CAPÍTULO 23: ENTÉRATE.

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Se levantó sintiendo sus ojos arder, había llorado como nunca hasta quedarse dormido por el cansancio.

Sin embargo, se sentía extrañamente mejor.

Su cuerpo pedía quedarse en cama todo el día a consecuencia de la lucha anterior contra su propia gente, cuando perdió el control al saber del asesinato de sus padres.

Tal vez... debería disculparse.

Tal vez.

Sus pesados ojos observaron el lugar a su lado, aquel que se encontraba vacío.

Intento no pensar en su sueño de la noche anterior y comenzó a vestirse para ir junto a Itachi. Tenía que hablar con su hermano.

Al intentar abrir la puerta de su propio cuarto, el "Click" de denegado le llamó la atención.

– ¿Que demonios?

Lo siento Sasuke, no podemos dejarte salir. – Se escuchó la voz de Ino hacer eco del otro lado.

– No digas tonterías, no voy a intentar nada.

Son órdenes de Obito, quiere que te tranquilices primero.

– Estoy tranquilo.

Suena a mentira...

– En mi defensa, estaba tranquilo hasta que supe que no puedo salir de mi propio cuarto. – Gruñó.

Enserio, lo siento.

– Bien. – Dijo dándose vuelta hacia la ventana. Nadie le prohibía nada a Sasuke Uchiha.

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Itachi veía por la ventana de su cuarto hacia el lejano e irreal sol, ya que literalmente era un espejismo, uno para hacerlos pensar más en su parte "humana".

No había intentando salir de su cuarto, sabía que seguramente le negarían ese hecho. Tampoco había intentado salir por la ventana. Todas tenían una barrera, así que prefirió ahorrar energía.

– ¿Itachi, podrías quitarte? Ser vampiro no significa que no me va a doler caer desde esta altura... ó que sobreviva.

El paro cardíaco que estuvo a punto de darle fue remplazado por el instinto sobreprotector al ver el rostro de Sasuke del otro lado del vidrio.

Sin pensarlo mucho abrió rápidamente la ventana. Sasuke entró deslizando su cuerpo por la barrera de restricción que lo mantenía encerrado y seguramente ni siquiera notó.

– ¿C-como hiciste eso?

– ¿Hacer qué? No importa. – Restó importancia.–  Necesito hablar contigo, de la muerte de nuestros padres.

– Eso ya lo sé. – Aceptó olvidando el tema. – Ayer creo que dimos un espectáculo.

– Ni que lo digas, debes disculparte con Obito... por ambos. – Él no pensaba disculparse.

– Eres demaciado orgulloso. ¿Entonces, que tienes en mente?

– Creo que es obvio el hecho que los asesinos de nuestros padres son esa maldita monja y sus cómplices.

– ¿Monja?

– La sacerdotisa. – Aclaró.

– Ah, si, yo también pensé en ese hecho.

– Necesitamos actuar, quiero venganza.

– No creas que yo no. Pero primero debemos encontrar un punto débil en sus fortalezas, ella predice el futuro, es posible que esta conversación ya la haya visto. Tiene que haber algo, no puede ser indestructible.

GUERRA DE CLANESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora