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Junior colgó y fue en ese momento cuando empezó a sentir un olorcito a tostadas a la Junior.
—¡Uh! —Y se apuró a sacarlas.
     Puso una nueva tanda de panes y fue apresurado a apagar la alarma del celular de Blas: tenía tiempo para que durmiera un poco más. Se quedó colgado viendo a Blas hasta que se acordó de las tostadas y salió corriendo.

       Esperó hasta las ocho para despertar a Blas. Primero, puso el plato con las tostadas a la Junior, la mermelada, la jarra con el jugo exprimido de naranja sobre la mesa y después fue a despertarlo. Se veía tranquilo, plácido, le daba cosa despertarlo. Le acarició el hombro suavemente y Blas abrió los ojos y levantó la cabeza algo bruscamente. Entonces, vio a Junior sentado a su lado y sonrió con los ojos hechos zombies, pero después cayó en la cuenta.
—¿Qué hora es? —preguntó, sentándose y destapándose.
—No me hagas esto —dijo Junior, tapándose los ojos con una mano, porque Blas estaba desnudo y todavía tenían que desayunar e ir al bar: no era una buena combinación. Pero de igual modo entreabrió los dedos y espió mientras Blas buscaba ropa en el armario —Son las ocho y cinco.
—¡¿Qué?! ¡Junior! ¡Ya tendría que estar en el bar!
—A las diez y cuarto tenemos que estar hoy. Dante nos dio permiso.
     Mientras agarraba una remera, el mayor miró a Junior con las cejas arqueadas.
—¿Tenemos?
—Empiezo a trabajar. Hablé con Dante. Nos dio permiso para llegar a las diez y cuarto hoy.
—¡Bien! —festejó Blas. —Huelo a tostadas a la Junior —dijo después, mientras agarraba un pantalón y un calzoncillo.
—Son las mejores tostadas.
—Las mejores son las de Lucre.
—Ah, está bien, eh, está bien. —Junior parecía ofendido.
     Blas se acercó a él y le dio un beso en la boca.
—No te enojés. —Otro beso—. No te enojés. —Otro beso.
—Esos son muy pocos besos.
—¿Chantaje?
—No, no es chantaje, pero me parecen muy pocos besos ante la gravedad de elegir las tostadas de Lucre por encima de las mías. No puede ser esto. Esto atenta contra mis tostadas y mi perso…
     Blas, que había estado mirando a Junior con una sonrisa boba, lo agarró de la cara, después de tirar a la cama la ropa que había agarrado, y sin dejar que terminara de hablar, lo besó. Fue un beso suave y más largo. Cuando se separó:
—Te perdono.
—Sos tonto, eh.
—Bueno, vayamos a desayunar que tengo hambre.
—Sí, voy al baño primero —dijo Blas y corrió hasta el baño. Junior fue a esperarlo en la mesita. Empezó a escucharse la ducha.
     Blas salió del baño y se dio cuenta de que no solo había preparado el desayuno. También había limpiado y ordenado el living y raspado la parte quemada de las tostadas.
—¿Vos hiciste todo esto? —preguntaba Blas, sorprendido.
—No, el fantasma de la Ópera.
—Ah, ya me parecía que…
   Junior agarró el trapo de la mesa y se lo tiró. Le cayó en el hombro.
—Bueno, muchas gracias.
—De nada.
      Y sin más, empezaron a desayunar.
     Cuando llegaron al bar, vieron que ya estaba abierto, limpio, ordenando, y con gente dentro. Dante estaba apoyado en la barra viendo a Renata servir unos cafés.
—¡Oh, hola! ¿Ya descansaron? La última vez —advirtió.
—La última vez —dijo Blas. —Gracias, Dante.
—Tu chaleco —dijo Dante a Junior. Lo tenía en la mano y se lo entregó.
—¿Aprendiste más tragos ayer? —le preguntó Dante a su hermano menor mientras este se ponía el chaleco.
     Blas y Junior se miraron.
—¡Pfff, un montón! Ahora sé hacer tragos muy especiales.
—No quiero saber. Vayan a trabajar. ¿Para qué pregunto yo también?
     Blas y Junior, riendo, fueron uno a la barra y otro, a una mesa.
     Mauro entró al bar al mediodía y vio a Junior mientras servía hamburguesa completa a una mesa.
—¡No, Junior! ¿Qué hacés trabajando acá? —le preguntó mientras miraba de reojo a Blas.
—¿Cuál es el problema? Aaaah… —Había visto la mirada de su papá recayendo en su novio—. Aaaah… Mirá que Blas no es un problema, eh.
—¿Sabés que tiene novio?
    Junior tragó saliva.
—Sí, y no tiene nada de malo. 
—¿Cómo que no tiene nada de malo?
—Cállate. No te quiero escuchar. ¿Por qué no te vas mejor?
—¿Pasa algo? —Blas había llegado.
—¿Y a vos qué te importa? Estoy hablando con mi hijo.
—De él. De Blas. —Soltó el menor.
—No, ya me imagino — dijo Blas, mirando a Mauro serio y cruzándose de brazos.
—Ándate, papá.
—¿Por qué estás en contra mío?
     Miró a Blas.
—¡Vos le llenás la cabeza a mi hijo!
—¡El no hace nada malo, papá! ¡¿Cuándo lo vas a entender!? ¡Ándate!
     Mauro miró fríamente a Blas y le hizo caso a Junior. Se fue. A unas cuadras, sacó su celular del bolsillo de la campera y llamó a Julián.
—Todavía sigue ahí —Simplemente, le dijo.
     El día pasaba tranquilo, aunque Junior se chocó con varias mesas al quedarse mirando a Blas mientras este trabajaba. En un momento, estaban los dos en la barra y Junior puso cinco vasos con trago en una bandeja.
—No llevés todo junto, Junior.
—No pasa nada —dijo el otro, al intentar levantar la bandeja.
—Tené cuidado.
—Sí. —Pero se le tambaleó la bandeja al intentar llevarla con una mano. Blas la agarró antes de que se cayera al piso y la volvió a poner sobre la barra.
—Llévala con las dos manos, por favor —pidió Blas.
—Sí, mejor.
     Mientras Junior se iba, el mayor vio que entraba un chico al bar. Lo notaba raro, mirando el lugar con el ceño fruncido. Entonces, el chico se encontró con su mirada, le hizo una seña con la cabeza y Blas se acercó.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora