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Corriendo, Regulus de Leo llegó hasta los techos de Rodorio.

En el fondo creyó que no sería una maniobra tan inteligente llevarse a Agasha de regreso al pueblo, sin embargo no había otros sitios adecuados a donde pudiesen ir. Si salían más allá de Rodorio podría ser perjudicial para el cuerpo sin alma de la joven.

Además, acaban de salir del pueblo, lo mejor era despistar a Albafica y hacerle pensar que había huido a alguna cueva o cascada. El Santo no esperaba que los encontrase en la florería de Agasha.

Cuando llegó notó 3 presencias ahí. Una niña, un niño y una mujer madura.

«¿Parientes?» pensó cayendo de golpe frente al negocio.

La señora Tábata y sus hijos, Edesia y Demóstenes, saltaron sorprendidos por la repentina aparición del Santo Regulus.

―Eh... ¿hola? —nervioso, Regulus vio los pálidos rostros de la familia al mirar a Agasha siendo apenas cubierta por una sábana blanca que de por sí ya se hallaba manchada de sangre―. Eh... ¿les molesta ignorar que estamos aquí? Verán, esto algo confidencial...

Una enorme explosión resonó a los lejos, la pequeña gritó aferrándose a la toga de su madre. Claramente toda alma que habitaba en Rodorio ya se había percatado de que había un problema.

―Algo muy confidencial ―se rio más nervioso―. ¿Puedo confiar en ustedes?

―Po-por supuesto... pero... ¿Agasha está bien? ¡Está sangrando del pie!

Si tan solo supiesen que el mayor problema de Agasha no era el pie.

―S-sólo está inconsciente —mintió sintiéndose mal por eso—. Yo me ocuparé de eso ―desligó el Santo―, por favor. Sólo ignoren nuestra presencia y todo estará bien. ―Sudando frío, Regulus apretó los dientes, «eso espero».

―De-de acuerdo ―dijo Tábata―. ¿Ne-necesita ayuda con...? ―miró la herida de la chica con preocupación.

―No se preocupen —acomodó a Agasha en sus brazos—, estaremos bien.

Sin decir nada más, emprendió camino al segundo piso de la casa.

Tábata no hace mucho que había llegado a casa de Agasha. Una de sus clientas le avisó acerca de la visita del Santo de Aries y de su posterior llamado al Santuario. Decidida a devolverle todos los favores que le debía a la chica, Tábata tomó a sus hijos y fue rápido hasta el negocio de Agasha para esperarla hasta que ella pudiera regresar y hacerse cargo. Mientras tanto Tábata notificaba a los clientes la ausencia de la florista puesto que no sabía los precios y tampoco es como si pudiese vender flores así como así.

Calínico se había ido a vender su propia mercancía y comprar algunas cosas para la cena de hoy mientras ella se quedaba en la florería con sus 2 hijos. Jamás pensó que Agasha regresaría inconsciente, herida de la pierna y en brazos del Santo Dorado, Regulus de Leo.

En Rodorio se habían sentido algunos temblores, luego rumores de avistamientos de los Santos de Oro yendo a dirección al bosque... nadie sabía qué estaba pasando. No hace mucho, el Santo Hasgard de Tauro había dicho que todo estaba en orden, pero dados los temblores y habladurías del resto de los Santos por Rodorio... era difícil mantener la cordura.

―¡Qué te quedes quieta! ―exclamó Demóstenes―. ¡Mamá, dile algo a Edesia!

―¡¿Ahora qué?! ―preguntó irritada regresando su atención a ellos.

Hace unos momentos sus hijos acababan de rodar por el piso porque Demóstenes no quería que Edesia hiciera un recorrido por la casa de la señorita Agasha mientras ella no estaba. Tábata casi había olvidado que cuando Calínico no estaba para incitar a su hermano a las travesuras, su vástago menor era un chico responsable y muy educado.

―¡Mamá, sólo quiero ir a ver cómo está la señorita Agasha!

―¡Lo que tú quieres es ir a molestar a Regulus! ―Demóstenes tiró del cabello de su hermana, jalándola bruscamente al piso.

Al caer de culo, Edesia rompió a llorar. Demóstenes no se inmutó ni se disculpó, pensando que había sido culpa de su hermana por no estar quieta. De hecho, el niño tenía ganas de meter el puño adentro de la boca de la niña pues sus gritos lo exasperaban.

―¡Demóstenes! ―exclamó Tábata―. ¡Edesia! Deja ya de llorar y mantente quieta ―ordenó severa.

―¡No quiero! ―llorosa, se lanzó contra su hermano tratando de buscar venganza.

Lamentablemente Demóstenes era más grande y fuerte, el niño le inmovilizó las manos y luego le dio la vuelta para atraparla en un abrazo asfixiante.

―¡Demóstenes, basta ya! ¡Suelta a tu hermana! ―Tábata se levantó dispuesta a darles de golpes a los dos por no mantenerse en orden por lo menos durante una hora.

Repentinamente el piso tembló haciendo que los tres perdiesen el equilibrio y cayesen al suelo. Edesia gritó por el dolor y porque ya hace poco había empezado a llorar, Tábata por su lado sobó su rodilla pues ésta estaba empezando a sangrar.

―Mamá ―se acercó rápido Demóstenes.

―Estoy bien ―dijo la mujer cubriéndose la herida con la falda de la toga―. No te preocupes.

―Mamá ―sollozó Edesia yendo a ella para que la abrazara.

―Relájense, si fuese algo realmente malo los Santos nos avisarían. Y recuerden que aquí está el joven Regulus. Estaremos bien.

Sus hijos se unieron a ella para que los abrazara, Tábata tuvo un mal presentimiento y algo le decía que Agasha tenía algo que ver con ello.

Miró atenta el techo de la casa, tratando de entender por qué el joven Regulus traía a Agasha en brazos y por qué él también estaba oculto en la casa de la florista sin decir nada realmente relevante.

La curiosidad era enorme.

La curiosidad era enorme

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora