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—Y con mi viejo es otra cosa. Tengo miedo. No solo por mí, sino también por Blas. Estuve pensando mucho. Y no me saco de la cabeza lo que pueda llegar a hacerle a Blas.
—Pero esto no puede durar toda la vida y no es justo para él.
—Ya sé. Yo también quiero que esto se termine. Tengo muchas ganas de decirle a todos que Blas y yo estamos juntos. Yo lo amo a él. Y el merece estar con un chico que se la juegue por él.

    Agus lo miraba con una sonrisa y al escucharlo decir eso, largó:
—Aaawww…
—Ay, no, no, no…
—Pero si sos un tierno… Bueno, vas a tener que aclararle a tu papá que no voy a caer rendida a tus pies como cree él y que siempre seremos amigos.
—Sí, es mejor que vaya a hablarle ahora. ¿Te quedás a comer? —Junior dijo eso poniéndose de pie.
—Sí, dale —respondió Agus.
    Junior bajó nuevamente al living y ahí lo vio a Mauro, sentado en el sillón. En ese momento entraba Romeo y saludaba.
—Vení un segundo, que quiero decirte algo a vos también. Viejo, que quede claro que con Agustina no pasa nada, nunca pasó nada y no va a pasar nada.
      Romeo se acercó al sillón, se sentó al lado de Mauro y miró expectante a Junior.
—Me dijiste que salías con ella —espetó Mauro.
—Te mentí. Les mentí. Ese día tenía que ir a ayudar a Blas con algunas cosas de su casa. Sabía que no te iba a gustar y te dije eso.
—¿Pero cómo, Junior? —preguntó el hombre, desconcertado al haber creído lo que su hijo le había dicho, y poniéndose de pie.
—Perdón, pero con Blas no te vas a meter.
—¿Qué te pensás que soy, hijo?
—Yo estoy de novio con alguien, pero no es Agustina.
      Romeo asentía con la cabeza.
—¿Quién es?
    En ese momento, sonó el celular de Junior y se lo sacó del bolsillo. Vio por la pantallita que se trataba de Blas.
—Es Blas. Voy a hablar con él, nos vemos en la comida.
    Junior dio media vuelta y fue a subir la escalera mientras atendía (“Hola, Blas”) y Mauro lo miraba enojado. Se volvió a sentar en el sofá y miró a Romeo, que se había quedado mirando a Junior mientras subía la escalera.
—¿Vos no sabés nada?
     Romeo volteó a mirar a su padre.
—A mí no me metás… ¿Y por qué querés saber? Que Junior puede estar de novio con un árbol  y no pasa anda. Tengo que ir a ver a Lula —dicho eso, se levantó y fue a la escalera.
—¡Pará! ¡¿Qué quisiste decir con eso?!
     Pero Romeo siguió de largo sin hacerle caso.
—Le diste la dirección del bar a mi viejo —decía Blas a Junior, al otro lado de la línea.
—¿Hice mal? Dijo que iba a pedirte disculpas.
—Quería convencerme de que fuera a vivir con él y mamá a Canadá. Las disculpas eran para eso. Dijo que así seríamos una familia, que se arreglarían las cosas.
     Junior se asustó. Sentía que el corazón le había dejado de latir por un segundo largo y ahora latía con una bestialidad inusitada.
—¿Y vos qué pensás? ¿Qué le dijiste?
—Que no, que podíamos ser una familia igual. Sigue pensando que soy un nene.
     Junior suspiró aliviado.
—¿Pero quedó todo bien?
—Sí, sí, bien. Bueno, estaba todo medio tenso. Me dijo que lo piense y se fue… Te llamaba también para decirte que vengas hoy a la noche a casa. Te debo el trago.
—¿Seguro? ¿No tenés sueño? ¿No vas a dormir con la cabeza en el estante?
    Blas rio.
—No, no voy a dormir.
     Junior llegó a la puerta de su cuarto, se apoyó en la pared y sonriendo le contestó al chico de rulos:
—Encantado de ir a tu casa esta noche.
—Me alegro, amor.
    Junior sonrió ampliamente. Le encantaba que lo llamara “amor”.
—Bueno, entonces, a la noche nos vemos.
—Nos vemos. Chau.
—Beso, mi Rulitos.
     Apoyó la cabeza contra la puerta y lágrimas resbalaron hasta su mentón. “No se va. No se va”. Suspiró, pensó en que no se iba a ir, que a la noche iba a la casa de Blas, se sacó las lágrimas y entró al cuarto. Agus lo esperaba todavía sentada en su cama.
—¿Mi Rulitos? —preguntó Agus—. ¿Ves que sos un tierno?
    A la noche, el living de Blas estaba preparado como la noche anterior, el chico no había tocado nada.
     Los tres hermanos estaban comiendo con Diego y Lula en el comedor. Junior comía muy rápido, más que de costumbre.
—Junior, ¿podés esperar un poco? Comé más despacio, por favor —le dijo Diego.
—Me tengo que ir.
—¿Otra vez?
      Lula y Romeo se miraron. Dante pasaba la mirada de Diego a Junior, de Junior a Diego, como si estuvieran jugando al ping pong.
—¡Sí!
—Pero ¿a dónde vas?
   Todos se quedaron mirando a Junior.
—A la casa de Blas.
—Ah, está bien. Me quedo más tranquilo. Pensé que ibas por ahí.
     Las cosas quedaron así hasta la hora de irse. Estaba abriendo la puerta de calle mientras Diego hablaba por celular con Marilina en el sofá. Junior sintió la mirada de su tío en la espalda. Agarró el picaporte, pero no se movió. Diego cortó la llamada.
—Tío, tengo que hablar con vos.
     Diego se levantó del sillón y se acercó a él.
—¿Pasó algo? ¿Me mentiste? ¿No vas a la casa de Blas?
—No, no, voy a la casa de Blas.
—Ah, bueno, por un momento creí que tal vez me habías dicho eso para encubrir.
—No, tío.
—Bueno, son amigos, está bi…
—No, no, no. Blas es mi novio.
    Seguía sonando maravilloso decirlo, pensó Junior. Le sostuvo la mirada a su tío, que no se la apartó.
—¿Qué? —preguntó Junior, un poco intimidado por esa mirada. —Mejor me voy. Chau. —Y dio la vuelta.
—No, no, esperá —dijo Diego, agarrándolo del hombro. El chico volvió a voltearse para mirarlo—. ¿Eso te costaba decir? —le preguntó.
     El corazón de Junior apretaba dentro de su pecho.
—Pero si Blas es un buen chico.
    Junior rio de alivio.
—¿No te molesta?
—¿Por qué me iba a molestar? ¿Sos feliz?
—Muy.
—Perfecto —dijo el tío, dándole palmaditas en el hombro—. Bueno, andá, y ojo, eh.
    Junior le sonrió y salió. Mientras iba a la casa de Blas en taxi, Junior pensaba que no había sido tan difícil como había pensado.  

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora