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«Esta mujer... ¿es Psique?» absorto y más confundido aún, Albafica quiso saber cómo lidiar con esta situación.

No sólo tenía a Hera enfrente, sino también a Psique. La esposa del dios Eros y familiar de muchos otros dioses que, siendo honesto, Albafica no tenía deseos de ver tratando de aniquilar a la humanidad.

¿Por qué estaban ellas aquí en realidad?

Necesitaba dar aviso pronto a sus colegas en las Casas del Zodiaco (eso suponiendo que ya hubiesen regresado de donde sea que hayan estado) por si algo ocurría, también necesitaba saber el motivo de su visita, si es que había alguno que no fuese tratar de matar a Athena.

La diosa Psique sonrió ladinamente mirando a Hera.

—Sólo venía a ponerte sobre aviso. Zeus se enteró de tu pequeño deseo hacia este hombre, y él me pidió que te informase que si haces algo en su contra, él irá con una bella dama en Egipto.

—¡Esos no son sus terrenos! ¡El Panteón Griego fue vetado de Egipto por Ra hace eones!

Albafica no sabía mucho de los asuntos que tuviese el Panteón Griego con otros, sin embargo lo que sí sabía era que el dios Ra no era un alfeñique en cuanto a poder; también tenía una historia como otras deidades, y si su memoria ni le fallaba, Albafica tenía en mente que Egipto le rendía tributo y respeto al dios con cabeza de águila por buenas razones.

La diosa pelirroja no temió al arranque de ira de Hera, sólo le contestó:

—Tú mejor que nadie conoces a tu marido. ¿Acaso la jurisdicción es parte de sus normas como el macho alfa? Porque te aprecio es por lo que te lo digo, Zeus piensa volver a sus romances si tu planeas tomar a un humano como amante —alzó sus delgados hombros—, ya sabes lo hipócritamente celoso que es.

—Él ya ha tomado a suficientes amantes como para que pueda replicarme algo —yendo hacia Psique con una cara que asustaría a cualquiera, Hera la confrontó—. ¿Acaso te regodeas de mi desgracia?

Psique en vez de envolverse como cordero en una esquina, llevo su pálida mano al rostro de Hera y la acarició.

—Porque sé lo mucho que duele el amor, es por lo que te lo digo —admitió viendo a Albafica, a quien de cierto modo le recordaba a su amado señor. En especial por su mirada—. Este hombre sirve a Athena, Hera. Su destino es morir por ella en una sangrienta guerra y lo sabes bien. Las Moiras no han unido su lazo contigo, y ningún dios o titán va contra ellas. Nunca.

Hera tragó saliva. Si había algo que jodiese más a los dioses que otros dioses eran las temibles Moiras.

—¿Ni siquiera puedo besarlo? —pidió como si la idea de dejar a Albafica así sin más le doliese—. Míralo, no se encuentran mortales así últimamente. Adonis fue un prodigioso prospecto y ese par de perras se lo quedaron.

Con sus ojos radiando compasión, Psique sonrió con paciencia.

—Hubiese caído a sus pies si la hubiese conocido antes que a Perséfone y a mi amada madre.

—Tu madre es una perra aún peor que yo —masculló refiriéndose a Afrodita, la madre del esposo de Psique.

Albafica deseaba apartarse antes de que alguien más pudiese acercarse y tocarlo. ¿Acaso si se marchaba las diosas se ofenderían? Mejor no tentar a la suerte y esperar que Psique pudiese persuadir a Hera de dejarlo en paz e irse también sin hacer daños al Santuario o Rodorio.

—Yo amo a mi madre —susurró a Hera—, como la amo a usted también. Además, una diosa recta del matrimonio y la fidelidad como la gran Hera no puede rebajarse a cometer los mismos crímenes que su infiel marido.

𝑀𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑷𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅  | 🔞 |【 Dэcяэтos Diviиos Ⅰ 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora