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“¿Realmente esto está pasando?”, pensó Blas, incrédulo. Ni con las otras personas con la que había salido habían llegado a tanto. Ni hablar de las sensaciones que le despertaba.
—Me la estás haciendo difícil, pendejo —dijo Blas, y lo agarró de la cara con ambas manos, lo besó, sacando todas sus ganas contenidas, y luego todo se descontroló.



      Junior se quedó durmiendo en la casa de Blas mientras este se iba a El Dante. Al acostarse, se había quedado unos segundos con los ojos abiertos, pensando en la locura que le había agarrado hacía un rato. Se estaba dejando llevar. Después de tanto echarse para atrás, se estaba soltando con él, y no le estaba resultando nada difícil. Era fácil, y le encantaba  y lo disfrutaba. Estaba disfrutando estar con Blas. Estaba disfrutando de Blas. Era una sensación maravillosa. ¿A Blas le pasaría lo mismo? Sonrió y cerró los ojos. Se durmió en seguida, con una paz que lo invadía.
    No solo se habían bañado, la cosa había ido más allá. Blas había olvidado que tenía que ir a trabajar y se había dejado llevar ahí en la ducha con Junior. Esperaba que Dante no se diera cuenta de su tardanza, por lo que abrió el bar lo más rápido que pudo y se apresuró a barrer, pasar el trapo y bajar las sillas. Cuando había terminado, llegó Dante. Blas resopló de alivio y cansancio, porque había hecho todo a una velocidad que antes no había ni considerado.
—¿Estás agitado? —preguntó Dante, confundido.
—Todo bien.
—Escuchá… ¿Mi hermano fue a tu casa ayer a la noche?
—Sí, sí, tuve una discusión con mi viejo, estaba un poco mal y fue a hacerme compañía.
—Uy, ¿peleaste con tu viejo? ¿Por qué?
     Blas le contó. Luego, suspiró y tocándose la panza, le preguntó:
—¿Te molesta que desayune algo acá?
—¿No desayunaste?
—No, me levanté y me bañé. —Se había puesto rojo y miró para otro lado—. Y vine para acá.
—Ah, entiendo…
—¿Qué?
—No, nada, los detalles… no quiero saber…
—¿Los detalles? —carraspeó Blas—. Bueno, sí, con tu hermano… —Lo dijo con la cara aún ardiendo.
—No, no, no, déjalo ahí. ¿Café? ¿Medialunas?
    Blas rio.
—Sí, perfecto.
  Blas se quedó pensando en todas las veces que Junior le daba besitos en el cuello y en el hombro. Parecía ser la debilidad de Junior esos lugares, y Blas esperaba que lo siguieran siendo porque le gustaba mucho.
     Junior despertó a las once. Se vistió y volvió a enjuagarse la boca con el enjuague bucal. Agarró las camperas y se las puso. Pensó en quedarse o volver a la noche para sorprender a Blas, pero lo descartó para no resultarle pesado.
    Apagó las luces y fue a la puerta de calle. Agarró la llave del perchero.
     Cuando abrió la puerta, encontró al padre de Blas al otro lado. El hombre miró a Junior desconcertado.
—Permiso. ¿Y Blas?
    Martín dio un paso dentro de la casa, pero después ninguno se movió.
—No está —le contestó Junior, serio.
—Tengo que hablar con él.
—¿Para qué? —le espetó el chico, lo que hizo que el padre de Blas lo mirara desconcertado. —Ya sé cómo lo trató ayer. ¿Quiere seguir diciéndole que no vale nada?
—Pará, ¿vos quién sos para decirme todo esto?
—¡Soy el novio! —le soltó Junior. Wow, qué bien sonaba decirlo.
—¿Y creés que eso te da derecho a hablarme así?
—No sé qué derecho tengo, pero Blas es muy importante para mí y no quiero que nadie lo lastime.
   El hombre se lo quedó mirando y Junior le sostuvo la mirada, desafiante. Después resopló.
—Blas también es importante para mí. Quiero pedirle disculpas.
—Espero que sean unas muy buenas disculpas. Está en el bar, trabajando.
—Ah, claro.
      El padre se despidió y subió a su auto mientras Junior cerraba la puerta con llave. “¡Soy el novio!” Una señora iba en dirección contraria acercándose a él, y cuando pasó por al lado, el chico la miró y dijo:
—Soy el novio de Blas, señora cómo se llame. Soy el novio de Blas —repitió. La señora lo miró asustada.
   Agus tocó el timbre en la casa de Junior, quería hablar con él. Las chicas estaban haciendo planes conspirativos para juntarlos a él y a Blas y quería prevenirlo. Había intentado hablar con él por celular, pero lo tenía apagado. Junior la encontró en la puerta.
     Mauro estaba en el living. Había ido para almorzar con los chicos, como habían acordado unos días antes. Se abrió la puerta y entraron Junior y Agus. El hombre se la quedó mirando hasta que logró identificarla.
—¡Hijo! —Mauro se puso de pie mientras se acercaba. —¿Vos sos Agustina, no?
—Sí, hola —saludó Agus cohibida.
—Me dijeron que no dormiste acá. ¿Estabas con ella?
    Mauro le puso la mano en el hombro a Junior.
—Soy el novio de… —Se calló. No, no podía. Agus miraba confusa. ¿Qué había sido esa pregunta?
—¿Ya son novios?
   Agustina abrió la boca para hablar, pero Junior habló antes.
—No somos novios. Es mi amiga. Hola, papá, un gusto verte, nos vamos al cuarto.
    Junior rodeaba a una confundida amiga por los hombros e iban hacia las escaleras de esa manera. Mauro los miraba con una sonrisa.
—¡Ese es mi hijo! —exclamó el hombre con orgullo.
—Te dije que no. Somos amigos nada más.
—Agus ya va a caer, Junior.
—¿Qué? —preguntó Agus, mientras subían.
     Cuando entraron al cuarto de Junior, se habían sacado los abrigos y  los dejaron apoyados en una silla. Junior se sentó en la cama y Agus cerró la puerta del cuarto para luego mirarlo y espetarle:
—¿Me podés decir qué pasó ahí?
     Junior suspiró.
—Cree que estamos juntos.
—¿Qué? ¿Y por qué cree eso? ¿Vos le dijiste, Junior?
    Agus preguntó eso yendo a sentarse al borde de la cama.
   Junior la miraba de pronto algo avergonzado.
—¿Vos sabés cómo se va a sentir Blas si se entera?
—Me escuchaste que le dije que somos amigos.
    Agus suspiró.
—Sí, es verdad.
—Pero es mejor que Mauro no se entere. Por Blas. Mi viejo tiene una manía con él, no quiero saber qué podría hacerle si se entera… Siento que poco a poco estoy sintiéndome preparado para decirle a todos, pero a Mauro no puedo decirle nada.
—Junior, tu viejo lo va a tener que aceptar. Y tus amigos te queremos, tus hermanos, tus tíos, no va a pasar nada.
—¿Vos decís? No todos pueden aceptarlo y eso que es amor. Son gustos. Sea lo que sea, esto no debería ser cosa de aceptación o no.
—Sí, Junior.
—Y con mi viejo es otra cosa. Tengo miedo. No solo por mí, sino también por Blas. Estuve pensando mucho. Y no me saco de la cabeza lo que pueda llegar a hacerle a Blas.
—Pero esto no puede durar toda la vida y no es justo para él.
—Ya sé. Yo también quiero que esto se termine. Tengo muchas ganas de decirle a todos que Blas y yo estamos juntos. Yo lo amo a él. Y el merece estar con un chico que se la juegue por él.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora