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―Ya veo ―susurró Nyx―, así que tu padre inculcó en ti su amor por las flores.

Agasha asintió honrada de que la diosa Nyx quisiera saber sobre ella. Por primera vez en su vida se sentía como alguien importante, es decir, ella siempre se sintió importante al hacer los encargos desde su negocio al Santuario para la diosa Athena, pero cada vez que Nyx la halagaba por su destreza al amarrar los tallos de las flores para crear coronas y pulseras, era alimentar un ego tan grande que Agasha no sabía que tenía. Se sentía realizada y sumamente feliz.

―Lamentablemente él me dejó hace poco tiempo ―suspiró, luego se le ocurrió―: ¿no estará por aquí?

Nyx la miró.

―Posiblemente sí ―respondió como si de pronto el cambio de tema la molestase.

―¿Y usted cree que pueda encontrarlo? Yo... realmente quisiera verlo...

―Agasha ―la llamó Nyx―. Aún no acabas mi arreglo ―le señaló el trabajo que la chica había dejado de lado cuando se puso a hablar de su padre.

Apenada, Agasha se sentó sintiéndose mal por estar a punto de salir corriendo.

―Disculpe. Lo terminaré.

Recuperando esa sonrisa grácil, Nyx asintió y se volvió a acostar encima del resto de las flores.

―Me gusta tener compañía ―habló la diosa―. Los otros dioses me fastidian con su superioridad, sobre todo ese bastardo de Apolo.

―¿A-Apolo?

―El niño brillante atrae polillas ―bromeó usando un juego de palabras con su nombre (Apolo-polillas). Cuando Agasha lo captó soltó una carcajada―. Te lo digo francamente, de no ser porque su hermana (otra estúpida) es como una aliada para mí, ya habría asado a Apolo con su propio sol sólo para dárselo de comer a su madre.

Aferrándose a su aliento, Agasha tomó de un montón de rosas que antes había tomado, una de color blanco para integrar con las otras.

―Me sorprende que esté tan sola ―dijo Agasha pensando en que eso no debería ser así―, es usted muy divertida.

Nyx sonrió tristemente.

―Los odio y ellos me odian ―los ojos de Nyx parecieron cristalizarse por lágrimas―. Podría destruirlos a todos sin sudar y eso les arde en sus culos podridos; mis hijos Thánatos e Hýpnos son unos ineptos que no saben a quién deben ofrecer su lealtad. Sirven como perros al captor de mi esposo, Érebo.

―¿Esposo?

―Soy casada, mi niña.

―Wow, se ve muy joven ―opinó Agasha recordando que hablaba con una diosa―. Disculpe, no quise ofenderla.

―No lo haces ―musitó Nyx limpiándose sus lágrimas.

―Seguro sus hijos algún día verán que usted les necesita más que Hades.

―¿Cómo sabes que hablaba de Hades?

Agasha bajó la mirada.

―Son los únicos dioses que conozco que son aliados de Hades.

―Ya veo, qué reputación tan baja se han hecho con los mortales ―masculló Nyx―. Antes eran reconocidos por ser dioses independientes y leales a sus creencias, pero desde que se dejaron engañar por el cerdo del Inframundo pasaron a ser sombras suyas. Marionetas a sus órdenes. Estoy avergonzada de ellos.

La chica no supo por quién sentir lástima, si por Nyx o por los dioses que en efecto, eran más recordados como ser los secuaces de Hades que por ser ellos mismos.

Sea como sea Agasha no pudo decidir nada pues en su pierna derecha se clavó un dolor que no creyó poder sentir.

Gritó soltando la flor que iba a poner en el arreglo.

―¿Niña?

Agasha se llevó una mano al área afectada (la pantorrilla interna derecha) y para su sorpresa vio que no era nada.

―¿Qué pasa?

―Y-yo... no sé. Me dolió de pronto la pierna.

―Imposible, las almas en los Campos Elíseos son ajenas al dolor.

―Quizás lo imaginé. ―Aunque aún le punzaba, en su interior, Agasha supo que esto no estaba bien.

―Si vuelve a pasar, avísame. ¿De acuerdo?

Agasha asintió ante la amabilidad de Nyx.

―Lo haré ―dijo volviendo a tomar la flor entre sus manos.

―Lo haré ―dijo volviendo a tomar la flor entre sus manos

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora