24

489 39 8
                                    

   Entonces, el menor abrió la puerta del todo y empezaron a sonar silbatos, trompetas de cotillón, gritos de festejo, y entraron al departamento cuatro chicas saltando como locas: Chipi, Simona, Ailín y Agus. Junior y Blas quedaron pasmados. Blas con la sonrisa congelada y Junior ya había dejado de sonreír apenas las vio en el umbral.

     Las chicas fueron a abrazar a un desconcertado Blas desnudo.

—¡Bienvenido!

    Junior, detrás de las chicas, protestó como un niño chiquito, pero en silencio. Después, las chicas dejaron de saltar cuando cayeron en cuenta de que fue Junior quien abrió la puerta. Voltearon a mirarlo y después al lugar lleno de velas. Blas resopló. No pegaban una, pensaba.

—¡Hola, chicas! —gritó Junior con un falso entusiasmo y con los brazos extendidos hacia delante.

    Blas se tapaba la cara. No sabía si reír o llorar.

—¿Por qué las velas? —peguntó Simona con una confusión divertida.

—Se había cortado la luz —contestó Junior rápidamente. —Recién volvió.

—La pucha, decile a tu papá que contrate a otro electricista.

    Agus se dio cuenta de que estaban de más; de que no deberían haber ido; de que debía habérselo imaginado, y se sentía avergonzada.

   Blas pensaba que, si le hubiera dicho a Ailín que Junior y él estaban juntos, eso no habría pasado. Pero no se lo había dicho a nadie, por Junior, no estaba listo.

    Entonces, de repente, se escuchó a un ángel que decía:

—Chicas, ¿por qué no nos vamos mejor?

    Era Agus. Junior quería abrazarla.

—¿Por qué? —preguntó Simona.

—Agustina —dijo Ailín.

—Tenemos que dormir, mañana nos tenemos que levantar temprano. Ailín va a la facultad. Simona, ¿vos no tenés que ir a trabajar? Blas tiene que trabajar. Y Junior…

   Silencio. Todos se quedaron mirando a Junior.

—Y Junior tiene que dormir más de lo que duerme siempre.

    Junior pensó mejor eso de abrazarla.

—¿Qué? ¡Agustina! No seas aguafiestas —le dijo Ailín. —Además, ya compramos la pizza.

—No soy aguafiestas.

    Blas dijo que iría a vestirse y Junior miraba exasperado a las chicas, que empezaron a discutir entre ellas. Todavía con su exasperación se acercó a la cocina.

—Agustina, si nos quedamos, podemos ayudarlos —susurró Ailín, mientras juntaba sus dos dedos índices.

—Así no los vamos a ayudar —replicó Agus.

—Se quedan solos y no hacen nada, son unos tontos.

—Yo estoy de acuerdo, eh —concordó Simona con Ailín.

   Agus miró a Chipi, que las miraba sin opinar.

—¿Qué?

—¡Ayúdame!

—No sé, Agus…

—No importa —la cortó Agus y sin más se acercó a Junior, que estaba sacando platos de la alacena de la cocina. Pero al ver a su amiga acercarse, el chico dejó de hacer lo que estaba  haciendo.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora