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—¿Cómo “y”? Que está cerca de tu hermano, picoteándole la cabeza todo el tiempo.

—Parece que a Junior le gusta que le “picoteé” la cabeza. En fin, ¿a qué venías?

—No me gusta nada ese Blas —solo respondió Mauro—. Y menos que se junte con Junior. Quiero que esté lejos, muy lejos de él.
      

     Junior y Blas iban en el auto del segundo hacia el río. Ambos iban en silencio por el encontronazo que tuvieron con Mauro. Iban en silencio y disgusto. Más por lo que estaría sintiendo el otro que por ellos mismos. Si el otro estaba mal, ellos también. 

     Blas trató de animarse por Junior, para que vea que todo estaba bien y que estaba contento porque hubiera pensado en él y le quisiera levantar el ánimo.

—A ver, pongásmole onda. —Y prendió la radio del auto.

—¿Todo bien? —le preguntó Junior, preocupado.

—Sí, todo bien, ¿y vos?

—¿Seguro?

—Sí.

—Entonces, bien.

       Se sonrieron y Junior después volteó a mirar a la ventanilla, disolviendo la sonrisa e imaginando que se iba lejos, lejos con Blas, lejos de todos.

    Blas buscó donde estacionar y bajaron para caminar cerca del río.

—¿Cómo te sentís hoy? ¿Estás mejor?

       Blas lo miró sonriendo.

—Muy bien. Gracias por hacer esto por mí.

—De nada —Junior no lo miró mucho.   Le sonrió un poco y volvió a mirar adelante. Cuando lo volvió a mirar, dos segundos después, vio que el mayor había cerrado los ojos con una mirada placentera. Junior lo miró sonriendo, aprovechando que Blas no miraba. Hasta que—: Te vas a matar si seguís caminando con los ojos cerrados.

—No, porque estoy confiando en vos. Sé que no me va a pasar nada.

—¿Estás seguro? —Sonreía Junior.

—Muy.

      Junior no dejaba de sonreír y miró la mano de Blas que colgaba a un costado. Las ganas que tenía de entrelazar sus dedos con los de él... Acercó de a poco su mano, pero escuchó y vio gente que pasaba cerca y la retiró rápido, insultando para sus adentros.

     El menor no lo podía dejar de mirar, sentía que su corazón iba a salírsele del pecho. No quería que terminara nunca ese momento. Blas abrió los ojos de golpe y rápidamente Junior miró hacia el frente y cerró los ojos él, como diciendo: “Ahora me toca a mí”. Blas sonrió, se puso detrás de él, lo agarró de los hombros y lo condujo hacia la baranda.

      Junior confió en él y dejó que lo llevara. El viento le daba en la cara.

    Abrió los ojos al notar que se detuvieron y vio donde estaba. Blas estaba al lado de él. Se miraron y después miraron más allá del río, al horizonte, agarrándose de la baranda.

—Acá podés sentirte libre —dijo Junior cerrando los ojos unos segundos.

—Tenés que sentirte libre en cualquier lado, Junior.

—Bueno, eso es un poco difícil.

    Blas lo miró un segundo, pero no insistió.

—Voy a recordar esto por siempre.

—¿Y qué otra cosa?

—¿Qué?

—¿Qué otros momentos tenés guardado en la memoria para siempre?

—Un beso.

—¿Un beso?

—Sí, un beso.

      Blas recordaba el beso que se habían dado en la fiesta de primavera.

—¿Y el tuyo? —preguntó Blas, mirando a Junior. Junior también lo miró y sin dejar de mirarse a los ojos, contestó:

—También. Un beso.

         Se quedaron mirando a los ojos, pero:

—Em… Bueno… Qué lindo día, ¿no? —Junior miró nuevamente hacia delante al preguntar eso.

    Blas se puso serio.

—Sí. —Y volvió a mirar hacia el río.

   Junior lo miró de reojo mientras Blas pensaba: “Nunca va a sentirse libre”.

—Tu viejo sigue con que no quiere que te juntes conmigo porque me gustan los chicos

—No hablemos de él ahora.

—Perdón, mala mía.

—Estamos pasándola bien y además tengo hambre.

—¿Y cuándo no? Busquemos un lugar para almorzar. ¡Vamos!

      Comieron unas hamburguesas por ahí y luego encontraron un lugar de videojuegos al que no se pudieron resistir. Salieron, riendo, como dos horas más tarde.

—Contra vos no se puede jugar. Sos un tramposo —decía Blas

—Dale, no soy un tramposo, vos no sabés perder… —se agrandaba Junior.

—En el tejo lo agarrabas con la mano antes de que se meta…

      Junior lo miró con los ojos bien abiertos y luego empezaron a reírse.
Estaban llegando nuevamente al río para ir desde ahí hasta el auto.     

    Seguían riendo y hablando de las trampas de Junior cuando llegaron.

—No, no, sos un tramposo. No hay discusión.

—Bueno, está bien. —Junior rio un poco más y luego paró—. Che, cúchame… —le pidió a Blas, agarrándolo del brazo para que frenara. Blas paró y lo miró.

—¿Qué?

—Nada, nada, déjalo ahí.

—No, dale, ¿qué pasa?

—Nada, quería saber cómo te sentías. —Ya se lo había preguntado antes, pero quería saber si el chico seguía sintiéndose bien o solo aparentaba.

—¿Si me sirvió lo que hiciste?

—Sí.

—Desde esta mañana cuando me despertaste con el desayuno —sonrió Blas. Junior río un poco nervioso.
Blas no lo dejaba de mirar a los ojos con una sonrisa enorme. —Nunca voy a olvidar esto.

       Blas no pudo resistirse. Estando ahí Junior tan cerca de él, sus ojos y sus labios lo atraían, presionaban, y lo empujaron hacia él. Lo agarró de la cara y le dio en los labios dos besos con ganas. Junior se quedó sin saber qué hacer de la sorpresa, pero esos besos le llenaron el alma.

     Blas se dio cuenta de lo que hacía y se retiró como si Junior quemara.

—No, perdón, la cagué. No, no, acá no pasó nada —dijo, dio media vuelta y empezó nuevamente a caminar hacia el auto. Cerró los ojos con fuerza, queriendo morir por dentro. ¿Qué le había pasado? ¿Por qué hizo eso? Estaba esperando a Junior, no quería que se sintiera presionado, no quería que se sintiera incómodo.

      Junior sintió que la vida se la estaba devolviendo un poco. Corrió hasta Blas y lo detuvo.

—Pará, pará. No la cagaste… No…
 
    En ese momento, sonó el celular de Blas y Junior se calló.

—¿No vas a atender?

—Sí, sí, claro.

      El mayor agarró el celular del bolsillo de sus jeans y atendió.

—Hola, Ailín.

      Junior recordó que existía Ailín en la vida de Blas y quiso saltar la baranda, tirarse al río y ahogarse en las profundidades.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora