64

276 22 10
                                    

—¿Estás pensando que fui con él amenazado, obligado? No, nadie me amenazó ni me obligó a ir con él. 
    Mauro lo miró achicando los ojos. Pensaba que tal vez habría un mensaje oculto en esas palabras.
—Ay, hijo, hijo —dijo, agarrándolo de un brazo y tirándolo hacia él para abrazarlo—. Te quiero mucho, hijo —le decía mientras le acariciaba la espalda—. No quiero que te pase nada, quiero que estés bien.
    ¿En serio le sonó sincero eso a Junior?


—Estoy bien, papá. Estoy bien.
   Fueron interrumpidos entonces por Simona, que salía de la cocina con plato y cubiertos para Junior, y Lucrecia, que también salía de allí, llevando una bandeja con milanesas y un bol con ensalada.
   Padre e hijo se separaron del abrazo y Mauro dijo que debía irse. Se fue y Junior atacó la comida.
     En los días que siguieron, notaron que la actitud de Mauro hacia Blas había cambiado. Si bien no era relajada, por lo menos el hombre no se acercaba a pelearlo como hacía antes. Tal vez alguna mirada de reojo, pero hasta ahí.
     Una noche, domingo, Blas estaba jugando a la play con Dante, Romeo y Junior. Blas jugaba el último campeonato con Dante y festejaba el tercer gol que le había metido.
—¡Ese es mi novio! —exclamó Junior en ese momento en que Blas había logrado meter otro gol.
—Aaawww —burló Romeo, pellizcándole los cachetes a su hermano menor. Junior empezó a darle manotazos.
—Este campeonato lo gano para vos, bebé —le dijo Blas.
—Azuquita y miel —dijo Dante, a quien le había llegado un mensaje. Tuvieron que cortar unos segundos el juego para que él pudiera leerlo.
     Hacia unos días atrás se había presentado un productor musical en el bar y la banda se había hecho escuchar. Ahora esperaban respuestas. La banda se había reactivado y estaban entusiasmados nuevamente.
   El mensaje era del productor, a pesar de que los chicos lo cargaban con que era Simona. Les decía que, por el momento, no estaba interesado, pero que, igualmente, eran buenos.
—Sigan intentando nos puso después.
—¡Pero no puede ser! —Se quejó Junior—. Voy a tener que empezar a cantar yo.
—¡No! —espetaron Romeo y Dante a la vez.
—Bueno, era una idea… O le puedo hacer mi bailecito… Todos caen con mi bailecito.
     Blas lo miró serio, con las cejas alzadas.
—Bueno, no, era otra idea —expresó Junior, riéndose divertido.
—¿Qué bailecito? —Preguntó Romeo, confundido.
   Blas había mirado a Dante y entonces le dijo:
—Dante, ¿te querés casar conmigo?
   Ya que Junior quería seguir con el juego de los celos…
—¿Qué? —cuestionó Dante, confundido ahora él. 
     La risa de Junior calló de golpe. Ahora Blas le sonreía divertido a Junior, que agarró una almohada del sofá y se la tiró a Blas en la cara.
—Estos chicos se aman, sin duda.
—¿Qué onda con el bailecito? —Preguntó nuevamente Romeo.
—Es un secreto de pareja —respondió Junior—. Es confidencial.
—Bueno, sigamos con el partido, Blas. Estoy listo para ganarte.
—Tres a uno, a ver si me alcanzás —dijo Blas.
—Sí, a ver si lo alcanzás a mi novio.
   Dante miró a Junior ofendido.
—A ver si estás de mi lado en esta —se quejó Dante, agarrando la almohada que Junior le había tirado a Blas antes y tirándosela al menor.
   Blas y Romeo reían.
   Terminó ganando Blas. Junior fue y lo abrazó fuerte cuando el mayor festejaba a saltos. Romeo y Dante les dijeron que se iban, pero antes Dante le tiró una almohada a la espalda de su hermano chiquito.
   Se separaron y vieron cómo los chicos subían la escalera.
—Romeo y Dante ya se cansaron de jugar —dijo Junior, sentándose nuevamente en el sillón—. O se cansaron de perder, no sé —rio.
   Blas se volvió a sentar también, pero estaba serio y no lo miraba.
—¿Qué pasa?
—No sé, pensé que ibas a hacerle tu bailecito al productor —le contestó sin mirarlo.
—No, mi bailecito tiene dueño. Y ese productor no se lo merece.
—Ah, ¿sí? —Blas seguía ofendido en broma—. ¿Y quién es el dueño de tu bailecito sexi a la Junior?
    Junior sonrió.
—El chico que amo.
    En ese momento, Blas lo miró, sonriendo.
—¿Y ese quién es?
   Junior se puso de pie en el sillón  y empezó a menear, sin dejar de mirar a los ojos a Blas.
—Adiviná —le dijo Junior mientras seguía con su movimiento sexi a la Junior, levantándose la remera.
—Te vas a caer… —casi reía Blas.
—No.
—¡Junior, te estaba buscando! —Expresaba entonces la voz de Mauro desde las escaleras.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora