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—Ey, muy bien, ¿qué vas a llevar? —preguntó el mayor, cruzándose de brazos.

—Ah, te voy a sorprender —respondió Junior con una sonrisa, haciéndose el misterioso.

—Me encanta.

       Lo feliz que se sentían al estar juntos era una sensación inexplicable y aquella cena les empezaba a hacer mucha ilusión.
      
 
     En la casa de Simona, Ailín y Agus estaban sentadas en el sillón, tomando mate. Ailín hablaba con el celular con Blas.

—Sí, yo no tengo drama en ir a ayudarte mañana. Hablo con las chicas, seguro nos hacen la gamba. Chau. Nos vemos mañana. Un besito.

       Ailín cortó el llamado un poco frustrada.

—Yo creo que hay que hacer algo para ayudarlos —dijo de la nada.

—¿Qué? —rio Agus.

—A Blas y Junior.

—¿Pero qué podemos hacer nosotras? —preguntó Agus, desorientada.

—¿No querés?

—Sí, obvio que quiero. Pero Junior no lo acepta.

—Pero le pasan cosas con él. Y a Blas le pasan cosas con Junior.  Solo hay que darles un empujoncito. Me da bronca que no se animen. ¿Por qué todo tan difícil? ¿Se gustan? ¡Mándense! Blas pensó en irse a Canadá otra vez. En vez de luchar por lo que siente. Creía que era un chico más coherente.

—Bueno, hay que entenderlo. Junior es un chico un poco complicado también.

        Al día siguiente, en el departamento de Blas, Blas y Junior habían preparado escaleras, habían tapado el piso con cartón y habían empezado con el trabajo. Estaban en una de las habitaciones, terminaron de sacar el yeso de la pared, se acercaron y suspiraron.

—Esto se está cayendo a pedazos.

—No se está cayendo a pedazos, Junior. Qué exagera…

       Se desprendió entonces yeso del techo y le cayó a Blas en la cara y la cabeza. Junior empezó a reírse con todo. Y ahora fue el turno de Junior: la mejilla derecha le quedó toda blanca, Blas rio ahora.

—Bueno, ¿ahora tenés algo que decir? —preguntó Junior.

—Sí, que te ves gracioso.

—Vos no te quedás atrás.

—Pero vamos a emparejar un poco…

       Blas se le acercó y empezó a pasarle la mano por toda la cara, para desparramarle el yeso. Junior empezó a moverse para sacárselo de encima, pero Blas, riendo, ponía resistencia también. Ambos se estaban riendo. Blas rodeó con un brazo el pecho para que dejara de moverse y no se escapara. Ambos se miraron. Estaban muy cerca, y sus risas callaron, las sonrisas resbalaron por sus caras, y sus corazones presionaron dentro de su pecho.

       Estaban solos, pensaba Junior. Y tenía ganas. ¿Blas tenía ganas también?.

       Tocaron el timbre y Junior y él se separaron. Ambos quedaron alterados, sus corazones y sus cuerpos temblaban.

—¡Sí, sí, ya voy!

      Junior pensó que si no hubieran tocado el timbre, lo besaba.

—Al menos el timbre anda —le gritó Junior, bromeando.

       Blas rio.

      Eran Ailín, Agus y Chipi, que entraban con comida e iban a ayudarlos. Junior y Chipi se miraron algo tensos, pero luego, al mismo tiempo, se sonrieron.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora