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El día 27 de marzo era especial, solía celebrarse un pequeño festival como un agradecimiento a los dioses por la fertilidad que comenzaba a hacerse presente luego de un otoño e invierno difícil. Los cultivos progresaban sin muchos problemas y a medida de que los días transcurrían, el ganado tenía pastizal verde y fresco para comer y agua limpia qué beber.

El sol radiaba vida y sin duda alguna, era obra del ascenso de la diosa Perséfone a la Tierra. Esta fecha era para honorar la reunión de la diosa y su amada madre Deméter.

Ambas hacían que los fieles en Grecia y en el resto del globo terráqueo tuviesen una vida próspera. A diferencia de su marido, Hades, Perséfone parecía querer mantener viva a la humanidad por un tiempo más, y hoy, 27 de marzo, era un excelente día soleado para celebrar su regreso a la tierra de los mortales. Como tributo, los pueblerinos ofrecerían cantos, bailes, banquetes y buena vibra en su honor. Aunque fuese algo pequeño, los habitantes del pueblo pedían porque este año fuese mejor que el anterior para todos aquellos que esperaban esta fecha con ansias.

La gente de Rodorio estaba feliz pues hasta el momento todo se estaba llevando a cabo sin demoras. Lamentablemente no se podía decir lo mismo de los Santos Dorados despachados a vigilar que el orden se mantuviese y ningún vándalo pudiese arruinar el día aún si eso significaba joder el suyo.

«¿Por qué tuve que retarlo?» pensaba martirizado el joven de Aries tentado a darse una palmada en la cara, «debí haber cerrado la boca». Sin embargo Shion debía reconocer que Albafica tenía una buena imaginación aunque comúnmente esas ideas solían ser tan impresionantes como extremistas.

¿Y cómo iba él a saber que Albafica no sólo iba a hacer lo más extraño sino además lo más indebido (rayando lo cómico) para cumplir las órdenes del Patriarca?

Caminando entre varios aldeanos que lo detenían por las calles para saludarlo o para invitarlo a comer (él les rechazaba generosamente) notó que Albafica lo esperaba hasta seguir caminando... el Santo de Piscis marchando arriba de los tejados.

Saltando de techo en techo y procurando que nadie lo viese (cómo había estado lográndolo tan bien en los últimos minutos seguía siendo un misterio) Albafica se mantenía fiel a su palabra de cumplir las órdenes del Patriarca de cuidar de cerca a los aldeanos junto a Shion, y de su promesa que era la de no mezclarse con los habitantes.

—Señor Shion —habló una jovencita de 16 años, jovial y mucho más bajita que él; la chica parecía ver a un dios—. Mi nombre es Agneta y es un gusto poder verlo el día de hoy por aquí.

A Shion aún no le terminaba de cuadrar cómo este tipo de atenciones eran una especie de cielo para Manigoldo y Kardia pero para él fuese increíblemente incómodo. No es que odiase el contacto humano pero valoraba mucho su espacio personal como para querer alejarse de la forma más educada posible de la joven.

—E-es un placer —asintió a la chica y la dejó con una sonrisa en su sonrojado rostro.

—¡Por favor, venga más a menudo! —se despidió ella con notable emoción.

Shion suspiró tratando de mantener su estoica postura, pero no le era nada fácil, incluso se sintió nervioso ante la cercanía de la muchacha; eso era porque no era muy común para él encarar mujeres con ese tipo de espíritu tan... delicado. Femenino.

Él estaba más acostumbrado a ver mujeres guerreras, fuertes, sagaces y valientes, incluso arrogantes. La delicadeza no iba con ninguna de las féminas que Shion hubiese podido ver antes.

Esto lo llevaba a un punto que no solía tocar demasiado dado a su escaso tiempo y pocas ganas de deprimirse. Las posibilidades que tenía un caballero de contraer nupcias y descendencia (en resumen: una familia) eran poco menos que nulas.

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora