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Dante le puso una mano en el hombro.

—Si me vas a echar, no voy a poner objeción.

—Quédate tranquilo. No te voy a echar. Pero la próxima vez me decís a mí y lo saco. Te vas a meter en problemas.

    A la mañana siguiente, Blas fue a la casa de los Guerrico con una bandeja de desayuno. Cuando Lucrecia lo vio al abrirle, lo miró confundida, y más al decirle que iba a ver a Junior. Subió a su habitación. Golpeó la puerta, pero no se escuchaba nada, así que abrió la puerta despacio y se asomó. Estaba todo oscuro, pero se veía un bulto en la cama. Entró. Encendió la luz y cerró la puerta. Se sentó en la cama y apoyó la bandeja en sus piernas. Empezó a darle toquecitos en la oreja a Junior, quien abrió los ojos lentamente.

    Se asustó un poco y volteó a mirarlo con brusquedad. Se calmó al ver a Blas ahí, mirándolo con una sonrisa.

—Hola.

—¿Qué hacés acá? —preguntó con un sueño imposible, y trató de incorporarse.

    Blas le puso la bandeja con el desayuno en la cama frente a él.

—¿Me trajiste el desayuno? —preguntó, y luego se dispuso a sacarle el film a la bandeja.

—¿Desayuno? —Rio Blas—. La merienda te traje. Casi te traigo la cena.

—¡Uh, pará! ¿Tanto dormí?

     Blas volvió a reír.

—Son las diez. No te preocupés.

—Viniste justo, porque moría de hambre.

    Blas arrugó el entrecejo y con un asomo de sonrisa le preguntó:

—¿Y cómo sabés? Si estabas durmiendo.

—Buena pregunta. Lo soñé. Tuve una pesadilla. Tenía mucha hambre y un pollo me aparecía en frente y yo corría para alcanzarlo, y el pollo se alejaba más y más. Fue horrible.

    Blas se había puesto al lado de Junior en la cama, y se reía de lo que le estaba contando.

—No te rías. Fue horrible. Yo tenía mucha hambre, ¿no entendé? Y el pollo se me iba…

    Blas se lo quedó mirando como si quisiera comérselo a besos, explorando su rostro, para detenerse definitivamente en los ojos. Bueno, en realidad, sí quería comérselo a besos.

—Y eso no es todo: el pollo tenía tu cara y tus rulos —siguió contando Junior, acariciando los rulitos de su novio.

—Qué sueño tan romántico.

—Pero si te dije que fue una pesadilla, papi. Mis comidas preferidas en uno y se alejaban de mí.

    Blas rio.

—Sí, tenés razón… Pero que te quede claro algo: yo nunca me voy a alejar de vos.

     Junior se lo quedó mirando embobado, más embobado que nunca.

—Vení acá —le dijo Junior, agarrándolo del rostro. Empezaron a darse pequeños besitos en la boca. Cuando se alejaron, se quedaron mirando hasta que Junior notó la mancha violeta que tenía Blas en la mejilla, cerca del mentón.

—¿Qué te pasó? —le preguntó el menor mientras tocaba la pequeña herida con suavidad.

     Blas resopló.

—Me peleé con un tipo en el bar...

—¿Te peleaste? ¿Por qué no me dijiste?

—¿Para qué te voy a decir?

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora