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La quijada de Agasha cayó el piso a la vez que tropezaba.

―¿A-a-acaso... tú...? ¿Acaso tra-tratas de... ofenderme? —se escandalizó y se puso pálida—. ¡No es culpa mía que la falda de esta armadura sea tan corta! ¡Y sólo intento ayudarte!

―No, no, no... yo no... ―Albafica se alteró también. Sin embargo, las raíces en vez de cubrirlo lo estaban soltando con lentitud.

Debía ser producto de la manta, o eso Agasha creyó.

―E-es solo que... esas mujeres... —desvió sus ojitos hacia abajo por unos segundos antes de volver a enfrentar la mirada de Agasha—, me dan miedo ―admitió avergonzado.

El enfado de Agasha se esfumó para abrir paso a la ternura que le provocaba ver a Albafica mirándola así. Sus ojos azules brillaban y sus labios temblaban. Ahora que lo veía bien tenía el cuerpo aruñado y su boca parecía algo hinchada.

Cuando las raíces de los árboles al fin lo soltaron, Agasha se apresuró a tomarlo antes de que se hiciese daño, pero Albafica la apartó violentamente con las manos por lo que ella se alejó y él cayó al piso.

Una vez ahí abajo intentó arrastrarse lejos de Agasha.

―Cálmate, cálmate ―pedía tratando de trasmitirle un poco de tranquilidad mientras lo dejaba que se cubriese con la manta casi transparente, bueno, al menos parecía haber dejado de sentir el temible frío―. Escucha, te voy a dejar dos cosas claras: uno, no, no soy prostituta —gruñó por lo bajo—. Y dos, no sé de quiénes me hablas.

Arqueó la ceja, bastante confundida y preocupada, ¿y si el bosque le había hecho ver las vidas de otras personas? ¿Podría ser que estuviese creyendo que todo lo que quizás a alguien más le había ocurrido, le había pasado a él?

¿O acaso...?

—¿De qué exactamente tienes miedo? —susurró tratando de ser más empática con él.

Trató de ignorar por un segundo que el valiente caballero que ella una vez admiró ahora se hallaba frente suyo con una apariencia más infantil, una mirada temerosa y una actitud sumisa.

Procuró de verlo como a un niño más que necesitaba ayuda. De su ayuda.

Él pareció dudoso al principio; pasaron algunos segundos en silencio; pero al final Albafica le pidió que se acercara para susúrrale:

―Ellas me tocaron ―le dijo en voz baja y temblorosa cual secreto―, me hicieron tocarlas y cuando dije que ya no más... lo hicieron más... y más fuerte. Y más fuerte y más fuerte ―le confesó permitiendo dos largas lágrimas bajar por sus mejillas hasta caer por el mentón.

Con el corazón estrujado por tal información, junto a la voz de Albafica quebrándose con cada palabra, Agasha ablandó su mirada; descubriendo que ansiaba abrazarlo con fuerza. Protegerlo. Sanarlo.

―Te hicieron mucho daño ―musitó acercando lentamente una mano a su cabeza para acariciarlo. Albafica al principio se tensó, pero luego comenzó a relajarse―. Tranquilo. No dejaré que nadie vuelva a tocarte.

―Tú lo haces ―susurró con miedo, pero sin quitarse o apartarla otra vez.

―Esto es diferente —ella trató de sonreír. No concebía a Albafica sufriendo por haber sido... dioses, por favor que esto no sea algo que haya vivido él y todo lo que creía que era su vida, haya sido producto de las ramas de los árboles que le sujetaron—. Yo no busco hacerte daño de ninguna forma. Es más, te sacaré de aquí y si vemos a esas brujas, tendrán que pasar por encima de mí antes de volver a tocarte.

―¿Por qué? Tú no me conoces.

Maldiciendo que fuese tan atento con esos detalles aun siendo un niño, Agasha le dio un suave golpecito en su coronilla.

―Porque... yo no soy una mala persona —lo miró con tristeza—, y si alguien necesita mi ayuda... no me molesta dársela —bajó un poco la mirada—, además... me recuerdas a alguien ―le sonrió amable pero aún afectada por lo que él le había dicho―. A alguien que busco y creo que te he confundido con él.

―¿Otro niño como yo?

Tensándose, con un tic bajo el ojo derecho y mucho nerviosismo, Agasha sintió un poco de sudor bajando por su sien derecha.

Rayos.

¿Ahora qué? Vamos, piensa. Ah, ya.

―Bueno, no es exactamente un niño —titubeó barriendo con sus ojos su lado derecho—. Es más bien un adulto.

―¿Y es tan pequeño como yo? —él arqueó una ceja.

―No ―se rio, lo ayudó a pararse; él no apartó sus manos ni le impidió tomar una de sus manitas para empezar a dejar los árboles que lo habían apresado muy atrás―. Él es alto, y muy fuerte...

―¿Y qué haría aquí? ¿Eres más fuerte que él?

―Jamás... ¿cómo podría ser yo más fuerte, si él lleva peleando durante años y yo... apenas un corto tiempo? —susurró algo desanimada, sin darse cuenta apretó un poco más la mano de Albafica, pero eso a él no le importó, aunque le puso nervioso.

En sus pensamientos, Agasha se dijo que a este sitio primero le crecería una frondosa flor blanca antes de que ella pudiese siquiera llegar a obtener el nivel que Albafica poseía. Claro, cuando era adulto demencialmente callado y no un pequeño niño preguntón. Además... dudaba que su estado como "guerrera" fuese algo permanente.

Seguro después de esto iba a volver a plantar semillas y vender flores. Esa idea no debería desanimarle como lo hizo.

—¿Entonces...? —el niño todavía no estaba satisfecho con esa respuesta a medias.

—Él... llegó aquí herido y yo vine a buscarlo. Creo que... fue culpa mía que esté aquí encerrado ―musitó no tan convencida como debería estarlo si es que estaba tratando de mentirle.

Aunque en realidad Agasha estaba tan ignorante en esto como el niño que curiosamente era él, o su versión adulta, quien tenía la respuesta a esas preguntas.

―Supongo que nosotros los adultos somos mucho más complicados que ustedes los niños —se sintió extraña hablándole al señor Albafica de ese modo, aunque él hubiese (de alguna manera) rejuvenecido hasta el punto en el que no recordaba que ya era un adulto, la chica se seguía sintiendo nerviosa a su lado.

―¿Por qué?

Como si fuese normal para él ver a gente con armas. No se inmutó cuando Agasha destruyó unas raíces que se acercaban a ellos con su alabarda.

―Porque... —blandió el arma hacia la derecha y luego hacia la izquierda—, nos gusta complicarnos la existencia con dudas tontas.

―¿Y por qué?

―No lo sé ―respondió irritada, partiendo otras ramas cuyos árboles gritaron y sin embargo, ellos dos no se inmutaron ni asustaron.

Agasha estaba harta de esa pregunta.

―¿Y por qué?

―¿Y por qué?

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora