Agasha detuvo sus pasos ante una suave sinfonía que comenzó a oír desde lo lejos.
Un canto peculiar... un canto que llamaba y hacía eco entre los espeluznantes árboles que se alzaban y opacaban el cielo oscurecido. Como si en cualquier momento de sus podridas ramas sin hojas, pudiese empezar llover escorpiones y cucarachas. Era una canción que presagiaba la muerte; la desolación; el miedo también.
Pero sonaba tan bien...
«Qué asco de lugar» pensó centrándose en su asunto.
Caminó viendo que el suelo había dejado de ser anaranjado, caliente y de fina arena como el desierto, para cambiar drásticamente a un suelo de color tan oscuro como la obsidiana. Su pasto seco y negro, una zona boscosa que helaba cualquier pensamiento o movimiento que se hiciese con indecisión. Este lugar parecía un enorme pantano con árboles.
Esa voz...
A medida que Agasha caminaba hacia el interior del bosque, el canto se hacía más y más fuerte. Más relajante.
Sacudió la cabeza. También tragó saliva deshaciéndose de unas recién nacidas ganas de dejar su mente en blanco y seguir oyendo la música. Sus instintos le dijeron que, si permitía que eso pasase, iba a lamentarlo por toda la eternidad.
La canción era cada vez más profunda, relajante e hipnótica.
Parecían numerosas mujeres entonando una sola canción con sus tonos altos y bajos, largos, bien entonados.
Sin palabras que pudiesen expresar el agobio, el desánimo, y el cansancio físico que le embargaba oírlas, Agasha visualizó el peligro cuando sus ojos comenzaron a cerrarse, sintiendo un sueño anormal a punto de hacerla dormir.
Tropezó cayendo de rodillas al suelo.
¿Acaso sería este el peligro que la aguardaba? ¿Dormir la mataría definitivamente?
Usando mucha de su fuerza, se abofeteó a sí misma. Se lastimó de verdad pues, esta zona le palpitó bastante y la chica podría jurar que se la había dejado morada. Había llegado demasiado lejos como para ponerse a dormir.
―Lo resistiré ―gruñó decidida.
Ahora, ¿por dónde empezaría a buscar?
El señor Albafica tendría que estar cerca; la señora Nyx dijo que ella podría encontrarlo, sólo debía confiar en él y su llamado.
Llamado...
Entonces pensó. ¿Acaso ese canto...?
¿Acaso ese canto podría ser el llamado que tanto buscaba?
Desconfiando de todo lo que la rodeaba, y le preocupaba que hasta entonces sólo hubiese árboles en su camino y no una bestia violenta que pudiese atacarla de pronto, Agasha negó con la cabeza. Caminaba lento, tratando de despejar su mente del agotamiento físico y espiritual que repentinamente la atacó. También quiso hacer a un lado a las numerosas dudas que se iban formando poco a poco adentro de su inconsciente y le querían impedir avanzar para ponerse a gritar en círculos por lo agobiante que era estar aquí adentro.
Sólo por si acaso, Agasha convocó su alabarda para ponerse en guardia.
«¿Dónde está, señor Albafica?» pensó cuando sus rodillas flaquearon y su espalda pegó con las raíces de uno de los árboles a un lado de ella.
Soltando un grito arqueando la espalda hacia atrás, Agasha tuvo una visión.
El tiempo dejó de trascurrir para ella, pues comenzaba a ver a un niño no mayor a los 8 años que era maltratado constantemente por su padre.
Ignorado y odiado por su madre por haber sido producto de una violación que la orilló a casarse con su victimario debido a la presión que sus propios padres ejercieron sobre ella, los niños del pueblo lo hostigaban demasiado.
Aferrándose a las raíces. El cuerpo de Agasha comenzó a llorar con la mirada arriba, sin embargo, en su campo de visión, ya no existía el bosque sino los recuerdos de aquel gran árbol. De uno en uno, estos estaban llegando tan rápido a ella que se sentía abrumada. Cansada. Muy triste. Miserable. Sin deseos de vivir.
El niño en la visión de Agasha sólo quería ser bueno; quería que su madre lo abrazara, que su padre dejase de beber y fuese amoroso por primera vez en su vida.
Lamentablemente para él todo acabó un par de días anteriores a su cumpleaños número 9. Su padre lo llevó a un prostíbulo donde le consiguió una "cita" con una prostituta, asustado, el niño huyó.
Su padre lo perseguía por ser un "marica" confirmado. El pequeño tenía por seguro que él lo mataría si lo alcanzaba.
Agasha no hizo caso a las raíces del árbol enredándose en su muñeca. La razón se había desvanecido, ahora sólo había dolor y mucha miseria en su interior haciendo estragos en su corazón.
El niño llegó hasta un acantilado. Temía tanto de su padre, que en un arrebato de terror por saber lo que le pasaría si este hombre lo alcanzaba, no se detuvo y saltó al mar.
La visión se acabó cuando Agasha, que veía todo desde la perspectiva del infante, vio el agua y las rocas impactando directamente contra su cara.
Gimiendo sonoramente con dolor, Agasha se quiso separar del árbol, pero, las raíces de este ya estaban apoderándose de su mano y pierna derecha.
Entre lágrimas por saber que este árbol que la sostenía era el alma de aquel niño, Agasha tuvo que soltarse de su agarre usando su alabarda, cortando las raíces de tajo. Al momento en que lo hizo el árbol soltó un grito desgarrador; sonaba tan infantil que Agasha cayó de nalgas ante la impresión de ver demasiados árboles por todo el bosque.
Lo supo entonces.
Estos no eran árboles, ¡eran gente!
¡Todos con una historia! ¡Todos sufriendo! Por toda la eternidad. Sin importar su género, mucho menos su edad.
Este sitio era cruel, oscuro y torcido en todos los sentidos.
Agasha se separó rápido del árbol del niño, aferrándose a su alabarda con temor. Si tocaba otro, vería la vida de esa persona como acaba de pasar hace unos instantes. Eso la debilitaría tanto que posiblemente no tuviese la misma suerte de poder escapar.
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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅 | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】
Romance『Albafica x Agasha』"Тәи мμсно сμіժαժо сои ӏоѕ оճѕәԛμіоѕ ժә ӏоѕ ժіоѕәѕ". No hay Santo que no conozca bien esa advertencia. Sin embargo, cuando llega el momento de debilidad adecuado, hasta el más sensato de los hombres puede ser tentado y engañado. ...