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Junior permanecía ahí, rodeándolo con los brazos, los cuerpos pegados, y había apoyado el mentón en el hombro derecho de Blas, lo que hacía que los rulos le hiciera cosquillas suaves en su mejilla. Ya casi se le había secado el pelo, pudo notar. No había tenido tiempo antes, pero sin pensarlo más, pasó una de sus manos desde la nuca del mayor hacia arriba, por encima del cuero cabelludo, y luego la retiró como si estuviera peinándolo.

—¿Necesitan ayuda? —gritó Agus.

     Junior se alejó de Blas para ponerse al lado.

—¡No, todo bien! ¡Ya vamos!

—¿Así que el tiramisú lo hiciste vos? —preguntó Blas, con una media sonrisa mientras se cruzaba de brazos.

—Sí —respondió Junior—. Bueno, ¿ya está todo? ¿Lo llevamos?

—No, primero lo voy a probar.

—Ah, bueno, adelante entonces.

    Blas agarró una cucharita y probó un bocado. Abrió los ojos grandes y escupió en la pileta.

—Eehh… ¿Tan mal estaba?

—No, solo que le pusiste un poco mucho de café.

—¿En serio?

—El esfuerzo y la intención son lo más importante.

—El café es un mimo.

—¿Estás queriendo decir que me ibas a hacer muchos mimos? ¿O me ibas a pedir muchos mimos?

—Las dos cosas.

—Ah, mirá.

   Junior no dijo nada y de igual manera probó el tiramisú.

—Ey, no tiene tanto café…

   Finalmente, llevaron durazno en almíbar para comer de postre. Hablaron de cómo le estaba yendo a Ailín en la facultad: bastante bien, aunque alguna que otra materia la estaba volviendo loca. Chipi insistía en trabajar, pero Simona le decía que no, que ella se encargaba, que, si quería, estudiara alguna cosa… Discutieron ambas un poquito, pero no fue más allá.

    Junior vio que Blas tenía una mano sobre su pierna debajo de la mesa mientras comía durazno, que anteriormente había cortado en pedazos. Las chicas parecían distraídas esta vez. Agus comía, Ailín chusmeaba su celular, Chipi y Simona discutían sobre lo que era mejor: estudiar o trabajar. “La mama no está bien”, le decía Chipi, “no podés hacer todo vos sola”. Entonces, el chico agarró la mano que su novio tenía sobre la pierna. Blas sonrió y lo miró, y vio que también lo miraba y sonreía.  Junior empezó a acariciarle la mano y Blas sonrió más si eso era posible, hasta que Junior la retiró al notar que había pasado suficiente tiempo.

     Después del postre, era hora de irse. Ailín, Chipi y Agus fueron en un remis y Junior y Simona, en otro. Blas se preparó para dormir y se quedó acostado mirando el techo.

      Cuando llegaron a la mansión, Simona entró resuelta, pero Junior se quedó en la puerta. Suspiró. Ya era demasiado tarde para volver a lo de Blas.

—Junior, ¿qué pasa?

—Nada, nada —Entonces, entró y cerró la puerta.

    Blas deseaba que Junior tocara el timbre, que inventara una excusa para quedarse, aunque ya no era necesario. Pero no lo esperaba. Sabía que la noche ya había terminado, pero imaginaba que lo hacía. Blas pensaba todo mientras se le cerraban los ojos sin poder evitarlo.
    Se le nublaba la vista y veía la cara de Junior frente a la suya. Los ojos de Junior mirándolo y su boca abriéndose en una sonrisa dulce fue lo último que vio antes de dormirse completamente.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora