Eran las once cuando empezaron la limpieza. Primero, habían desayunado. A Mauro le faltaban unas horas para llegar. Se imaginaba agarrando a Junior a la fuerza si era necesario, para alejarlo de ese chico. Lo salvaría de ese pendejo. Lo llevaría de vuelta con él, que Blas se arreglara solo.
Después de varias vueltas, Mauro llegó a la casa del papá de Blas en Mar del Plata. La ventana estaba cerrada y la persiana bajada. Se acercó, intentó espiar, pero no logró ver nada. No había ningún resquicio por el que pudiera mirar. Empezó a tocar el timbre, a golpear la puerta. Nadie lo atendía. Esperó un rato en la puerta, sentado, mirando al frente, de un lado a otro. Una chica con un perro salió de la casa de al lado y el hombre se acercó a preguntarle.
—Discúlpame, ¿los chicos que están acá? ¬—le preguntó, mientras señalaba la casa con la cabeza y se cruzaba de brazos.
La chica lo miró cohibida.
—Ya se fueron —respondió otra mujer que pasaba por ahí.
La chica a la que Mauro le había preguntado primero salió corriendo.
—¿Cómo que se fueron? ¿Adónde se fueron?
—Y volvieron de donde vinieron, supongo. Se fueron con todas sus cosas.
Y dicho esto, la mujer se fue. Mauro resopló furioso y fue a darle un fuerte golpe a la pared con la palma.
—¡NO!
Hizo una mueca de dolor y regresó al auto, azotando la puerta. Golpeó varias veces el volante. Y se quedó pensando. O Dante le había mentido con respecto a que Junior todavía le quedaba días de vacaciones o se fueron a otro lado.
Los chicos habían decidido pasear un poco, comer afuera, dar unas vueltas más, antes de subirse al auto y emprender el camino a casa.
Mauro arrancó entonces el coche, a ver si los encontraba antes de regresar.
Los enamorados fueron a caminar por última vez a la playa, se sacaron más fotos y fueron a almorzar al restaurante en el que cenaron la otra vez. Esta vez no iban de la mano, iban abrazados. Junior rodeaba a Blas con los dos brazos y Blas lo rodeaba a él.
Cuando se hicieron las siete y media, ya era la hora de volver, estaban por subir al auto (ya habían dejado sus valijas en él antes), y Junior no se soltaba del abrazo.
—Junior…
—No —espetó de una el menor.
—No sabés lo que iba a decir.
—Que te suelte.
—Sí.
—¿Ves? No, no te quiero soltar.
—Tenemos que volver.
—¿Por qué tenemos que volver? ¿No la pasaste bien conmigo?
—¿Qué decís? —rio Blas—. La pasé muy bien con vos.
—Nos divertimos, ¿no? —rio Junior, recordando momentos puntuales.
Blas rio al darse cuenta de qué momento puntuales.
—Sí, mucho. Pero en casa también vamos a divertirnos otra veces más. Siempre la pasamos bien. Siempre la paso bien con vos —dijo todo eso mirando a Junior con una sonrisa y acariciando su espalda. Luego, suspiró y más serio dijo—: No va a pasar nada. ¿No confiás en mí?
Junior lo soltó y lo miró.
—Confío en vos. Vamos.
Blas sonrió y le dio un beso en los labios. Acto seguido, subieron al auto, aunque Junior no tenía muchas ganas y se le notaba en la cara.
Mauro apareció en el bar El Dante tipo diez y media de la noche, estaba cansado por los viajecitos que había hecho y enojado por no encontrar a los chicos. Había llegado antes que ellos, porque se había ido antes. Encontró a Dante sentado a una mesa, observando a sus empleados, que acomodaban y limpiaban para cerrar. Estaban Renata y los dos chicos que había contratado para el karaoke. Como Blas le había hablado para irse unos días con Junior, les había dicho que se quedaran hasta su regreso. Mauro fue directo hacia él.
—¿Vos no me dijiste que Junior volvía en unos días? Ya vienen para acá o ya llegaron.
—Me falló el cálculo.
—¿Me estás tomando el pelo?
No, te parece.
—Igual dije: “Si volvía…” Pero ¿por qué tanta obsesión para que Junior vuelva? A ver, ¿qué pasa?
—Quiero hablar con él. No me gusta ese chico.
—¿Blas?... Si es para comerle la cabeza a Junior sobre Blas, déjame decirte que va a ser al pedo, no te gastés. Y Blas es un buen chico. Todos sabemos cómo es Blas.
—Pero Junior está en las garras de ese pibe, ¿no entendés?
—¿En “las garras de ese pibe”? ¿Pero qué te creés que es Blas, Mauro? A vos lo que te molesta es que Blas tiene los huevos para hacerte frente.
—No quiero que le pase nada a Junior. Ni a vos, ni a Romeo.
—¿Y qué te hace pensar que le va a hacer algo malo a Junior?
—Dejémoslo ahí.
—Sí, mejor.
—Ya te vas a dar cuenta. Le va a destruir la vida ese pibe —dijo por último Mauro, y se dio media vuelta y se fue.
—Qué jodido que sos Mauro, eh —murmuró Dante a la nada, con los labios apretados.
Blas y Junior iban en el auto, escuchando música de todo tipo.
—Vamos a mi casa. Quédate a dormir ahí. Temprano a la mañana te llevo a tu casa.
—Y tenemos que ir al bar —comentó Junior. No le gustaba la idea.
—Hay que trabajar.
—Mi hermano nos mata si no.
—Sí, esa es una de las razones por la que hay que ir a trabajar.
Los chicos rieron.
—Nah, Dante es un capo. Tus hermanos son unos capos.
—Nos bancan en todas.
—Te quieren mucho. Se quieren mucho.
—Dante te quiere mucho a vos —dijo Junior a Blas—. Si no fuera por vos, no estaría trabajando en su bar.
—Nah, él pensó en vos también.
Junior resopló.
—Ahora se enamoran y se casan.
—¡Qué decís!
—Traicionado por mi hermano Dante… Nah, estoy jodiendo.
—Bueno, pero Dante no está tan mal, eh…
Junior lo miró con los ojos achicados y los labios fruncidos. Blas rio y miró un milisegundo a Junior.
—Un chiste.
—Sí, un chiste… ¿Sabés? El chico rubio que nos miraba en el restaurante hoy era lindo, estuve pensando en escaparme con él.
Ahora Blas lo miró como antes lo había mirado Junior a él. Junior lo miró sonriendo anchamente, pícaro.
—Pero hablando en serio… ¿Estuviste con muchos antes que yo?
—¿Vamos a hablar de esto?
—Vamos a hablar de esto.
—Con varios, sí. Supongo vos también.
—Suponés bien, pero…
—Pero ¿qué?
—No duraron nada… Yo me hacía el que quería que durara, en algunos casos, pero siempre pasaba algo y a mí ya no me importaba. Claramente, porque no me gustan las minas, ¿no? Y tenía un mambo en la cabeza con vos. Soy un tarado.
—Y sí, un poco sí —bromeó Blas. Junior le pegó en el hombro.
—Tenía un bomboncito con dulce de leche enfrente mío y yo dudando. No lo puedo creer.
Blas rio.
—Mis relaciones tampoco duraron mucho. Intentaba olvidarte…
—¿Con Oliver también?
—Sí, no quise esperarlo mucho tiempo y con vos fue diferente. No te digo que no quería que gritemos al mundo que nos queremos, que seamos libres, pero quería que vos estuvieras bien y quería esperarte lo que fuera necesario.
—Toda la vida no ibas a esperarme…
—Tal vez no iba a estar contento con eso de escondernos toda la vida, pero no iba a poder alejarme de vos. Además, confiaba en vos, confío en vos, y sabía que tarde o temprano te ibas a animar.
—¿En serio no podías olvidarte de mí?
—¿No es obvio?
Junior rio.
—No, pero… —se acomodó en el asiento, un poco de costado, para mirar mejor a Blas—. ¿No hubo alguien que al principio hayas dicho: “Sí, con él o con ella estoy logrando olvidarme de él"?
—No. Me gustaban, pero no llegué a conectarme con ellos. Era todo físico y aun así, el besito que me diste palpitaba más que nunca. Ni física ni emocionalmente podía olvidarme de vos.
—¿Así que ni siquiera un tiempo me fui de tu cabeza?
—Ni siquiera un tiempo te fuiste de mí.
—¿No me quisiste mandar a la mierda?
—Nunca.
—Yo habría hecho eso.
Blas rio.
—Me imagino.
—Pero no sé cuánto tiempo iba a durar, porque soy un chico irresistible —bromeó luego el menor.
Blas rio y luego se quedaron un rato en silencio.
—Te refregaba las chicas en la cara, qué tonto que fui —dijo, de pronto, Junior, tapándose la cara—. Era un boludo confundido, dudoso y miedoso.
Blas no dijo nada inmediatamente, pero le hacía mal recordar eso.
—Bueno, ya está. Ya estamos juntos. No hablemos del pasado. Yo me pongo mal, vos te ponés mal, mejor de… —Blas le tiró una miradita al menor y vio que se había quedado dormido. Rio.

ESTÁS LEYENDO
Amor en el silencio (Blasnior)
Fanfiction"No vas a ser feliz si no sos completamente libre" Junior y Blas y su historia de amor