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Por la mañana siguiente, Albafica y Agasha despertaron por separado.

Bastante temprano, él abrió sus ojos primero ante una sensación suave que lo atacó en su miembro, torso y cuello.

La chica estaba encima de él aún dormida, con su pierna y brazo atrapándolo. Sus senos aplastados contra él... y vamos, que, aunque usualmente despertaba con erección mañanera... el que Agasha estuviese tan cerca era algo que Albafica no pensaba tolerar a menos que ella estuviese dispuesta a cojear.

Evitando un desliz de ese tipo, Albafica la removió suavemente de encima para irse a dar una ducha. Le gustaría dormir un poco más, así junto a ella, acariciando la cicatriz de su seno izquierdo. Esa que él mismo le hizo y ahora por obra de los dioses estaba sellada. Pero su deber estaba primero.

Cubrió la desnudez de Agasha antes de irse a bañar, luego se vestiría e iniciaría sus labores.

Más tarde, dejando que la armadura de Piscis lo cubriese para después recibir el sol de llano sobre su cara, Albafica ignoró completamente a los hombres que subían las escaleras, vistiendo cada uno sus brillantes armaduras doradas también.

―Hay cosas que me perturban hasta el infinito y luego está este sujeto ―le farfulló Kardia a Manigoldo.

―Hey, Albafica. Hoy pareces... tranquilo ―observó Manigoldo con una sonrisa en el rostro al ver el semblante fresco del Santo de Piscis.

―¿Sí? ¿Acaso encontraste un tesoro perdido o algo así? ―cuestionó Kardia tratando de discernir por qué cuando dejaron a Albafica este parecía un cadáver y ahora se notaba más fresco que una lechuga.

―¿Acaso no puedo despertar relajado?

Ambos hombres se sorprendieron de que Albafica les respondiese, y más en ese tono tan... tan tranquilo.

―Claro que puedes ―dijo Manigoldo alzando los brazos―. Pasaremos al Santuario, con permiso.

Kardia iba a decir algo más, pero Manigoldo lo jaló de la capa hacia el interior del templo.

―¡Albafica, quiero la mitad de ese tesoro!

Una pequeña corriente de aire movió con calma los cabellos de Albafica, entonces se preguntó si lo que dijo Érebo antes de irse fue verdad. Sobre si Agasha podría estar bajo la luz del sol sin problemas.

Al mismo tiempo, pero en sus aposentos, la joven estiró su cuerpo antes de abrir los ojos.

Agasha bostezó con calma. Sin embargo, cuando se dio cuenta de su ubicación, saltó sobre ella misma para quedar sentada sobre la amplia cama.

Anonadada, miró por todos lados empezando a acostumbrarse a verse sola desnuda y con una sábana encima. Se talló los ojos para levantarse y descubrir que la toga que había usado ayer estaba sobre la cama junto a una capa blanca que ella podría usar para cubrirse debido a que la toga parecía ser demasiado trasparente.

«Es la capa de Albafica» se sorprendió por eso. Por un segundo había creído que él le dejaría la ridícula sábana con la que se había cubierto ayer, pero no fue así. Esta sin duda era una capa suya.

Aunque la prenda fuese más grande que ella, la chica se la puso encima con una enorme sonrisa sobre su rostro.

Ya era oficial, Agasha le había tomado un infantil gusto por usar las capas de Albafica. Le daban confort y calidez.

Una vez que se acomodó ambas prendas, salió de la habitación dispuesta a enfrentarse a todo.

Cerró sus ojos instantáneamente ante el ardor que le vino con la iluminación natural del sol entrando por la Casa de Piscis.

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora