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Agasha sintió que le palpitaba la cabeza. ¿Estaba diciéndole que esta cosa tenía... vida propia o algo así?

―Eso quiere decir que... —mascullaba.

―Cada lucha que tengas, ganes o pierdas, hará que tanto tú como la armadura sean más fuertes ―dijo Psique entrometiéndose, con una mirada indecisa en su cara.

―La armadura cree en el éxito de tu misión —la llamó Nyx de vuelta—, por eso fue ella la que respondió a mi llamado. Pero recuerda una cosa, Agasha: si en cualquier momento dudas de ella o de ti misma, su acero será más fácil de atravesar que una hoja de papel y por ende es posible que te abandone. Si lo hace, no te aseguro que Albafica de Piscis y tú regresen al mundo exterior. Mejor no hablemos de lo peor que le puede pasar al humano quien a diferencia de ti ya ha sido tomado como un condenado

―Si fallas, como Orfeo y Eurídice, tú y Albafica de Piscis serán consumidos en el Inframundo por toda la eternidad ―avisó Psique.

Tratando de no dejarse llevar por el miedo, Agasha inhaló profundo. Apretó los puños.

«Gracias por ayudarme» acarició el peto de la armadura, miró sus manos cubiertas por el material negro y descubrió que si se le veía atentamente, parecía resplandecer en el fondo, un llameante color rojo vino que se confundía fácilmente con el negro. «Wow» Agasha casi suspiró por su belleza, «espero no fallarte ni a ti, ni al señor Albafica».

Nyx se agachó para tomar una flor del campo, entre sus manos la flor se convirtió en un frasco de metal rosado como los pétalos de dicha flor. Posteriormente se acercó al río azulado cuya agua se estancaba en un enorme lago.

De la corriente extrajo un poco de agua.

―Esto es agua del río Zoí, una vez que encuentres a tu hombre hazlo beber esto. No te asustes si su forma cambia. Asústate y huye si no lo hace.

―¿Qué querría decir eso? ―quiso saber Agasha, sólo para estar informada.

―Querrá decir que es mejor que claudiques y te salves —repitió con dureza—. Si el alma de Albafica no desea ser salvada entonces, el agua no tendrá efecto, y él estará perdido para siempre.

«¡No!» Agasha soltó un gemido de horror.

No pensaba dejar que el señor Albafica sufriese por ella; iba a ir por él y no regresaría si fallaba. Apretó fuerte sus manos decidida a no perderlo para siempre.

―Cuando ambos estén listos, él... y tú, deberán beber del contenido de este frasco, recuerda eso también ―se lo extendió a Agasha. Cuando la chica puso sus manos frente a su pecho y Nyx le dio el frasco, este se introdujo solo como si los guantes se lo hubiesen tragado.

Asustada miró a la diosa quien la calmó.

―La Armadura Elecea lo guardará por ti hasta que sea el momento oportuno de usarla ―Agasha respiró tranquila―. Ahora ven ―de forma muy maternal, Nyx la abrazó soltando un canto que Agasha no supo qué era exactamente para qué era, ni qué decía en una lengua más antigua que los dioses.

De pronto Agasha soltó un grito al ver que Nyx había introducido su mano adentro de su pecho justamente en el corazón.

La armadura le había dado paso gratis a su objetivo.

Incapaz de hacer nada salvo gritar, Agasha vio cómo la diosa de su pecho extraía un artefacto alargado que tenía la apariencia de ser un palo de 2 metros hecho del mismo material que la armadura.

Al terminar, Agasha cayó de rodillas adolorida y agotada, viendo la sangre escurrir del objeto misterioso que ahora sabía era . Poco a poco fue recuperando su estado normal para poder respirar sin dolor.

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora