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Junior sonrió, también se acostó y entonces empezó a contarle.

    Blas recibió un llamado de su padre a eso de las seis de la tarde. Estaba enterado sobre su departamento, sobre los arreglos que faltaban, y quería saber si necesitaba ayuda.

—Yo puedo solo, viejo, no te preocupés.

     En ese momento, entró Mauro al bar. Iba con las manos en los bolsillos delanteros de sus jeans negros, mirando alrededor. Blas lo vio y se quedó estático, más cuando Mauro también lo vio, frenó y se lo quedó mirando fijamente.

       Luego, dejó de mirarlo y fue a sentarse a una mesa.

—¿Blas? ¡Blas! ¿Pasó algo? ¡Blas!

—Ah, sí, viejo, discúlpame, me distraje —respondió el chico, mirando de reojo a Mauro.

—¿En serio no necesitás nada? ¿Que consiga a un plomero, electricista? ¿Que supervise? Conozco a algunas personas que podrían hacerte todo el trabajo. Esta semana ya tendrías todo listo. Sé que estás trabajando, y yo estoy de vacaciones…

—¿Me vas a hacer ese favor? ¿Y vas a supervisar todo? ¿Seguro?

—Sí, Blas, seguro.

—Gracias. Después te llamo y hablamos bien.

    Blas cortó el llamado, dio una última mirada a Mauro, que no lo dejaba de mirar y luego fue a ponerse tras la barra. En ese instante, Mauro se puso de pie y se acercó.

—¿Ya te fuiste de la casa de mis hijos? —le preguntó bruscamente.

—¿Y a vos qué te importa? —replicó Blas de igual manera.

—Me importa que estés cerca de Junior.

—¿Por qué, Mauro? ¿Porque me gustan los chicos?

—¡Y te gusta él! ¿Creés que no me di cuenta? Junior puede ser inocente, pero yo no.

    Blas se quedó callado, mirándolo furiosamente.

—¿O me vas a negar que te gusta, eh? Mirá, que te quede claro una cosita, a él le gustan las minas. Y está saliendo con Agustina. Se están viendo. Se vieron unas cuantas veces.

—Bueno, ¿ya me dijiste todo?

   Dante apareció entonces al lado de Blas y le puso una mano en el hombro. Se podía sentir la tensión en ese silencio que se produjo de pronto.

—¿Pasa algo? Mauro, ¿qué le estabas diciendo?

—Dante, te digo una cosita, este pibe —al decir “pibe” señalaba con el índice a Blas—. Te va a traer problemas al bar, yo sé lo que te digo.

—Dejá de decir pavadas, Mauro, por favor —lo calló Dante—. ¿Qué querés acá?

—Vine a tomar algo.

—Entonces, sentate en una mesa y dejá de molestar —continuó Dante.

   Mauro pidió un trago y fue a sentarse a una mesa, mientras el interior de Blas intentaba calmarse.

—¿Estás bien? ¿Todo bien? ¿Qué te dijo?

—No te preocupes, Dante, no pasa nada.

—¿Sabe que vos y Junior están juntos?

—No, no lo sabe.

   Blas se dio cuenta de lo que su amigo había dicho y lo miró. Dante lo miraba con una sonrisa.

—Me lo dijo Junior —Dante respondió a la pregunta silenciosa. —¿Qué tal todo, cuñado?

   Blas sonrió y Dante sonrió aún más y se abrazaron.

    Blas olvidó en seguida lo que Mauro le había dicho de Junior y Agustina, porque, claramente, solo quería que desapareciera de la vida de Junior y con esa mentira era lo que quería lograr.

   Renata se encargó de servirle a Mauro mientras Blas continuaba su trabajo con la mirada del hombre siguiéndolo por todos lados. Blas no estaba para esas cosas, por eso no le prestaba atención y hacía como si no estuviera. No dejó de pensar en Junior en todo momento, menos en lo que había pasado la noche anterior. La sonrisa no se le borró de la cara y eso a Mauro le sentó mal.

   Los días fueron pasando. Blas y Junior pasaron muchos ratos juntos y el departamento de Blas ya había quedado habitable. Llegó entonces la última noche que Blas iría a dormir en lo de los Guerrico. Cenaron todos juntos en el comedor. Esa vez Blas no había puesto reparos y aceptó en seguida. Blas no paró de agradecer a todos en la mesa su hospitalidad. Al terminar, brindaron y Dante y Romeo declararon estar muy cansados y que querían ir a dormir.

    Junior trataba de disimular su tristeza porque Blas ya no iba a estar cerca de él y lo iría a extrañar. Ya habían hablado de eso y Blas le aseguró que eso no significaba que iban a dejar de verse, pero que de igual manera él también lo iba a extrañar.

  Dante y Romeo se fueron a sus habitaciones y Blas fue a ducharse antes de dormir. Diego fue a dormir temprano también y Junior aprovechó para ir a la cocina y buscar a espaldas de Lucrecia, y tratando de no hacer ruido, dos copas y una botella de vino. El chico había pensado esperar a Blas en el playroom con el vino.

   Consiguió una vela con una cinta roja y un encendedor y la llevó hasta el playroom también. Colocó la vela en el centro de la mesita ratona y la encendió. Las copas y el vino estaban también sobre la mesita. Era la última noche de Blas en la casa, por lo que deseó hacer una fiesta de despedida.

    Blas, mientras se bañaba, pensaba que no debía quedarse como si nada. Era su última noche ahí, Junior estaba cerca, no tenía que irse sin antes pasarla bien. Ya no iría a ver a Junior tanto como antes.

    Decidió mandarle un mensaje después de que saliera de la ducha para que se encontraran en el playroom. Esperaba que no se hubiera dormido.

   Cuando salió del baño, se preguntó si podía agarrar la botella de vino que había comprado él para la cena y que habían abierto. No lo pensó mucho, y silenciosamente, fue a buscar a la cocina, donde no había nadie, dos copas y la botella llena a la mitad de vino.

   Fue al playroom rápido con la intención de dejar todo y mandarle un mensaje a Junior, pero se llevó una sorpresa al encontrarlo parado, esperándolo, con las manos a la espalda y una sonrisa. Junior vio entonces que Blas llevaba también vino y copas.

  Blas no tuvo tiempo de preguntar nada que Junior abría la boca:

—¿Vos y quién más van a tomar ese vino?

—No sé. Mi novio y yo.

—¿Novio? —sonrió Junior, sin esperar que Blas dijera eso. Así que sí, ¿al final eran novios?

—Sí, novio.

—¿Quién es tu novio?

—Se llama Junior Ricardo.

—Mirá qué nombre tan encantador que tiene tu novio  —bromeaba Junior, mientras se acercaba a Blas.

—Más encantador es él —sonrió Blas mientras le miraba los labios.  Junior mostró los dientes en una amplia sonrisa, lo agarró del cuello y unieron sus labios. Dos segundos después, escuchaban pasos y Junior se separó de Blas como si quemara.

  Dante pegó un salto en los últimos escalones y luego apareció tras él Romeo.

Todos se quedaron paralizados mirándose.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora