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-¿Me vas a ayudar o te vas a quedar ahí?

Junior siguió tirando.

-No vas a conseguir nada. Mañana le hablás. Vamos. Es tarde.

Blas abrió los ojos en la oscuridad, sobresaltado. Se puso de pie y se acercó a la ventana, porque se había dado cuenta de que lo había despertado un ruido y quería ver si venía de la calle. Pero no había nadie, salvo un auto yéndose a la distancia, sus luces traseras encendidas y cada vez más pequeño, perdiéndose en la lejanía.

Al llegar a la casa, Junior se puso el pijama sin decir nada, sin querer hablar con nadie, y Dante lo respetó. Luego, fue derecho al playroom y se acostó en el sillón. ¿Por qué Blas se había ido? ¿Por qué no le hablaba? Y sí, estaba asustado. ¿Y si volvía a irse? Este comportamiento de Blas casi le pareció igual al que tuvo antes de que se fuera a Canadá después del beso en la fiesta de primavera: casi en silencio.

Blas estaba sentado en la cama de su viejo cuarto, pensando. Tal vez él no era la persona para Junior. Tal vez Junior lo quería sí, pero no de aquella manera como lo quería él. Tal vez a Junior le pasaban cosas con él, pero solamente era una confusión, como él siempre le decía, y ya se le pasaría. Tal vez Junior nunca se animaría a que estuvieran juntos.

Los dos estaban pensando en el otro. Junior no iría a soportar ni un día más que Blas no le contestara los mensajes ni las llamadas ni soportaría dejar de verlo.

Blas tenía ganas de estar con Junior, pero parecía que Junior no tenía ganas de estar con él. Y estaba bien, no tenía que enojarse con el chico si no sentía cosas por él lo suficientemente fuertes para que mandara todo al diablo y estuvieran juntos. Las lágrimas corrían por su rostro. Sentía que no soportaría ver a Junior todos los días. Sentía que estaba pasando algo similar a lo que había pasado después del beso de primavera. Debía alejarse, alejarse del dolor. No soportaría estar cerca de Junior... Pero tampoco soportaría estar lejos. Blas se tiró a la cama con cierta frustración.

De pronto, a Junior le empezó a sonar el celular. Desesperado, lo sacó del bolsillo y atendió, sin fijarse quién lo llamaba.

-¿¡Blas!? ¡¿Dónde estás?! -preguntó, sentándose en el sillón.

-¿Tanto deseás que fuera Blas quien te llame? -preguntó una voz femenina. Era Ailín.

-Ah, eras vos... -Se desilusionó Junior.

-Ay, bueno, gracias, yo también te quiero -Se hizo la ofendida Ailín.

-No, discúlpame, es que no logro comunicarme con Blas.

-Bueno, justo de él te quiero hablar.

-¿Sí? -Junior estaba de pronto confundido, su ceño de pronto fruncido.

-Solo quiero decirte algo: ¿podés dejar de hacerte el tonto, Junior?

-¿Qué?

-¿Qué sentís por Blas?

-¿Qué es esa pregunta?

-Blas se fue de tu casa, ¿o no?

-¿Cómo sabés? ¿Hablaste con él? ¿Qué te dijo? ¿Sabés lo que le pasa? ¿Hice algo yo?

-Tienen que hablar ustedes.

-Ya sé, mañana voy temprano al bar, cuando abre.

-¿Y por qué no ahora?

-Fui a la casa de los viejos. Me dijeron que estaba durmiendo.

-Lo voy a matar -dijo Ailín.

-¿Por qué?

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora