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—¿Podés decirlo de una vez? —Se desesperó Junior.
—Casarnos.
—Nunca había pensado en casarme —dijo el menor.
    
     Junior miraba a la nada, como contemplando la idea.
—¿Ves? No, no, dejá, no dije nada.
     Ambos se quedaron callados.
      Junior nunca había pensado en casarse, pero ahora estaba muy seguro de que quería todo con Blas. No ahora. Pero se imaginaba haciendo de todo con él. Hasta él se sorprendió.
—Vivamos el momento. —Dijo Blas—. Disfrutemos del otro sin estar pensando en lo que puede pasar mañana.
    Se quedó mirando la ventana, la lluvia caía.
—Vinimos a divertirnos, relajarnos, disfrutar… y está lloviendo.
—Pero estamos juntos —dijo Junior—. No importa dónde ni en qué circunstancias, estamos solos y juntos, solo nosotros dos, nadie más.
    Se dieron un piquito y luego decidieron ver una peli de acción y comedia que había descargado Junior en la notebook. Primero, acomodaron y limpiaron todo. Al terminar con eso, fueron al baño, se acomodaron en la cama y empezó el espectáculo. No paraban de reír. Sus corazones llenos de paz y alegría.
   Se quedaron dormidos a mitad de la segunda película. Blas despertó primero, algo adolorido, porque se habían acomodado sentados. La luz de las lámparas encendidas.
     Junior tenía la cabeza torcida y la boca abierta. Blas rio hasta que recordó la notebook, toda torcida también, en el borde de la cama, no se había caído de casualidad. La agarró, la cerró y la dejó en la mesita de luz.
    Se fijó la hora en el celular y vio que eran las ocho y media de la mañana. Se levantó a preparar el desayuno, pero antes despertó a Junior. Le empezó a dar toquecitos en el hombro.
—Te ayudo con el desayuno —dijo Junior con los ojos cerrados y todavía en la posición medio sentada en la que había estado durmiendo. Solo cambió que había enderezado la cabeza. Estaba todo adolorido.
      Blas rio.
—¿Así me querés ayudar?
—Yaaa voooy… —dijo el menor, todo adormilado. Se destapó y salió de la cama.
   Más tarde, hicieron tostadas, se sirvieron jugo, pusieron mermelada en la mesa y se sentaron.
—Mirá qué bien nos salieron esas tostadas… —comentó Blas.
—Nadie va a superar las tostadas a la Blasnior.
     Ambos rieron y empezaron a comer.
     En medio del desayuno, Blas le preguntó a su novio:
—¿Qué vas a hacer de almorzar?
—¿O comemos afuera? —Junior quiso evitar la cuestión.
—Vos vas a cocinar.
—Nooo —protestó Junior, arrugando el entrecejo y haciendo trompita.
—Por eso, ahora, terminamos de desayunar y vamos al super.
     Esperaron diez minutos en la mesa después de desayunar. Blas habló con su papá por celular y Junior prendió el suyo solo para hablar con Diego y sus hermanos. Tenía como diez llamadas perdidas de su padre y cinco mensajes, que decían: “Junior, ¿dónde estás?” “¿Estás solo?” “Tengo que hablar con vos” “¿Estás bien?” “Llámame”.
     Junior resopló con cansancio y se dispuso a hacer las llamadas a sus hermanos y a su tío, como había pensado.
       Después, Blas se puso de pie, agarró su abrigo, que había dejado en el respaldo de la silla  y se lo puso.
—Es hora de ir a comprar.
     Junior lo miraba con la trompita mientras Blas le entregaba su camperón, que el menor agarró y se puso sin ganas.
—¿Por qué no querés cocinar? —preguntó el mayor.
—Porque siempre quemo todo.
—No vas a quemar nada. Yo confío en vos.
    Junior sonrió.
—¡Lo que hago por vos, vamos! —Cambió de actitud Junior mientras se dirigía a la puerta.
—¡Ese es mi bebé! —exclamó Blas, acercándose, y luego le dio un fuerte beso en la mejilla.
      Cuando llegaron al supermercado, Blas agarró un canasto de plástico azul que estaba al lado de la caja.
—Bueno, ¿qué compramos? —quiso saber el chico de rulos.
—Yo ya lo pensé. Spaguetis con una salsa especial a la Junior.
—¿Y cómo es esa? —preguntó el otro al tiempo que empezaba a caminar por un pasillo en busca de fideos.
—Todavía no lo sé —respondió el menor.
—Qué nabo. Pero dale, me gusta la idea.
—Confianza ciega —se sorprendió Junior.
—Es que te amo.
—Hay que estar loco para tenerme una confianza ciega en la cocina.
—Estoy loco por vos —Sonrió Blas. Ambos se detuvieron en medio del pasillo.
—Dale, qué chamuyero.
—Lo digo en serio. Vos me volvés loco de amor.
—Aaaww —Junior de pronto miraba a Blas embobado—. Y vos a mí. ¿Te lo dije alguna vez?
—No… Pensé que ya estabas loco… —bromeó Blas.
   Junior le dio un empujoncito.
—No, no… No estuve loco de amor por nadie más. Solo por vos.
—Te amo —le dijo Blas, de pronto enternecido.
—Te amo —le respondió Junior.
   Se dieron un besito y luego Blas volvió a avanzar entre las góndolas buscando los fideos. Cuando llegaron, se detuvieron y agarró un paquete, que puso en el canasto. Junior agarró otro.
—Ey, ¿por qué tanto?
—¿Y si no alcanza?
—Pero vamos a comer nosotros dos nada más, no todo el país.
—Okay —dijo Junior y dejó el paquete en donde estaba.
   Siguieron avanzado para comprar todo para la salsa y Junior agarró un delantal blanco y un gorro de chef, y lo puso en el canasto. Mientras, Blas lo miraba confundido.
—¿Es necesario eso, Junior?
—La vida es una sola.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora