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―¡Psique! ―exclamó Nyx sosteniendo entre sus brazos el alma moribunda de Agasha.

Sangrante y respirando apenas por el dolor, Agasha se mantenía consciente apenas. No moriría siendo un espíritu... o eso quería pensar. Pero sin saberlo, sentiría las heridas que tenía su cuerpo terrenal.

Era una terrible agonía.

La diosa de la noche había regresado de sus deberes como vigilante sólo para encontrarse a la jovencita humana tendida en el piso sosteniéndose su herida sangrante del pecho. Dado a que su poder podía ser inestable cuando se hallaba molesta, Nyx no quería arriesgarse a ocasionar un mal peor por intentar salvarla sin saber exactamente qué había pasado. Su poder le decía que Psique había hecho algo que no debía y por eso la llamaba.

―D-dime... ―apareció la diosa con un temblor bastante pronunciado en sus labios.

―¡Exijo saber qué está pasando! ―la miró enojada.

Por el nerviosismo de la diosa pelirroja, Nyx supo que, en efecto, algo había hecho mal.

―La humana... su cuerpo... su cuerpo fue asesinado.

El alto cosmos de Nyx se descontroló por unos instantes. Luego trató de recuperar el sentido, respirando lento.

―¿De qué me estás hablando? ―gruñó―. ¿Quién mató a la humana? ¡Dímelo, ahora!

Psique sudó frío ante el tono de la diosa.

―¡Dímelo!

―El humano... ―respondió dudosa―, el humano llamado Albafica.

El desconcierto de Nyx fue opacado rápidamente por su ira.

―¡¿Qué?!

Agasha, aún con todo el dolor y el mareo, pudo oír a la perfección lo dicho por la diosa Psique.

«¿Albafica?» pensó sin saber qué estaba doliéndole más. Si el conocimiento de que sus heridas inclementes las había hecho él, o no saber por qué. Sea como sea, Agasha agregó un profundo ardor en su garganta a su lista actual de dolores.

Su corazón estaba quemándose, y tampoco supo discernir si eso se debía al dolor físico (considerando su condición como espíritu) o emocional. Lo único que Agasha tenía en mente era la imagen de su querido caballero, sobre ella haciéndole el amor. ¿Por qué, supuestamente, le había herido de esa manera?

Él no pudo haberle hecho este daño. Aun si no la quisiera como ella a él, Agasha trataba de convencerse de que esto era sólo un error y que debía haber alguna explicación lógica.

Parpadeó lento un par de veces antes de sentir un cálido y suave manto cayendo suavemente sobre ella.

El dolor se fue tan repentinamente como llegó.

De Agasha salió un respiro de alivio como el de un torturado que cruza el desierto y finalmente ve el final donde lo guarda un refrescante oasis de agua cristalina, muchas palmeras y viento un poco más frío.

―¿Perséfone? ―masculló Nyx viendo la manta transparente color gris cuya existencia fue cortesía de la diosa del Inframundo.

Con la garganta apretada, Psique tuvo que reconocer que no se esperó eso.

Disculpa mi intromisión, Nyx —habló la suave voz de Perséfone en el aire.

―¿Vienes con noticias sobre esto, cierto? ―quiso saber la diosa, miró a Agasha y puso una mano sobre su frente―. No vayas a quitarte la manta, ¿me oyes, niña?

―S-sí ―susurró Agasha, apenas reponiéndose del dolor antes sufrido.

Me temo que no soy yo quien debe explicártelo. Psique.

―Perséfone ―susurró la diosa pelirroja pidiendo piedad.

Hazlo, si es que quieres enmendar tu error. Y no te atrevas a omitir detalles que un estúpido idiota ya me lo contó todo. Sabes que odio las mentiras como las verdades a medias.

Nyx la miró con enfado.

―¿Qué fue eso drástico de lo que hablaste antes? ¿Es otra de tus malditas bromas? ―gruñó entre dientes.

Agasha miró sin entender el embrollo, lo único que supo fue que algo más allá de su conocimiento estaba ocurriendo y el señor Albafica estaba involucrado, posiblemente ella también lo estuviese. Era lógica pura.

Con atención la florista vio el nerviosismo de Psique, ¿realmente el señor Albafica le había ocasionado esas heridas o la diosa había mentido?

Tuvo que callar durante todo el tiempo mientras oía a Psique relatar lo ocurrido. Cada vez que la diosa intentaba ocultar algo Perséfone saltaba para reprenderla. A pesar de que Agasha quería preguntar muchas cosas, no tuvo el valor de interferir en la conversación entre diosas; se limitó a mirar la constelación de Piscis en el cielo oscuro sin dejar de escuchar.

—Creo que te mataré —espetó Nyx con frialdad, luego de un corto silencio.

―¡Espera! ¡Por favor! Ha-hay una forma de salvar su alma... y la de la humana también.

Así es, Nyx. Y yo le ayudaré.

Nyx entrecerró sus ojos sobre Psique.

―Aún no olvidas la traición de Zeus, ¿verdad Perséfone? ―masculló Nyx, agachándose para acariciar el cabello de Agasha, desde la raíz.

Jamás podría hacerlo, mi señora. Por eso quiero ayudar a los humanos a reencontrarse.

―Tal y como hiciste con Athena y ese hombre.

Aliviada por saber que no desaparecería, Psique miró con tristeza a su señora.

La felicidad que me fue negada, no puedo negársela a nadie más.

―Las Moiras fueron crueles contigo, pequeña ―susurró Nyx―, conmigo también.

―Y conmigo ―musitó Psique.

Nyx le envió una mirada enojada que decía que aún no le perdonaba por su chiste.

Sabe que si estuviese en mis manos liberar a Érebo lo haría, ¿cierto? ―susurró Perséfone con voz lastimada.

―Sí ―dijo Nyx pensativa como decidida―. Por eso voy a aprovechar la estupidez de Psique, para liberarlo.

Ambas diosas presentes soltaron gemidos de exaltación.

A pesar de que Perséfone estaba hablando como un eco en los Campos Elíseos desde el Inframundo, Agasha pudo sentir el temor palpable y sorpresa que les produjo el plan de la diosa Nyx, cuyos ojos descansaban en su huésped humana.

—¿Liberar a Érebo? —Psique apenas pudo cerrar su boca luego de ver la sonrisa torcida de Nyx.

—¿Liberar a Érebo? —Psique apenas pudo cerrar su boca luego de ver la sonrisa torcida de Nyx

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𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora