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Luego de esa pequeña caída, la muchacha prosiguió en su camino a donde el collar le dictaba que fuese. Esta vez se sentía más fuerte, ágil y confiada en que nada podría detenerla. Lo comprobaba con cada insecto que quitaba de su camino.

¿Agasha? ¿Puedes oírme?

Agasha terminó con un movimiento de alabarda a su último enemigo. Este sería el quinto piso que bajaba y aunque cada bestia que se le aparecía era fuerte, no lo sentía tal cual.

Su filo era capaz de cortar lo que sea.

Aunque físicamente... se sentía un poco extraña. Tocándose la cabeza, más precisamente la corona que se había puesto sobre ella, Agasha pensó en que quizás debería pararse a pensar en lo que le había ocurrido.

Pero su mente ya estaba lo suficientemente nublada para obedecer a su propio sentido común.

Agasha ―oyó a un hombre susurrar adentro de su cabeza otra vez. No hubo necesidad de que voltease.

Mientras bajaba las escaleras ella supo quién era.

―¿Se-señor... Al...?

¡No lo digas!

Dándose cuenta de que pudo haber cometido un gravísimo error, Agasha se cubrió la boca con sus manos aún si para ello tuvo que soltar su arma. Parpadeando rápido. Tan pronto como su corazón dio un vuelco, la oscuridad volvió a tapar su camino.

Se talló los ojos.

―¿Estoy volviéndome loca?

Te aseguro que no ―le susurró Albafica adentro de su cuerpo, o alma o lo que fuese―. Agasha, escúchame. Tienes que salir de aquí.

―No puedo ―susurró tomando su arma del suelo, suspiró convocando lo que sea que le haya dado la oportunidad de ver en la oscuridad y aunque le costó trabajo pudo conseguirlo―. Hice un juramento con la diosa Nyx. Salvaré a Érebo.

Es peligroso.

―Lo sé ―susurró pensando en que esto no lo hacía por ella, sino por él.

Y como agradecimiento a la diosa Nyx por haberle permitido ir por Albafica, Agasha salvaría a Érebo por ella.

Pronto llegó a un gran pasillo largo al horizonte lleno de neblina densa, con varias puertas de lado a lado.

Albafica no volvió a hablar y para su sorpresa, Agasha descubrió que así estaba mejor. No necesitaba a nadie diciéndole lo que ya sabía; sólo entorpeciéndola en su segunda misión. Convencida de que faltaba poco para terminar con su tarea, Agasha tomó el collar que le dio Nyx (ignorando los cambios en su guardarropa) y le musitó:

―Dime dónde.

Como si hubiese sido algo telepático, Agasha descubrió que la habitación que buscaba era la última.

Corrió sin parar hasta que, de una de las puertas, salió una enorme monstruosidad que la tecleó sobre una pared.

La roca no se deshizo ni tampoco pareció haberse aruñado, eso daba a entender qué tan fuerte era ese sitio y lo dificultoso que podría ser intentar salir de ahí.

Al alejar a la criatura de sí misma, Agasha descubrió que se trataba de una araña gigante. Debía tener un nombre que le identificaba aún dentro de su especie, pero eso no le importó. Igual caería bajo su alabarda.

―No tengo tiempo para lidiar contigo, abominación. Hazte a un lado o prueba tu derrota.

Agasha convocó su arma, casi al mismo tiempo esquivó el ataque de la araña la cual era una asquerosa telaraña negra que al ser expulsada con fuerza, se afianzó al piso como una flecha, luego claudicó y cayó al suelo como si fuesen cabellos.

Sin decirle nada, la araña comenzó a atacarla, hacerla retroceder y esquivar. Agasha descubrió que podía cortar la telaraña con su alabarda, pero la criatura no iba a dejarla acercarse tanto como para cortarla así que probó algo más. Hizo que la cuchilla fuese reemplazada por unos guantes color vino, extendió sus palmas y de ellas salieron bolas de fuego.

Esta vez fue el turno de la araña de esquivar.

Viendo su victoria cerca y una criatura horrible achicharrada, la extraña araña la detuvo ipso facto con su voz grasosa:

¿Cuál es el nombre del alma que cuidas?

Agasha se cubrió los labios cuando sintió su boca abrirse y su lengua moverse para contestar. Al hacerlo, la araña la volvió a teclear. Lanzándola hacia atrás de forma violenta, Agasha cayó de espaldas con su boca presionada fuertemente por sus manos.

¿Cómo es que estuvo a punto de decirlo?

Usando la mano izquierda para taparse la boca y la derecha para lanzar fuego del guante, Agasha trató de centrarse en su batalla y no en la preocupación que la asaltó.

¡Dime su nombre!

―¡Alb...! ―Agasha volvió a cubrirse con ambas manos su boca cuando esta vez su cabeza la traicionó, inclinándose hacia atrás.

La araña se rio con Agasha sobre ella.

Es por eso que las Sdixx, por mucho poder que tengan, son inútiles si mantienen la lengua siseó maliciosamente―, sus bocas siempre dicen la verdad, y tú no serás diferente. ¡Ahora dime su nombre!

Haciendo ruidos entre los dedos, Agasha gritó cuando sus propios dientes se encajaron en su mano izquierda para hacerla apartarse. Era como si su cuerpo estuviese traicionándola o moviéndose a voluntad de la araña. Sin embargo, sus instintos le decían que esa perfecta aberración no tenía nada que ver con esto.

―Alba...

Una ráfaga de viento helado se llevó a Agasha y a la araña a otra pared.

Al incorporarse rápido, la araña soltó un grito amenazante antes de desaparecer en humo gris.

―Su no... nomb... ―quedando de rodillas, de espalda arqueada y cabeza hacia abajo; hasta casi tocar el piso con la frente, Agasha prefería meter sus cinco dedos adentro de su boca antes de seguir esa oración.

Ignorante de que a pesar de que la araña se haya ido, no estaba sola, seguía intentando tener el control sobre sus labios y lengua.

«No» pensaba constantemente. «¡No lo digas!», estaba comenzando a llorar por creer que diría el nombre del señor Albafica en ese hueco, cuando de pronto sintió una mano masculina sobre su coronilla.

Libera.

La lengua de Agasha se dejó de mover, sus labios también y sus manos temblorosas finalmente pudieron apartarse de su boca. Respiraba con agitación, su corazón apenas estaba recuperándose del susto que se había llevado al creer que iba a joderlo todo porque por alguna razón que desconocía a su lengua se le daba bien moverse sola ante las preguntas de criaturas feas y asquerosas.

Al enderezar su espalda hacia arriba y mirar todavía de rodillas a quién la había auxiliado, la quijada de Agasha cayó al suelo por ver a un hombre sumamente apuesto, sensualmente exquisito, parado frente a ella. 

 

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora