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Una fuerte incomodidad se implementó en ella. Algo duro y caliente adentro suyo trajo más que dolor, una sensación placentera que no pudo describir. Trató de hacer caso omiso al ardor que equivalía su intromisión; pensó que quizás él tuvo razón y debió esperar un poco más.

«Ya no importa» pensó moviendo las piernas para apretarlo con ellas. Sus manos seguían sobre las mejillas de él. Sus pulmones necesitaban oxígeno desesperadamente.

—Agasha... mírame —pidió Albafica orillándola a volverle la mirada.

El miembro de él palpitaba, abriéndose paso en su interior, Agasha poco a poco dejó que el dolor y la incomodidad se fuesen al carajo y trató de centrarse en el nuevo placer que la abordaba sin mucho apresuro.

—Tú dime cuando pueda moverme —pidió roncamente siendo más que evidente con el deseo de continuar.

Su petición la emocionó a tal grado que asintió sonriendo como una niña pequeña. Él esbozó una débil curvatura de labios. Tardó muy poco en darle la luz verde.

Agachándose hacia ella, poniendo ambas manos de lado a lado de su cabeza Albafica empezó lento, sin lastimarla más y ayudándola a acomodarlo mejor, separándose un poco. Luego bajó una de sus manos hacia el clítoris para acariciarlo al compás de cada movimiento. Haciendo esto la encontró humedeciéndose más y siendo perfectamente receptiva a sus acometidas.

Alejándose, se arrodilló sin salir de ella, puso una mano sobre su seno derecho mientras la otra seguía atendiendo su centro.

Agasha al ya no poderlo tocar se llevó ambas manos a la boca en un inútil intento de callarse, pues aún le avergonzaba un poco que él la oyese, pero fue tan claro su gozo que ni aunque se metiese una almohada a la boca podría silenciarse por completo. Sus embestidas eran certeras, fuertes y enloquecedoras; quería chillar por más pero se sentía un poco dudosa con ello.

¿Quién le diría que Albafica no estaba molesto por sus gemidos? De hecho, él podría jurar que si ella seguía haciendo esos sonidos y gestos, se dejaría de gentilezas e iría en serio. No obstante, debía calmarse y tener en cuenta que ella aún no tenía la resistencia ni experiencia suficiente para soportar movimientos más fuertes. Menos de su parte.

Oh al diablo.

—Agasha... quiero ir más rápido —apretó el duro pezón con su pulgar y dedo índice, adentrándose fuerte—. ¿Puedo?

Abriendo los ojos y viéndolo con una chispa traviesa en ellos le sonrió débil y torcidamente, incapaz de pronunciar palabra entre sus suspiros y chillidos. Asintió alzando las manos hasta la pared arriba de su cabeza, pasó las uñas por la base de la madera y la aruñó cuando su cuerpo comenzó a ser invadido con más ímpetu.

Agasha quiso alzar la cadera para hacer los encuentros más cercanos y placenteros, pero no encontró la energía suficiente ni para envolver su cadera con las piernas. Sus empujes eran tan rápidos y fuertes que estaba a punto de olvidarse hasta de su propio nombre. Imposible que hasta hace unos minutos había creído que jamás podría acostumbrase a su intromisión.

Sentía su caliente interior, acomodarlo y apretarlo, envolviéndolo en la misma red de sensaciones en las que ella se encontraba. Lo escuchaba gruñir, suspirar y gemir sin dejar de torturar su clítoris y ambos senos. Para cuando dejó de acariciar tanto su pecho como su centro, notó como se aferró a su cadera con ambas manos y la alzó lo suficiente para hacer sus embestidas más certeras. Fáciles y rápidas.

La cama resintió cada movimiento golpeando la pared a su ritmo.

La pobre chica creyó que moriría; por falta de aire, por la impiedad con la que sentía que la trataba, por el placer que le producía su fortaleza, la pasión de su amado caballero demostraba que él representaba más de lo su parte frívola que dejaba a la vista de todo público.

Si hubiese podido hablar al menos 2 palabras sin tener que gritar pidiendo que no se detuviese, Agasha le hubiera confesado todo lo que sentía. Lo que su sola mirada le provocaba y que no sabía siquiera si al menos esto era real o uno de sus tristes sueños de los que despertaba sudorosa y sola.

Usó las manos y sus uñas para intentar aguantar por más tiempo antes de que su cuerpo finalmente explotase y terminase desmayándose. Pero claramente había un largo camino entre su escasa resistencia humana y la de un caballero del calibre de Albafica.

En su tercera última ida al Nirvana, Agasha ya no pudo mantener la conciencia, algo gracioso puesto que lo único que ella buscaba era complacerlo a él; si tan sólo la señora Tábata le hubiese dicho que para una chica virgen como ella sería una misión imposible soportar la resistencia de un Caballero Dorado, la pobre florista para empezar no habría insistido tanto en entregársele.

De ese modo no se hubiera quedado sin energías y tampoco se habría desmayado antes de ver que Albafica pararía, más extrañado de lo que hubiese deseado, por su repentina falta de movimiento.

Para cuando él comprendió lo que había pasado, el joven caballero no pudo evitar soltar una larga risa saliendo de su cuerpo.

Se acomodó el cabello hacia atrás con un movimiento de cabeza y se incorporó sin dejar de verla.

Aún en ese estado estaba respirando agitada, sus piernas temblaban y por un segundo quiso volver a tomarla, pero tuvo un mejor criterio. Se inclinó una vez más hacia ella pasando sus manos por su cintura, sus costillas, ambos senos y finalmente su rostro; besó sus labios una última vez.

Antes de caer en la tentación se quitó de entre sus piernas y se sentó a su lado aún con un asunto por atender; un doloroso asunto que tuvo que satisfacer contendiendo las insanas ganas de tomar la mano derecha de Agasha y usarla en vez de las suyas.

Miró el techo llegando a la conclusión de que estaba más enfermo de lo que creía.

Viéndolo así es mejor que Agasha siga dormida.

Viéndolo así es mejor que Agasha siga dormida

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora