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Dante los vio jugando y riendo de esa manera y fue la pieza que faltaba para armar el rompecabezas. Unió eso con todo lo que había estado viendo y escuchando sobre Blas y Junior.
Aquella conversación entre Simona y Junior en el bar, Junior hablando con Ailín de Blas, Junior insistiendo en que Blas volviera al bar, Junior defendiendo a Blas, Junior en la casa de Blas temprano a la mañana, Junior desapareciendo a la noche y mintiendo sobre su destino, y la charla que había escuchado entre él y su amigo. Sonrió y volvió a subir la escalera en silencio.

       A la mañana siguiente, Dante no dejó de mirar a Junior mientras este se cambiaba para ir a desayunar, como si Junior fuera a hacer algo que lo dejara en evidencia. El menor no notó la mirada de su hermano y salió de la habitación. Fue entonces el turno de Dante de cambiarse.

       Junior bajó al playroom y espió por la parecita de la escalera, para ver qué estaría haciendo Blas. Estaba despierto, sentado en el sillón, mirando el playroom con una sonrisa, como recordando. Vio la cara de Junior, que se asomaba y lo miraba, y rio.

—¿Qué hacés?

—Ah, no, no te quería molestar —dijo Junior, poniéndose a la vista y terminando de bajar los escalones.
Después, se acercó al brazo del sillón y se sentó ahí. —Te vine a buscar para que desayunes con nosotros.

—No, Junior, no da.

—¿Cómo que no da?

—Estoy ocupando tu casa, eso es suficiente. Voy a desayunar algo en el bar.

—¿”Ocupando tu casa”? Qué exagerado que sos.

—Puede ser —rio Blas—. Pero es verdad, Junior. No puedo estar metido en todos lados.

—¡Dale! Seguís exagerando, chabón.

       De pronto, lentamente y en silencio, Junior se ponía de pie y sin mirar ni una vez a Blas, se puso tras el respaldo del sillón. Blas lo miraba sin entender nada. De forma imprevista, y con una sonrisa pícara, Junior empujó a Blas lo suficiente para que cayera al piso, y lo logró. Se cayó boca abajo.
 
    Blas, todavía en el piso, se puso de costado, mirando al sillón, un poco levantado para ver mejor, miró a Junior, que, en ese momento, saltaba por el respaldo y se acostaba en el sillón.

—¡¿Qué hacés?! —preguntó Blas, sorprendido, pero riéndose.

—Véstite y vení a desayunar con nosotros. Yo te espero.

—Mirá las cosas que hacés, pendejo.

      Junior lo miró sonriendo con picardía, una picardía que ahora se le veía a Blas en los ojos. Él también quería jugar. Agarró a Junior de un brazo y tiró de él. Junior no lo vio venir, y terminó cayendo boca abajo encima de Blas.

—Ouh —soltó Blas por el impacto.

—Ay —soltó Junior.

       Blas pensó que se había olvidado el detalle de que debió correrse antes. Estaban uno encima del otro, pegados cerca. Sus caras ardieron. Pero esa cercanía debió ser demasiado para Junior, que, en seguida, se puso de pie. Estaba muy nervioso, temblaba y su corazón latía con una gran intensidad.  Pero eran unos nervios raros, como esos nervios lindos que te agarraban antes de una cita romántica. Junior se quedó parado a los pies de Blas y sonreía, aunque intentaba no mostrarlo. Blas también sonreía.

—Bu, bu, bueno —tartamudeó Junior. Ambos al mismo tiempo largaron una risita—. Te espero en el living para desayunar.

       Cuando Dante bajó al primer piso, vio a Simona pasando el plumero. Simona. Ella sabía algo. Se acercó a la chica por atrás mientras le pasaba el plumero al sillón y la saludó:

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora