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Después de pedir a las doncellas del Santuario que preparasen agua caliente para la enorme piscina que habitaba en el baño a disposición de la diosa Athena, Sasha ayudó a Agasha a mantenerse de pie. A cepillar su cabello para quitarle algunos residuos del agua negra y cenizas, así como guiarla hasta la piscina donde dejó que la florista relajase sus músculos recién recuperados.

Agasha inclinó su cabeza hacia atrás, incapaz de negarse a la invitación de Athena por zambullirse en agua caliente.

En los Campos Elíseos, había encontrado una recuperación automática. Nyx le había sanado sus heridas y como punto extra le había desprendido de la armadura. Ahora su cuerpo humano parecía resentir todo lo hecho en el Inframundo, desde sus saltos hasta cada una de las batallas que libró y venció casi por suerte.

―¿Estás bien? ―preguntó Sasha de forma delicada.

Ver a la diosa completamente desnuda junto a ella no le produjo nerviosismo a Agasha. Ya había visto a algunos dioses así por lo que terminó por acostumbrarse bastante rápido.

―La verdad no ―respondió Agasha siendo sincera―, esperaba quedarme con la señora Nyx. Vivir en los Campos Elíseos y ser su guerrera, justo como ella había deseado ―en sus ojos una notable tristeza apareció―. Pero no, el señor Érebo tuvo que refundirme en un sitio donde no me queda nada.

―¿Cómo puedes decir eso? Agasha, aquí tienes amigos que llorarían por tu pérdida.

―Amigos que no están conmigo cuando necesito de un abrazo —miró con ojos llorosos el agua—, un consejo o una miserable sonrisa ―la voz de Agasha se quebró―, no tengo nada aquí. Sólo un trabajo pequeño, una casa pequeña en una vida pequeña. Aquí no soy nadie, no soy nada. Al menos con la señora Nyx pude haber sido más que una florista, una guerrera bajo sus órdenes.

―¿Aunque te haya pedido desencadenar el fin del mundo y tengas que enfrentarte a los Santos Dorados?

Apretando los puños, Agasha trató de controlar su boca. Estaba harta de oír eso. Sabía que la diosa Nyx podría desencadenar el próximo fin del mundo en una rabieta, pero ella sentía conocerla. Agasha había visto y presenciado su generosidad, por ella, Albafica de Piscis y ella vivían. Así que, con ese sentimiento de lealtad tan palpable en su corazón, Agasha comenzaba a odiar escuchar a todos a su alrededor referirse a Nyx como si hablasen de un animal rabioso.

―Ella no es una diosa de la bondad —reconoció—. Pero no me pediría algo así.

—Aún.

—Podría hablar con ella ―se aseguró Agasha―. La señora Nyx no es mala, ni completamente irracional. Ella sólo está sola.

―Y es sumamente peligrosa cuando se enoja.

―No lo haría si tan solo la dejasen en paz. ―Recordando la tristeza de Nyx, Agasha se dispuso a defender a su señora―. Aquí sólo soy una aldeana, ¡una florista! ¡¿Por qué habría de dejar mi lugar con la señora Nyx para estar aquí donde no soy nada para nadie?!

Aguantando las lágrimas, Agasha refundió su cabeza en el agua tratando de calmarse.

Sasha desvió la mirada.

―Él ―respondió pensando en su doceavo santo―, él muere por ti.

...

Dégel de Acuario se marchó a su casa prometiendo regresar por la mañana. Albafica se disculpó con él por los problemas que le ocasionó; desde su pleito con Kardia hasta el numerito que armó cuando Eros le lanzó la flecha. Dégel negó con la cabeza desligando el tema.

»Todos hemos pasado por una etapa similar donde enloquecemos. Juzgarte me sería muy sencillo ya que no conozco tus motivos para reaccionar del modo en el que lo haces. Sin embargo, puedo comprender que durante toda tu vida has cargado tú solo con una pesada carga que, a la larga, sólo te hizo mucho daño ―lo miró con una empatía que Albafica sorprendió―. A pesar de que no somos muy unidos, nuestro deber como Santos es permanecer al lado de nuestros compañeros en este tipo de situaciones. Sólo te puedo decir, Albafica, que ya no estás solo. Y te haría bien recordarlo.

Albafica se sintió poco capaz de agradecerle sus palabras. Pudo haberle retenido y confesarle que estaba destrozado por la pérdida de Agasha, que ansiaba morirse otra vez o de plano, transformarse en piedra y pedirle a alguien que lo destruyese para sacarlo de su miseria.

Lamentablemente hacer algo así sería deshonrar el sacrificio de Agasha. Sería como escupirle en la cara a su valeroso acto y no realmente estar en deuda con ella por arriesgarse a sacar su pútrida alma del Inframundo, que era donde pertenecía.

Así que sólo se mantendría acostado en su cama sin hacer algo realmente estúpido.

Físicamente, Dégel no había detectado nada anormal en él, su pulso estaba bien y su temperatura corporal ya estaba normalizada. Veía con claridad. No sentía dolor físico. El dolor emocional era otra cosa. Tampoco había problemas para respirar. El diagnóstico final fue que no había nada de qué preocuparse. Debía beber mucha agua y consumir alimentos ricos en hierro entre otros nutrientes para rehabilitar sus fuerzas.

―Dioses ―suspiró Albafica pensando en todo lo que tendría que hacer en los próximos días.

Su mente ya no se hallaba confusa ni furiosa. Como si al abrir los ojos todas las dudas, el enojo y la frustración se hubiesen evaporado; como si una sanguijuela maligna atorada en su pecho finalmente se hubiese desprendido para dejarlo pensar mejor.

Ahora sí se hallaba algo avergonzado por todo, sí, incluso por haberle dado patadas a Kardia cuando éste lo molestó con sus chistes sin gracia.

Debía disculparse con todos por su comportamiento; con flecha de odio o sin ella, Albafica tuvo que aceptar que había obrado mal. Se había dejado llevar por las emociones y he aquí las consecuencias.

Pero para cuando recuperaba el hilo de sus pensamientos, éstos regresaban a Agasha.

Pero para cuando recuperaba el hilo de sus pensamientos, éstos regresaban a Agasha

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora