(74) 2da parte/Capítulo 6.

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—Dale un besito al escudo de boca de mi parte —le dijo Blas al tiempo que el menor salía del auto.
—Jo, jo, jo. Mándame un mensaje cuando llegués.
—Andá a dormir, Junior. A ver si me vas a esperar…
—Mándame mensaje, tonto.
—Bueno, está bien.
    Y esta vez sí, cerró la puerta del auto y fue hasta su casa.

       Blas arrancó rumbo a su casa en cuanto vio que Junior cerraba la puerta, ya seguro dentro.
     Junior se preparó para dormir. Antes de acostarse se quedó mirando el escudo de Boca, que le sonreía con crueldad desde la pared. Protestó en voz alta y le sacó una foto en penumbras, solo alumbrándolo la luz del velador de la mesita. Entonces, se acostó.
     Esperó el mensaje de Blas antes de intentar dormir. Se puso a pensar en la actitud que el padre de del mayor había tenido con él. Le había sorprendido, la verdad. No esperaba que fuera a consolarlo y a decirle, más o menos, que era perfecto para su hijo.
   Mauro no podría tener una conversación así con Blas nunca. Si bien su actitud había cambiado, no parecía querer tener ninguna charla con su novio. Podría vivir con eso, aunque no quería decir que no lo deseara.
      Diez minutos más tarde, su celular vibró en la mesita de luz. Lo agarró y era el mensaje de Blas.
    “Ya estoy en casa, amor"
   Junior leyó el mensaje y sonrió. Que le dijera “amor" toda la vida, por favor. Llegó otro mensaje:
    “¿Cómo está el escudo? Le diste un beso?”
     En ese momento, Junior le envió la foto que había sacado antes.
    “Mirá cómo me mira", escribió, “Es cruel y despiadado. Sos cruel y despiadado. ¿Cómo podemos negociarlo?”
    “No vamos a negociar nada. Ese escudo se queda ahí. Queda hermoso. ¿No queda hermoso?”
    “NO"
    “Grabate dándole un beso al escudo y mandámelo”
    Junior dejó escapar una carcajada que enseguida reprimió porque Dante estaba durmiendo.
    “No, no, qué, estás loco vos"
    Junior se imaginaba a Blas riéndose malvadamente mientras le mandaba esos mensajes.
    “Mi novio dándole un beso al escudo de boca. Eso es muy sexi"
     “Yo soy sexi, Blas 😎”
      “Mucho más si besás al escudo de boca. Pénsalo 😏🔥”
     “Te odio"
      Pero a los segundos...
    “No, no, no, mentira, te amo"
     “Yo también… Buenas noches, amor. Durmamos que no nos levanta nadie después"
    Junior se despidió, dejó el celular en la mesita de luz después de haber puesto la alarma y dirigió una mirada al escudo de boca. Resopló, agarró una almohada y la tiró para pegarle al escudo. El escudo siguió ahí pegado, riéndose de él. Una risa cruel, despiadada, malvada, diabólica.
     Le dio la espalda después de apagar la lámpara y cerró los ojos. La sonrisa de Blas inundó su mente. Una sonrisa que se convirtió en risa, la nariz arrugada, los ojos claros brillosos, y sus rulos desordenados. “Así está mejor", pensó y se durmió.
     El viernes la banda tocaba en un pub para un concurso en el que se habían inscrito a último momento. No era un sitio como El Dante. Era más grande, con más espacio para estar y bailar y un gran escenario en el fondo. Dante decidió cerrar el bar más temprano ese día.
    Blas fue a la casa de los Guerrico así iban juntos. Él llevaría a Lula, Junior, Romeo y Dante en el auto. Romeo se lo había pedido a Blas para que no fueran en la moto porque, como Lula estaba embarazada, no le gustaba que se subiera a una. Por supuesto que Blas no tenía ningún problema, pero Lula protestó un poco.
    Junior estaba terminando de ponerse la remera de espaldas a la puerta de su cuarto cuando Blas entró. Antes de acercarse más a su novio, se aseguró que el escudo de boca todavía estuviera ahí. Sonrió al verlo y entonces se acercó sigilosamente al chico y lo rodeó con los brazos. Apoyó su mentón en el hombro izquierdo del menor y luego le dio un beso prolongado y húmedo en el cuello.
—¿Quién sos? —preguntó Junior y Blas le dio una palmadita en el estómago—. Au.
     Junior se dio la vuelta, sonriendo, le rodeó con los brazos el cuello y se acercó a besarlo.
—Me dijeron que te apure, que ya es tarde —le dijo Blas después de separarse.
   Junior arrugó el entrecejo.
—Mentira. No les creas. Podemos quedarnos un poco más —le dijo el menor sobre sus labios.
—Es tarde, Junior. A ver si pierden la oportunidad.
—Uy, sí.
     Junior agarró su campera bordó y salió del cuarto junto a Blas.
      Cuando llegaron a destino, les dijeron que estaban esperándolos a los miembros de todas las bandas en un cuartito del lugar.
—Yo me quedo acá —dijo Blas, sentándose en uno de los bancos largos de la barra. —Vayan tranquilos.
    Por el momento, el pub no se había llenado, pero varias personas iban de aquí para allá, o estaban sentadas en las mesas o en la barra.
    Blas agarró la mano de Junior cuando los chicos fueron a donde los estaban esperando y lo atrajo hacia sí. 
—Quiero que disfrutés —le dijo. Luego, le sonrió y le dio un suave beso en los labios.
—Eso voy a hacer… Pero estoy nervioso.
    Blas sonrió y le apretó los cachetes, haciendo aparecer una trompita en los labios del menor. Ahora el mayor sonreía divertido. Junior quería reír.
—Lo van a hacer genial, vas a ver… Estás muy sexi así, la verdad —Blas seguía apretándole los cachetes y todavía había una trompita formada por la boca de Junior. Pero en seguida lo soltó.
—Ya te dije: Yo soy sexi, Blas. Bueno, me voy que me van a matar. Vos no te pierdas nada —Ahora fue Junior quien apretó los cachetes a Blas—. Cada vez que toco, es para vos.
     Le dio un besito rápido a la trompa que se le había formado a Blas y salió corriendo. Blas se lo quedó mirando con los ojos brillantes mientras corría.
    Lo estuvo pensando mucho estos días y seguía pensándolo. ¿Si era muy apresurado? Tal vez tenía que pensarlo un poco más antes de proponérselo. Aunque tenía unas ganas... Además, ¿qué tenía de malo proponérselo? Él podía negarse y ya estaba. Su corazón se hizo chiquito al imaginarse que Junior no aceptaba. Pero podía entenderlo.
     Entonces, decidió  pedírselo. ¿Por qué no? ¿Que era apresurado? Pero no iban a casarse ya. Solo iban a dar otro paso en su relación, y si Junior no quería, no pasaba nada.
    Esperaba ansioso que llegara el día siguiente. Ya sería veintinueve de septiembre, y le prepararía una cena a Junior en el playroom. Dante, Romeo y Diego ya estaban al tanto y no le habían dicho nada al menor.
    Eran las doce cuando tocó la primera banda en el concurso. Blas se había pedido un vaso de jugo. Como él era el que manejaba, no quería tomar nada de alcohol. Tomaba mientras disfrutaba del concurso y esperaba ansioso a que sus amigos y novio salieran a tocar.
    Simona, Piru, Chipi, Agus y Ailín llegaron media hora después. Localizaron a Blas sentado solo en la barra mirando a los concursantes. Varias personas veían y escuchaban, paradas y bailando, a las bandas.
    Las chicas y Piru se fueron a bailar en seguida. Blas se paró y se acercó, pero a lo sumo movía los pies y daba algún que otro salto.
    Unos minutos más tarde, una mano se ponía sobre su hombro y se escuchó un “ey" cerca de su oído. Volteó a mirar y encontró a Leo, que le daba palmadas.
—¿Hace cuánto empezó?
—Cuarenta minutos más o menos.
—Ahí viene mi primo.
   Un chico de piel morena como Leo y rulos en su cabello, se acercó. Llevaba una sonrisa radiante en su cara.
—Él es Blas. Y ellas son Chipi, Simona, Ailín y Agus. Mi primo Agustín.
—Piru —dijo el chico de la nada.
    Las chicas fueron a saludarlo con un beso en el cachete y luego el chico saludó con las manos a Blas y a Piru. 
—Voy al baño y después voy a buscar unas cervezas. ¿Quieren? —dijo Leo.
—Yo paso —respondió Blas.
—Ya me compro yo —le respondió Agustín.
    Leo se apresuró a hacer lo que había dicho. Tocaron dos bandas más antes de que, finalmente, fuera el turno de sus amigos y novio.
     Blas no dejaba de mirar a Junior mientras tocaba la batería. Sus ojos brillaban de amor al ver su carita de felicidad al tocar.
—El de la batería está bueno.
    La voz del primo de Leo llegó a él.  La sonrisa que tenía resbaló de su cara y lo miró.
—Me gustan los chicos. ¿Te molesta?
—A mí también —respondió Blas—. Y estoy de acuerdo —continuó, volviendo a mirar a Junior un segundo para después volver a mirar a Agustín—. Y besa muy bien.
—¿Lo conocés? —preguntó sorprendido el otro.
—Soy el novio.
—Perdón, pibe, pero la verdad es la verdad. Y tu novio está bueno.
     Blas no le contestó y volteó a mirar a Junior. Trataba de contenerse para no romperle la cara. Su expresión, de pronto, inescrutable. Leo apareció y le puso una mano en el hombro a su primo.
—Agustín, ¿cómo va?
    El chico miró a Leo con una sonrisa.
—Disfrutando de la banda y de la vista —le contestó para después volver a mirar a Junior fijamente. La mandíbula de Blas se apretaba fuerte.
—¿Ya le pegaste ojo a alguien? No perdés el tiempo vos. ¿Quién es?
    Blas escuchaba y miraba de reojo.
—El de la batería.
—¿Junior? Es el novio de Blas —aclaró Leo.
—¿Y? Ya va caer. ¿Quién no cayó por mí?
   La mano de Blas se apretó en el vaso de plástico, que se arrugó y salpicó el poco jugo que contenía.
—No, pará, boludo, con ellos no te metas —le pidió Leo.
—El chabón me gusta. ¿Qué querés que le haga?
    Blas apretó los labios y fue acercarse a la barra a dejar el vaso roto antes de hacer alguna locura. La banda de Junior ya había dejado de tocar y aparecía la última, que también tocó tres canciones.
   Leo se acercó a saludarlo, porque ya se iba con el primo a otra parte. Agustín le dio unas palmadas en el hombro y una sonrisa que Blas no correspondió.


Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora