él!
Este descubrimiento valía mucho.
—Yo... no sé... cómo disculparme por mi atrevimiento... n-no sé...
Agasha suspiró sintiéndose poderosa bajo su repentina timidez. En serio esto era tan raro que comenzaba a dar miedo.
—Yo sí lo sé —se levantó de la silla acumulando todo aquel valor femenino del que una vez le habló la señora Tábata.
Lo que le dijo hace tiempo:
»Querida, si piensas esperar sentada a tu príncipe encantado, déjame advertirte que estés preparada para cuando empiecen a salirte raíces de los pies. Él no aparecerá nada más porque tú te sientes y esperes como una idiota. Debes buscarlo y una vez que lo encuentres, aferrarlo a ti.
Recordando eso, Agasha se acercó a él, pero al parecer ese mecanismo tan molesto de apartarse de la gente volvía a fastidiarla, pues el señor Albafica dio dos pasos hacia atrás.
—No se aleje de mí —pidió en un susurro. Ella sentía el rostro caliente pero no se detuvo—. Por favor —lo llamó necesitada de su atención.
Aun en la oscuridad debido a que Albafica apagó la vela, Agasha pudo verlo tan claramente que se sintió con la valentía suficiente para pedirle que no se fuera. No aún.
La señora Tábata tuvo un buen punto al decirle que su vida no era tan larga como para dejar pasar una oportunidad de oro. En este caso todo podría tomarse literalmente.
»En este mundo, hay hombres cerdos y hombres rectos que no tardan en convertirse en cerdos —decretó la señora—, y si no aprovechas al hombre recto déjame decirte que oficialmente puedes considerarte una completa retrasada.
Se acercó rememorando su plática, sus dudas. Su decisión.
»Deja de soñar, Agasha. Un caballero como el señor Albafica nunca dejará que lo toques...
Y sin embargo pudo alcanzarlo; llegar hasta él, acorralarlo hasta la esquina opuesta a la ventana, por la parte de la escalera que formaba pared donde finalmente ella pudo poner una mano sobre su mejilla. Tuvo que alzarse con la ayuda de las puntas de sus pies para alcanzarlo bien, dolía un poco pero valía la pena.
Él la miró con sus afilados ojos, tan brillantes y confundidos. Como si esperase que de pronto ella se volviese violenta e intentara atacarlo, o de plano cayese al piso muerta.
»Nunca tendrás la oportunidad de siquiera rozar un cabello suyo.
Agasha lo miró a los ojos y comprendió un poco lo difícil que debía ser para él estar tan solo, tan afuera del mundo humano que le costaba aceptar cualquier contacto. Quiso llorar por él al detectar un brillo sumamente triste en su mirada, tan decaída y confusa.
—¿Puedo... abrazarle?
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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅 | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】
Romance『Albafica x Agasha』"Тәи мμсно сμіժαժо сои ӏоѕ оճѕәԛμіоѕ ժә ӏоѕ ժіоѕәѕ". No hay Santo que no conozca bien esa advertencia. Sin embargo, cuando llega el momento de debilidad adecuado, hasta el más sensato de los hombres puede ser tentado y engañado. ...