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Agasha se sorprendió aún más que Albafica por la desaparición de la armadura. De hecho por un segundo creyó que él mismo lo había ocasionado para aprovechar su instantánea sorpresa, soltarse de su agarre y de ese modo librarse de ella para siempre. Pero para la sorpresa de la chica, una vez que el resplandor amarillo se fue, Agasha se dio cuenta que él no se había movido ni un centímetro.

La tensión de su cuerpo seguía ahí, por eso ella no iba a confiarse ni por un segundo de que en cualquier momento no se iría.

«No lo soltaré» pensó fieramente convencida de que si lo hacía él en definitiva nunca más volvería a permitirle estar tan cerca.

Ella no iba a permitirlo, no lo dejaría marchar sin más. No después de besarla, mucho menos luego de abrazarla de ese modo allá abajo; el anhelo que había sentido provenir de él era aún más intenso que el suyo, ella lo supo de inmediato.

Agasha se negaba a creer que él sólo había estado jugando con sus sentimientos y en realidad, lo que a él le preocupaba era hacerle daño. Aun así no iba a permitir que se alejase de ella.

No lo soltaría.

—Por favor... —jamás en su vida había rogado por nada, le costaba demasiado asimilar que lo estaba haciendo ahora—. No le pido compromiso alguno, sólo unos minutos... sólo unos minutos.

Como si los dioses se regocijasen al hacerla miserable, le otorgaron el don de ver que estaba haciendo el ridículo como quien recibe agua fría de golpe.

¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba rogando patéticamente cómo para qué? ¿Para pasar una noche a su lado y dejar que se fuera para siempre? ¿Tanto así valía su dignidad ahora?

Se pensaba entregar a un hombre que no podía importarle menos si al final de la noche ella lloraba por su ausencia o no.

»Debes decidir bien qué es lo que quieres, hija.

Dándose cuenta de lo lamentable que debería estarse notando su poca autoestima, Agasha comenzó a sentir su garganta cerrándose y unas inmensas ganas de llorar. Estaba avergonzada de mendigar de rodillas por la atención del señor Albafica, cansada de sus negatorias, y sin embargo no quería que él siguiera rechazándola.

Agasha rogaba porque no se fuese, que no la separase con su frialdad otra vez.

Ya no se sintió capaz de retener las gruesas lágrimas. No sollozó. No gritó. Ella no supo si eso fue algo bueno... o todo lo contrario.

¿Por qué?

¿Por qué esto tenía que confundirla tanto?

¿Por qué tenía que doler así?

¿Por qué era ella la que tenía que sufrir por un sentimiento no compartido?

¿Por qué no podía sencillamente olvidarlo?

¿Por qué no podía sencillamente olvidarlo?

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora