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     A la noche, salieron a comer afuera. Mientras caminaban a un restaurante conocido por Blas, se miraban de vez en cuando. Junior, tímido, lo agarró de la mano y caminaron con las manos entrelazadas. Muchas personas se quedaban mirando con caras trágicas.


      Y ante eso, Junior decía cosas como:
“¿Para tanto?”
“Si no le gusta, no mire”
“¿No somos una linda pareja?”
“Sí, somos novios”
     Blas reía en todas esas ocasiones. También en un momento, ante un cuarentón, lo agarró de la cara a Blas y lo besó, pasándole la lengua por los labios, mirando de reojo al tipo, que se alejó disgustado.
     Blas frenó el recorrido, y mirando a Junior, le dijo:
—Esto es un cambio enorme. ¿Sos Junior?
—¿Hice mal? —preguntó el menor.
—Cada día te amo más —respondió Blas.
—Entonces, hice bien.
    Siguieron el recorrido hasta que llegaron. Se sentaron a una mesa pegada al vidrio que daba a la calle. No se irían a sacar los abrigos todavía, sino hasta que se habituaran. Junior apoyó un codo en la mesa y después el mentón en el puño. Se quedó mirando a Blas como mil trecientas horas. Este se acomodaba, agarraba la carta y empezaba a leer, pero se dio cuenta de la insistencia del chico sentado frente a él y lo miró también.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
—No te puedo sacar la mirada de encima —dijo el menor, embobado—. Nunca te puedo sacar la mirada de encima. En el bar tampoco. Te cuento porque vos no me miraste ni una vez y quizás no te enteraste —Junior hablaba ofendido en broma—… Te lo voy a recordar toda la vida.
—¿Que no te miraba? No te podía dejar de mirar, Junior. Hasta conté las veces que casi se te cae la bandeja.
     Junior se mordió el labio inferior, sonriendo, y le pegó un golpecito en el hombro.
—¿Cómo no iba a mirarte? Yo tampoco puedo sacarte la mirada de encima. Te miro y me siento afortunado por haberte conocido. Quería besarte, tocarte, me moría por tenerte cerca.
—No parecía —bromeaba Junior, aunque era cierto: no parecía.
—Sos tontito, eh. Quería subirme a una mesa y gritar que te amo. Todos los días.
—No te creo —seguía bromeando Junior.
—Lo puedo hacer ahora.
—Sí, sí, claro.
      Blas se puso de pie, se fijó lo resistente que era la mesa y con la ayuda de la silla se subió.
—No, no, no, no, no… —reía Junior.
—¡Escuchen todos!
      Los clientes y los trabajadores del lugar lo miraron.
—¡Ey! —le dijo un camarero.
—¡Bájate de ahí!
—Primero, quiero decir algo.
—Blas, te creo —rio Junior.
—Quiero hacerlo. ¡YO AMO A ESTE CHICO!
     Todos se lo quedaron mirando con la boca abierta.
—Blas es mi novio —aclaró Junior.
—¡YO AMO A JUNIOR! ¡JUNIOR —ahora lo miró a él—, YO TE AMO! ¡TE AMO! ¡TE AMO!
      Ahora fue Junior el que subió…, en cualquier momento se iban a la mierda.
—¡¿Pueden bajarse de ahí?!
—¡YO TAMBIÉN AMO A ESTE CHICO!
     Hubo risas, caras de miedo, caras serias, algunas sonriendo de  ternura y alguna que otra de asco, pero aquello no los frenó.
     Se empezaron a besar, agarrándose la cara, el cuello, el hombro…
—¡Váyanse de acá o llamo a la policía! —dijo un señor, acercándose con un palo en la mano.
—¡Uh! —expresó Junior.
     Entonces, saltaron de la mesa y salieron corriendo del restaurante. Al llegar a la otra esquina y doblar, frenaron, trataron de recuperar el aire, se miraron y luego empezaron a reírse a carcajadas.
—Estás loco —le dijo Junior a Blas cuando pudo parar de reír—… Y yo te sigo en la locura. No sé quién está más loco. Si tu papá hubiera sabido que ibas a armar alto lío en un restaurante, no te habría prestado nada, ¿no?
    Blas lo miró.
—No.
     Junior rio otra vez.
—Ahora algo importante. Tenemos que buscar otro lugar para comer.
—Yo conozco otros lugares. Vamos —le dijo Blas, lo agarró de la mano y fueron en camino.
      Pero se dieron cuenta de que estaban yendo nuevamente en dirección del restaurante y Blas frenó.
—Mejor vayamos para allá… —dijo Blas, señalando la dirección contraria.
—Sí, mejor —dijo Junior. Así que dieron media vuelta y emprendieron el camino.
     Luego de comer, fueron a caminar a la playa, aun cuando había algo de viento y hacía frío, lo disfrutaban. Seguían de la mano, esa noche no se soltaban. Blas y Junior se miraban de vez en cuando a los ojos, sonriendo.
—¿Cómo te sentís? —le preguntó Blas.
—Muy feliz —respondió el menor.
    Blas le sonrió y se llevó las manos entrelazadas a la cara para darle un beso a la mano de Junior. Después siguieron caminando.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora