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Torciendo los labios, Agasha decidió sacar su arma secreta.

―¿Y qué hay de ti?

―¿Yo?

―Sí, ¿qué hacías ahí?

―Esperaba.

―¿A quién?

―A mi maestro, Lugonis de Piscis. Dijo que vendría... pero ya se tardó.

Oh, oh. Agasha ya más o menos veía por dónde iba el asunto. O al menos qué tanto podría recordar Albafica de sí mismo en estos momentos.

No era una buena señal que él pensase que su maestro seguía vivo si es que Agasha lo había conocido cuando el anterior guardián de Piscis ya había fallecido, y Albafica llevaba tiempo ocupando su lugar.

―¿Y dónde crees que esté? —Agasha se puso nerviosa y preguntó aquello. ¿Qué más podía decirle para que confiase en ella plenamente? Nada, sólo hacerlo hablar y de ese modo, esperar que Albafica no desconfiase más de sus intenciones por ayudarlo.

Destruyendo más raíces, Agasha trató de ubicar la salida del bosque, más no la encontraba por ninguna parte.

―Creo que está en el Santuario... —respondió Albafica, pensativo—, pero no sé por qué desperté aquí —se quedó callado por un corto tiempo antes de volver a preguntar, esta vez algo mucho más crudo y difícil de responder—. ¿Por qué crees que esas mujeres me hayan lastimado así?

Tragando saliva con fuerza, sintiéndose impotente y enferma, Agasha aguantó las lágrimas.

―No lo sé ―suspiró triste.

Albafica la miró con suspicacia.

―¿Acaso no sabes nada?

La atmósfera de compasión y tristeza se rompió como un vaso de cristal.

¿Cuántos golpes más, Albafica pensaba darle a su ego?

―Sólo sé que si vuelves a ofenderme te acusaré con tu maestro ―lo amenazó como haría una niña de su edad.

Ella sabía que debería ser la adulta en esta situación, la cabeza madura de los dos, pero Agasha no podía soportar otro insulto más. No estaba en ninguna parte del contrato que un niño (sea quien sea) la ofendiese tantas veces en tan poco tiempo. Aún si ese niño era su amado señor.

―No dije mentiras ni te ofendí, sólo dije la verdad: no sabes nada ―repitió esta vez con énfasis.

Gruñendo sobre sus labios, Agasha apretó los dientes conteniendo las ganas de darle un coscorrón, prometiendo silenciosamente que ya lo haría cuando volviesen a sus respectivos cuerpos.

―Y eres tan tonta que seguimos dando vueltas en círculos —agregó teniendo su propio cuidado con las raíces. Para la completa sorpresa de Agasha, con su pie desnudo, Albafica pateó una raíz rompiéndola sin esfuerzos.

Agasha detuvo sus propios pasos.

―¡Oh ya está bien! —lo soltó.

Desquitando su mal humor, Agasha meció la alabarda y de un movimiento rotatorio, se deshizo de las ramas que se les habían acercado por los alrededores. Luego se puso las manos en su cintura pues la armadura absorbió el arma. Cada vez ese procedimiento era más rápido, pero Agasha no se estaba dando cuenta de eso porque estaba peleando con Albafica.

—¡Entonces dirige tú si eres tan listo! —lo miró cómicamente irritada.

Agasha no se esperó que Albafica se adelantara, la mirara desde abajo y estirara su manita derecha hacia ella mientras que con la izquierda sujetaba ambos extremos de la manta para cubrirse.

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora