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Apenas la vio apareciendo sobre el perfecto pasto, Nyx recibió con un gran abrazo a su nueva Sỹdixx. Usando su cosmos, la diosa curó las heridas de la joven hasta que pudo tenerla entre sus brazos completamente libre de ellas y la sangre.

―Bien hecho, hija mía ―la felicitó poniendo la mejilla sobre la cabeza de la joven en un afectivo susurro—. Bienvenida.

Agasha sintiendo a la armadura liberarla para abrir paso a la antigua toga color rosa que había usado. Sonrió correspondiendo el gesto de la diosa sintiéndose ligera y realizada por haber cumplido su deber. Nunca en su vida se había sentido tan orgullosa.

Un poco lejos, la diosa Psique miraba con tristeza cómo Nyx tomaba la mano de Agasha para admirar juntas el espacio y sus constelaciones. De no ser porque la chica se veía tan feliz como la diosa aun sin la armadura y esos aterradores ojos, Psique habría pensado que Nyx la había arrancado por completo de su voluntad como dictaba la raza de Sdixx original, pero no. Para poner las cosas peor, la propia Agasha deseaba estar ahí pues sin la armadura su alma podía escoger por sí misma entre quedarse o no.

¿Sería posible que Nyx comprendiese que el amor y el respeto no se ganaban esclavizando? ¿Sería Agasha una Sỹdixx diferente a las otras, bendecida con el don de poseerse a sí misma? Psique tuvo que verlo para creerlo. Aceptar que alguien estaba dispuesto a estar con Nyx aun sabiendo que su volátil carácter era peligroso no sólo para quien estuviese con ella sino para el mundo entero.

Sin remordimientos ni ideas nubladas, la humana había accedido a quedarse con Nyx como algo más que su guerrera, como una hija, cosa que a la diosa de la noche encantaba de sobremanera. Psique pocas veces la veía sonreír así, como cuando Hémera la visitaba en los atardeceres y aún su propia hija temía a su ira. Pero no así Agasha, ella de verdad se sentía feliz al lado de Nyx. En el corazón de la humana no había dudas.

―¡Señorita Psique! ―la llamó Agasha viéndola con sus ojos verdes.

Los ojos verdes eran la prueba de que Nyx confiaba completamente en que la chica no la abandonaría y por ende no necesitaba amarrarla a su lado. ¿Sería eso algo positivo?

Psique suspiró tratando de sentirse cómoda sabiendo eso.

―¡Señorita Psique! ¡La señora Nyx va a mostrarnos el interior de los planetas de esta constelación, venga a ver! ―pidió la chica sonriendo emocionada, como si no acabase de dejar a Albafica de Piscis con el corazón completamente quebrado en el mundo de los humanos.

Ella jamás sabría que había enamorado a ese hombre como había sido su deseo. Psique estaba segura que Nyx desaparecería de la faz del universo a cualquiera que intentase decírselo.

―¡Señorita Psique, empezaremos sin usted sino se da prisa!

―¡Ya voy, ya voy! ―muy inquieta, caminó hasta ellas donde fue recibida con una sonrisa genuina de Agasha―. Te ves muy feliz —comentó dudosa.

Perspicaz, fría, pero también bastante enfadada, Nyx la miró seriamente por encima del hombro. Era probable que hubiese visto la intención de Psique por hacer a Agasha dudar. Como era evidente, Nyx no iba a permitirlo.

―Por supuesto que está feliz ―contestó la diosa por Agasha―, está de regreso en casa.

La chica, sonriendo, asintió con la cabeza.

―El señor Albafica ha regresado a la vida, su maldición fue retirada lo que le dará la oportunidad de acercarse al señor Shion y a todos los Santos Dorados ―sonrió soñadora―. Confío en que no estará solo nunca más —desvió la mirada esperanzada de lo que decía—. Ojalá sea feliz.

Sorprendiéndose de sí misma por sentir demasiada empatía por un par de humanos a los que conocía de casi nada, Psique no quería oír a Agasha diciendo eso cuando Albafica de Piscis, lo último que hacía, era celebrar su nueva vida. Sabía que el pobre sujeto estaba destrozado en la Tierra.

Aunque, por mucha compasión que sintiese hacia esos dos, Psique todavía quería mantener su cabeza sobre su cuerpo, así que, por el momento, sólo se encargaría de vigilar de cerca a ambos. Ya se le ocurriría algo.

Nyx estaba muy contenta con su nueva adquisición, quizás cuando se aburriese de consentir a Agasha la dejaría visitar a Albafica de Piscis... claro, si es que los sentimientos entre ambos no se marchitaban primero.

«¿Pero en qué estoy pensando? Soy la diosa Psique, puedo hacer muchas cosas y evitar que el amor se marchite entre un par de humanos es una de ellas» pensó vanidosamente.

Pobre Psique, parecía no haber captado que nadie (ni dioses ni humanos) deseaban su ayuda. Suficiente mal ya había causado con la última vez que lo hizo como para que los mortales tuviesen que soportar una segunda ocasión.

 Suficiente mal ya había causado con la última vez que lo hizo como para que los mortales tuviesen que soportar una segunda ocasión

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora