(79) 2da parte/Capítulo 11

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—Qué desastre —dijo Blas.
—Estamos pegajosos. ¿Te gustó el postre?
—Me encantó. Lo que dicen es cierto.
    Blas aquello último mirando el techo.
—¿Qué? —preguntó Junior.
—Todas las cosas que empiezan con lluvia traen bendiciones.
    Junior y Blas se miraron sonriendo, y como Junior era el que más se podía mover estando en esa posición, se acercó para besarlo. 


        Luego, se separaron y quedaron mirándose con una sonrisa hasta que Blas habló:
—¿Nos bañamos? —Le preguntó al menor. Junior sonrió y se incorporó.
—Sí, vamos.
      Se pusieron pantalones y fueron al baño de la planta baja. La casa silenciosa y a oscuras.
     Junior abrió el agua mientras Blas se sacaba el traje de baño.
      El mayor entró a la ducha primero, al tiempo que Junior se sacaba el jogging. Después, entró con él.  El agua estaba tibia, perfecta. Trataban de encajar los dos bajo la ducha, hacían lo que podían. Y lo que pudo hacer Junior fue acercarse a él y rodearle la cintura con los brazos. Y luego apoyar su cabeza en su hombro. Blas también lo rodeó con los brazos. Luego, lo agarró de los brazos y tiró suavemente de él para alejarlo un poco del hombro y pudieran mirarse.
—¿Te enjabono?
   La mente de Junior pronto había caído en lo que había pasado en el concurso de bandas y en su papá, que parecía no haber querido verlo esa semana. Asintió con la cabeza, lentamente.
    Blas agarró la esponja  y el jabón del estante y luego de ponerle empezó el recorrido por el pecho, el abdomen, las piernas largas…
—Ahora la espalda —dijo cuando terminó de enjabonar sus brazos. Mientras le ponía más jabón a la esponja, esperaba que el chico se diera vuelta. Pero Junior volvió a rodearlo con los brazos y apoyar su cabeza en el hombro del mayor.
     Entonces, se quedaron abrazados mientras Blas le pasaba su mano y esponja enjabonada por la espalda. Junior le daba algún que otro besito en el hombro y en el cuello. No podía dejar de pensar en lo del concurso y su padre.
—¿Cómo estás por lo de ayer? ¿Por lo de esos tipos? No te pregunté.
—Justo estaba pensando en eso. Y en mi viejo. Estoy enojado por lo que pasó en el concurso y triste por lo de mi papá. Ahora mi papá no me habla. Antes me mandaba mensajes más seguido o me llamaba, me pedía para vernos, venía a casa. Ahora nada. El único mensaje que recibí de él dice que tiene muchas cosas que hacer. No lo entiendo.
   De pronto, se había puesto a llorar. Se sacudía en sollozos sobre el hombro de Blas.
—No llorés, no. Te quiero sacar todo el dolor. ¿Cómo hago para sacarte todo el dolor?
—Blas.
—¿Qué?
     Sus voces susurrando. Junior salió del hombro de Blas y lo miró:
—Haceme olvidar de todo —le pidió.
—Sí, amor.
        Se besaron, todavía rodeándose con los brazos. Blas lo volteó y caminó en dirección de la pared para apoyar a Junior ahí. 
—Me gusta que me llames “amor" —declaró Junior—. ¿Sabés qué más me gusta? —Le preguntó mientras el mayor besaba su hombro, apretando las manos, una en la cadera de Junior, y la otra, en el hombro. —Me gusta tu sabor al natural —le dijo eso y empezó a rozar el interior de sus labios por el cuello y hombro de Blas. —Me gusta tu olor. Me gusta todo, todo de vos.
        La mano que Blas tenía en el hombro del mayor bajó desde el pecho de Junior y se quedó ahí, abajo. La otra mano agarraba todavía al chico de las caderas.  Mientras, besaba a junior en la boca, en la nariz, en el cuello, hombros, boca…
—Me gusta lo que estás haciendo, Blas. Esa mano acaricia muy bien.
Rieron.
—¿Blas?
—¿Sí? —Quería saber el mayor qué quería decirle ahora. Su voz amortiguada por la piel blanca del chico, al que estaba besando en el cuello.
—¿A vos qué te gusta, Blas? —preguntó el menor con la voz entrecortada, por la mano que aún seguía acariciándolo.
—Me gusta cuando me llamas Mi Rulitos. Me gusta cuando me das besos en el cuello y en los hombros —Mientras, él le hacía eso al otro. —Me gusta cuando…—Lo miró —… cuando te relames los labios. Me gusta cuando tus ojos me miran así, brillando. Me gustan los hoyuelos que se te forman cuando sonreís… Como en este momento. —Blas se acercó a darle un beso suave y prolongado a cada uno de sus hoyuelos. —Me gustan tus caricias. Me gustás vos.
    Dejó de besarlo y acariciarlo y se separó un poco de él para mirarlo a los ojos.
—Quiero hacerte olvidar todo lo horrible. Decime cómo hacer, Junior.
—Blas…
—Sí, amor, decime.
—Quiero muchos mimitos. Y quiero que seamos uno. Pero primero terminemos de bañarnos.
    Blas terminó de enjabonar a Junior y ahora era el turno del menor de enjabonar a Blas. Pasaba la esponja con una mano y con la otra lo acariciaba.
     Se habían puesto los pantalones solo para no andar desnudos por la casa. Salieron del baño con las manos entrelazadas y fueron así hasta el playroom.
    Junior se soltó del agarre cuando terminaron de bajar la escalera y corrió a agarrar el cartel que él había hecho y colocarlo en uno de los escalones. Después, volvió a donde estaba Blas para agarrarlo de la mano nuevamente y llevarlo hasta el sofá, en el que se sentaron. El menor agarró a Blas de la cara y habló:
—¿Me vas a llenar de mimos?
—Sí, muchos.
    Las manos de Blas bajaron por los hombros de Junior, lento, suave y Junior le soltaba la cara. Las manos recorrieron el costado del torso hasta llegar a la cintura de los pantalones y tiró hacia abajo para sacarle la prenda. Junior ayudó levantándose y el pantalón cayó a sus pies. El menor terminó de quitárselo, sacando de a uno los pies, mientras Blas se sacaba su pantalón.
    Ya desnudos, Blas palmeó sus piernas y Junior se puso encima de él, a horcajadas, las piernas dobladas a los costados de Blas en el sillón. Las frentes juntas.
    Blas se acercó a besarlo en los cachetes, frente, nariz, labios, luego sus labios dejaron  un montoncito de besos en la mejilla izquierda. Junior apoyó ese cachete en la cara de Blas al tiempo que este le daba besos en el cuello y hombro. El menor se dejaba besar, sintiendo a su corazón llenarse de paz.
        Agarró entonces la cara de Junior, de las mejillas, y tiró para que volteara. Se miraron de frente y luego se acercó a darle besitos por toda la cara otra vez. Nariz, frente, mentón, labios. Llegó al otro cachete y también empezó a besarlo por ahí y luego siguió por el cuello mientras Junior se mantenía con la mejilla pegada a la de Blas, dejando que la sensación maravillosa de los labios del mayor  presionando en la piel de su hombro lo envolviera.
  Las manos de Blas recayeron en los muslos del menor y empezó a acariciarlos. Despacito lo agarró de las caderas unos segundos después y lo llevó para que se acostara en el sillón, él encima del chico.
—Gracias —le dijo Junior.
—¿Por qué?
—Por esta noche, Blas. Por cuidarme. Por querer hacerme sentir bien. Por curarme todas las heridas. Y por todos los días que estás conmigo. Nunca te agradecí lo suficiente.
    Blas sonrió embobado, su corazón dando un salto al escuchar eso. Le dio un besito suave en los labios.
—Te amo —le dijo Blas, al tiempo que le empezaba a acariciar la cabeza, todavía mojada. —Vamos a ser uno, amor —le dijo, mirándolo a los ojos y rozando con las yemas de sus dedos la mejilla del menor—. Te voy a sacar todos tus dolores.
    Y así fue. Después de un minuto de cuidados, Blas unía su cuerpo con el de Junior, que tenía las manos agarrando su espalda y la cara enterrada en su hombro, dándole algunos besitos de vez en cuando.
     Abrieron los ojos, ambos desnudos, Blas encima de Junior, incómodos, adoloridos, pero enamorados. Volvieron a ducharse y juntos. Junior había ido a buscar ropa limpia al cuarto y Blas se puso la ropa del día anterior. La mayoría en la casa todavía estaba durmiendo y Blas y Junior trataron de que Javi y Lucre no los vieran entrar y salir del baño juntos.
    Era la una y media de la tarde, ya estaban bañados y vestidos, habían acomodado el playroom y llevado las cosas sucias a la cocina. Ahora estaban sentados y abrazados en el sofá. 
—Podemos comprometernos en el bar, con una fiesta o reunión, los chicos, Diego, nuestros viejos… —empezó a hablar Junior, todo entusiasmado.
   Blas miraba la parte superior de su cabeza mojada, pues la cara del menor estaba enterrada en su pecho. Estaba muy feliz.
—Salvo que pensés que no es muy romántico o íntimo.
—No me interesa. Podemos comprometernos en la cloaca y estará bien para mí. 
—Me imagino eso —empezó a decir Junior, sonriendo divertido—. Los dos de traje, en la penumbra de la alcantarilla, con unas cuantas velas… será maravilloso.
     Ambos rieron.
—Me gusta la idea. Que estén todos. Me gusta no tener que encerrar lo que sentimos, mostrarlo al mundo.
—Hoy mismo llamamos a una reunión para contar nuestros planes. —Sus dedos se entrelazaron. —Bueno, si mi viejo no tiene “cosas que hacer".
—Bueno, mis viejos están en Canadá. Tengo que decirles por teléfono.
—Podríamos esperar a poner la fecha.
—No, digamosle como sea.
   Junior levantó la cabeza de su pecho un segundo para mirarlo: “Bueno", le dijo, “Te amo".
—Te amo.
    Y Junior se incorporó para poder besarlo.
     Más tarde, llamaba a su viejo para pedirle si podía  ir a la casa, que Blas y él querían hablar con todos. No fue sorpresa cuando su padre le dijo: “Hoy no puedo”
—Ah.
—¿Sobre qué es?
—Sobre Blas y yo. Te lo quiero decir, personalmente.
—Podemos vernos nosotros dos solos.
—¿Los dos solos? Pero es algo que tenemos que decir los dos.
   Miró un segundo a Blas y vio que hacía gestos como diciendo: “No pasa nada".
—¿Cómo está todo con el… Blas? —Iba a decir “el pibe".
—Mejor que nunca.
—¿Estás con él ahora?
—Sí.
—¿No pensás que estás mucho con él?
—¿Qué?
    No estaba en alta voz, pero el volumen estaba lo suficientemente alto para que Blas escuchara todo. Arrugó el entrecejo al oír eso.
—Nada, hijo, quiero que estés bien. Cuando nos veamos, hablamos mejor.
—Bueno.
    Junior cortó y tiró el celular al sillón.
—Tranquilo, se van a ver.
—Ya sé. Igual, dame un beso.
    Blas sonrió y le dio un besito en los labios.
—Parece que no quiere que esté con vos.
—Te quiere ver solo a vos, Junior. Cada vez que aparecía estabas conmigo, tal vez necesite estar con su hijo a solas.
—Puede ser. Sos muy sabio.
    Blas rio.
—Ya sé. 
—¡Andá!... Igual quiero más mimos.
    Blas lo agarró de la espalda y lo empujó hacia él para un abrazo.
   Diego, Dante, Romeo, Lula, Simona, Blas y Junior estaban sentados a la mesa del comedor para el almuerzo. A mitad de la comida, Junior agarró un vaso y empezó a darle golpecitos con el tenedor. Todos en la mesa, salvo Blas, que ya estaba atento de antes, voltearon a mirarlo. Dante con la boca llena. Junior empezó entonces a llamar a Javiera y a Lucre mientras seguía dando golpecitos al vaso. Cuando aparecieron las dos mujeres, que se quedaron paradas detrás de Diego, Blas y Junior se pusieron de pie.
—Tenemos que decirles algo: vamos a comprometernos.
—¿Compromiso simbólico? Pero si ya se casaron. —Habló Dante.
—¡De verdad! —contestó Junior.
—¿Qué? ¿qué? ¿qué? ¿QUÉ?
      Todos los miraban en silencio y Junior empezaba a asustarse un poco hasta que se levantaron de sus sillas y se acercaron a felicitarlos y darles un abrazo.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora