(69) 2da. Parte/ Capítulo 1.

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—Solo cuídense… Y avisen —dijo por último, para después alejarse.
—Pero ¿a qué viniste? —le preguntó Junior.
—Ya no me acuerdo —respondió su tío  y entonces los dejó solos otra vez.
    Blas y Junior  se habían mirado y reído nerviosos.
    Desde que había hablado con su padre y él los había aceptado, Junior sentía que era completamente libre.

      Blas estaba solo en su casa, un domingo a la tarde. Por el momento, Dante había decidido cerrar el bar los domingos. Puso la pava para el mate y sonó el timbre.
     Confundido, fue a ver quién era y se encontró con Ailín al otro lado de la puerta.
—Hola —dijo ella.
—Hola, pasá —saludó él.
—Permiso. Quería saber cómo estabas —le dijo ella mientras entraba—. Hace mucho no hablamos.
—Sí, es verdad. Sentate —le ofreció el chico, dirigiéndose a la mesita—. ¿Mate?
—Sí, dale.
    Diez minutos más tarde, estaban los dos sentados a la mesa, tomando mate.
—¡Ey, me enteré que el papá de Junior ya sabe todo! ¡Qué bien!
—Sí —respondió Blas, mirando a la nada. Ailín notó esa expresión extraña.
—¿Qué? ¿No estás contento? —preguntó la chica, confundida.
—Sí, no sé, es raro que Mauro haya aceptado todo.
—¿Pero la relación con vos mejoró?
    Blas suspiró. 
—Sí, y eso es lo raro. No somos los mejores amigos, ni llegamos a amigos, y solo nos hablamos para pedirnos la sal en alguna comida o para saludar. Pero Mauro cambió mucho su actitud.
    De mandar a gente a cargarlo a trompadas y estar ahora como indiferente con él era un cambio enorme.
—Estará haciendo el esfuerzo por Junior —opinó Ailín—. ¿Y Junior cómo está con todo esto?
—Él está feliz. Más libre. Me encanta. Eso es lo único que me importa. Que él esté bien. Que nosotros estemos bien.
—Están muy enamorados.
    Blas sonrió.
—Lo amo —dijo Blas, con ojos brillosos. Luego, suspiró—. ¿Y vos? ¿La facultad? ¿Cómo va eso?
—Bien. Ahora estamos llenos de trabajos prácticos.
—Tu cara.
—¿Qué?
—Pusiste cara de querer matar a alguien.
—Tengo un compañero, Eliseo, que es bastante insoportable.
—Y te gusta.
—¡No, te dije que es insoportable!
—Te encanta.
—¡¿Ahora te vas a hacer el experto en el amor?!
—Yo no dije nada de “amor".
    Ailín largó un gemido de protesta mientras cerraba los puños y miraba asesinamente a Blas, y luego enterraba la cara en la mesa. Blas rio.
—Se van a casar pronto —bromeó divertido el chico. Ailín volvió a soltar un grito de protesta, y Blas volvió a reír.
—¿Y por qué no estás con Junior? —preguntó Ailín, todavía con la cara en la mesa y con la voz estrangulada.
—Estará durmiendo, o tocando la batería, está descansando, no quiero molestarlo.
—Yo lo quiero molestar. —Esta vez levantó la cabeza. Le había quedado la nariz y la mejilla marcada—. ¿Vamos a molestarlo?
     Y fueron a molestarlo. Resultó que Junior estaba durmiendo, pero igual los dejaron pasar. Romeo estaba con Lula en el Shopping y Dante y Simona habían salido juntos también.
—Vamos a despertarlo —dijo Ailín, divertida, corriendo hacia el pie de la escalera. Pero Blas miraba en dirección del playroom y como si no hubiera nadie alrededor, como si no escuchara a la chica llamarlo, Blas fue hacia allí, bajó al lugar y empezó a recordar, mientras se acercaba al sillón y acariciaba el respaldo.
“¿Qué te hacés el canchero acá?”
“No me hago el canchero” Junior dio la vuelta para mirar hacia la caja con las bebidas. “¿Qué llevamos? Cerveza…”, decía mientras revolvía en la caja.
“A vos te gusta la rubia, ¿no?”
Junior dejó las botellas y se dio la vuelta para mirar a Blas.
“¿Quién? ¿La rubia? No, no me gusta la rubia. ¿A vos quién te gusta?”
“Ah, no, no te voy a decir”
“¿Ah, no? ¿No me vas a decir?”
“Igual te digo algo…”
“¿Qué?”
Sos muy pendejo para ella”
        Blas intentó acercarse a las bebidas, pero Junior lo frenó y le obstaculizó el camino.
“Chi, chi, chi… ¿Cómo “muy pendejo para ella”? Yo no soy más el chico de antes, ya crecí, eh”
“Ya me di cuenta”.
        Blas intentó apartarlo para acercarse nuevamente a las bebidas, pero Junior volvía a frenarlo.
“Que te quede claro. ¿Me querés medir, a ver qué tan pendejo soy?”
“¿Me estás desafiando? Salí de acá”
“¿Te querés medir conmigo? Nos medimos, dale”.
“Salí… Salí, ¿qué vamos a medir?”, preguntaba Blas, mientras reía y se caían por el respaldo del sofá, quedó Blas acostado y Junior, encima de él. Junior no dejó que saliera y lo besó.
    El beso en la fiesta de primavera, el veintinueve de septiembre de dos mil diecisiete. Se acercaba la fecha, ya iría a ser un año desde ese momento. Un momento especial, uno que marcó su existencia y cambió su vida para siempre.
     No podía dejar pasar esa fecha, era muy importante para él, a pesar del sufrimiento que había seguido a eso después.  Ese beso fue el primer paso a la aceptación de Junior, al hecho de que Junior estuviera ahora a su lado, con él, juntos.
   Sabía que Dante y Romeo no estaban, y a Diego no lo había visto por ahí tampoco, por lo que sacó su celular y llamó a su amigo.
—Tengo que pedirte un favor —le dijo—… que me prestes el playroom una noche. El veintinueve de septiembre, el sábado que viene, para ser más específico.
     Ailín bajó entonces las escaleras. 
—¿Qué hacés acá? Vamos a despertar a tu amor.
  Blas rio.
—Gracias —le dijo Blas a Dante y luego cortó. Después miró alrededor con una sonrisa de emoción y le contestó a su amiga—. Estaba recordando. Algunos de los mejores momentos que pasé con Junior fueron acá.  La mayoría —Luego, sonrió malvadamente—. Bueno, vamos a molestarlo —dijo de pronto Blas, también divertido y ambos casi que corrieron al cuarto de Junior.
     Abrieron la puerta despacio y se asomaron al interior. Todo en silencio y oscuridad. La única luz provenía del pasillo. 
     Junior estaba plácidamente dormido. En cuero y boxers. La sábana y la frazada enroscadas en sus piernas largas. Blas no podía apartar su vista.
—¡Dale! —le susurró Ailín, pegándole un codazo. Blas salió así de su ensimismamiento.
—Ah, sí.
    Se acercaron y Ailín estaba a punto de gritarle en el oído, tenía una voz muy potente y algo chillona cuando se ponía a gritar, pero los brazos del menor rodearon a Blas de la cintura y lo atrajo hacia sí.
—¡Te atrapé!
    Blas empezó a acariciar la cabeza de su novio y a mirarlo con ternura. Entonces, de repente, el menor agarró la parte de debajo de la remera y buzo de Blas, la levantó  y le dio un beso más abajo del ombligo, cerca de la cintura de sus jeans, un beso prolongado, con dientes que atraparon su piel. Blas se puso rojo.
—Junior, no estamos solos, bebé —dijo el chico de rulos.
    Ailín quería reír. Junior abrió los ojos del todo y su vista recorrió todo lo que pudo. Entonces, vio a la chica y soltó a Blas.
    Ahora Junior estaba rojo también. Rápidamente, se tapó hasta cubrirse los calzoncillos. Con los brazos apoyados en la cama y levantado el torso, pensó que era mejor desviar la situación.
—¿Qué hora es?
     La luz se prendió entonces, fue Ailín, a propósito, con cara divertida, y Junior tuvo que taparse los ojos.
—Las diez de la noche —respondió la chica.
—¡¿Qué?! ¡Me perdí todas las comidas, qué tonto!
—Casi las cinco —dijo Blas.
     Junior resopló y volvió a tirarse en la cama.
—¿Vas a pasarte todo el día ahí? —preguntó Blas.
—No, tengo hambre.
—Te esperamos en la cocina —dijo Ailín, pero después lo pensó mejor—. O los espero en la cocina —se corrigió y salió del cuarto.
     Blas y Junior se miraron en silencio y Blas se acercó a darle un beso en la nariz. Pareció que aquello le había dado energía a Junior, porque se levantó de la cama y fue hacia el baño.
   Salió del baño, se vistió, con Blas esperándolo sentado a la cama con los brazos cruzados y sin sacarle la mirada de encima…
—¿Qué pasa? ¿Te gusto? —bromeó Junior, mientras se abrochaba el pantalón.
—Me encantás.
—Y vos a mí.
    Llegaron a la cocina y estaban Javiera y Lucre preparando papas y milanesa. Ailín les había dicho que Junior iba a comer. Ella esperaba sentada.
—Pensé que iban a tardar más —dijo Ailín, y después les guiñó el ojo, sonriendo.
—Junior quería quedarse ahí. 
—Quería chapar con mi novio. ¿Qué, no puedo chapar con mi novio?
    Blas y Junior se sentaron también, al lado de la chica. El menor saludó a las mujeres y esperó impaciente la comida.
    Mientras que Ailín le contaba que había ido a la casa de Blas primero, se escucharon unas risas, y de pronto, se abría la puerta de la cocina y todos dirigían la mirada hacia allí. Dante y Simona, abrazados y besándose, entraban. Dante abrió un ojo y vio a todos mirándolos. Alejó a Simona y carraspeó.
—¿Qué? —preguntó Simona mirando a Dante, confundida y sonriendo. Dante señaló con la cabeza y ella volteó a mirar. Todos le sonrieron.
—¡Hola!
—¡Hola, amigas! —exclamó Simona y fue a abrazar a Ailín, luego a Javi, a Lucre—. ¡Blaschu! ¡Ju!
   Todos le habían devuelto el abrazo. Junior volteó a mirar a Dante.
—Después nos decís a nosotros —le dijo, sonriendo burlón.
—Ustedes son unos gomas empalagosos —replicó Dante.
—Con Simona sos igual —contraatacaba Junior.
—Ustedes son peores.
—Ustedes son el triple, cuádruple, el quíntuple de peor.
       En ese momento, le sonó el celular a Blas y este atendió después de sacar el aparato del bolsillo de sus jeans. Blas salió de la cocina para hablar y Junior y Dante siguieron peleando por cuál pareja era más empalagosa.
    Cuando regresó, Dante le había robado lugar en el banco y esta vez hablaban de la banda y de un concurso en el que podían anotarse.
—Ju, ¿podemos hablar?
—Ya casi va a estar la comida —les comentó Javiera.
—Solo unos minutos.
—Vamos al playroom —dijo Junior, y salió de la cocina junto con Blas.
   Llegaron al playroom sin abrir la boca, Junior estaba asustado.
—¿Qué pasa?
—Nada, no te asustés, bebé —Blas lo agarró de la cara y apretó.
—¿Entonces? —preguntó como pudo con la trompa que se le formaba, porque Blas le apretaba los cachetes. Le salió una voz rara y Blas rio y lo soltó. Junior no pudo evitar reír tampoco.
—¿Qué dirías si te dijera que mi viejo nos invitó a comer a su casa un día de estos?

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora