55

348 26 16
                                    

Mientras, Blas cerraba los ojos y deseaba que eso no terminara nunca. Una mano de Junior bajó desde el pecho a su abdomen y bajó más…
—Apa —dijo Blas.
     Pero entonces, Junior le mordió el hombro con suavidad, lo soltó y se alejó.
—¡No podés hacerme esto! —protestó Blas, dándose la vuelta para mirar a Junior—. ¡Ahora vas a ver, pendejo!

     Y Blas empezó a “correr”, o eso intentaba, para alcanzarlo. Junior reía mientras se alejaba moviéndose hacia atrás. Ver a Blas mirándolo con esa cara de fiera enojada en juego, como depredador en busca de su presa, hacía que Junior disfrutara mucho más de ese juego.
—¿Qué me vas a hacer? —Junior frenó, dejando que Blas se acercara a él.
—De todo.
—Uh, qué malote —bromeó Junior.
    Entonces, llegó al menor, lo rodeó con los brazos y empezó a darle besos en el cuello, Junior sonreía, hasta que Blas empezó a hacerle cosquillas y comenzó a desarmarse de la risa, retorciéndose y tratando de apartarlo.
—No… Eso… No… Se… Hace —Junior lloraba de la risa en ese punto.
    Blas estaba que se moría de amor viendo a Junior reírse así. Se apartó entonces, ambos quedaron mirándose, agitados, desafiantes.
—Te estoy esperando —le dijo Blas.
    Junior sonrió anchamente y se lanzó hacia el mayor, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó, apretándose contra él, las manos de Blas acariciaban su espalda. Las manos de Junior empezaron a acariciar la espalda de Blas, haciendo la gran Blas y bajando esta vez él hacia su trasero. Le dio dos palmadas en esa zona, lo empujó y se alejó.
    Blas se tapó la cara por ese hecho, de la desesperación.
—¿Qué te pasa, Blas? —preguntó Junior, sonriendo.
—¿Encima me lo preguntás? La venganza será terrible.
—Ah, ¿sí?
—Préparate.
—Uy.
    Blas empezó acercarse, Junior esperaba que lo besara, lo acariciara, o algo de ese estilo, pero cuando estuvieron frente a frente, cerca, Blas empezó a tirarle agua nuevamente. Y Junior no se quedó atrás. Terminaron de lanzarse agua y decidieron salir. Sus manos empezaban a arrugarse ya, y sus labios estaban casi violáceos.
      Cuando salieron del agua, fue Blas primero. Se secó, mientras Junior, en el borde de la piscina, lo contemplaba en la tarea. Luego, el mayor se cubrió con la toalla y Junior hizo pucherito. Cuando Blas se había envuelto con la toalla, miraba a Junior sonriendo. Sabía que lo había estado mirando, y bueno, quiso seguir jugando su juego, y se lo había dejado en claro: la venganza sería terrible. Junior salió entonces de la pileta, casi tiritando. Blas sonrió dulcemente, agarró la toalla de Junior y lo ayudó a secarse. Al terminar, lo envolvió con su bata.
—¿Y vos? —preguntó el menor.
—No me importa.
—¡Cómo no importa! ¡Te vas a morir de frío!
—Tenés los labios violeta —le dijo Blas a Junior, rozando los labios del menor con su pulgar. —¿Merendamos acá o adentro?
—Adentro. Creo que fue la pileta por hoy —dijo Junior.
—Es temprano. Podríamos ir a comprar unos recuerdos antes de ir al teatro —sugirió el mayor mientras avanzaba hacia el interior.
—Me parece bien —le respondió el otro, yendo detrás de él, sin apartar su mirada de la espalda de Blas. Junior resopló.
      Diez minutos después:
—Yo ya sé qué quiero merendar —dijo Junior desde la puerta de la habitación.
     Blas, mientras, todavía desnudo, buscaba en el armario qué ponerse.
—¿Qué? —preguntó Blas, distraído.
—Algo muy rico —contestó Junior.
—¿Qué? —insistió Blas, dejando una remera sobre la cama… y entonces lo vio.
   Junior seguía desnudo, con el delantal y el gorro de chef puestos.
     Blas tragó saliva, mientras lo miraba de arriba abajo.
—¡Ah! ¡¿La vas a seguir?! —Se quejó Blas en broma. Pero con la voz estrangulada.
—Sí, pero esta vez la vamos a terminar —dijo el menor y se acercó de una al chico de rulos, lo agarró de la cara y empezaron a besarse con desesperación.
    Blas le sacó el delantal, a las apuradas, pero le dejó el gorro, apropósito, y entonces lo agarró de la cintura, lo levantó unos centímetros del suelo, lo llevó a la cama con él, lo tiró y Blas se fue encima.
—Estás jugando con fuego. Y te vas a quemar —le dijo Blas, mirándolo a los ojos, sonriendo.
    Junior sonrió mostrando los dientes. Le encantaba esa faceta de Blas.
—Quiero quemarme… Ya estoy ardiendo —le respondió el menor.
     Blas sonrió y bajó a besarlo apasionadamente y luego empezó un recorrido de besos, roce de labios y lengua sobre la piel. Empezó en la boca, bajó por el mentón, cuello, pecho…
—Estoy en el cielo —dijo el menor.
    Blas lo miró un segundo, y con una sonrisa en la cara siguió el recorrido de besos, roce y lengua. Bajó por el abdomen, jugueteó de más en el ombligo y siguió más abajo.
    Antes de salir a comprar, se dieron una ducha rápida. Casi que se quedaban en la habitación, pero debían hacer unas compras, y además, ya habían reservado entradas para el teatro.
—Ya te arruiné la noche.
    Blas y Junior entraban a la casa después del teatro.
—¿Qué digo? Te arruiné el día, la semana, las vacaciones. —seguía hablando Junior, mientras se palpaba el golpe que tenía en la mejilla, casi cerca del ojo.
—Vos no me arruinaste nada, esos pibes.
—Te besé apropósito —aclaró Junior.
—Apropósito o sin querer, esos pibes buscaron roña. A ver cómo tenés.
—Pero ¿vos viste que a ellos los dejé peor, no?
     Blas rio.
—Dejá de hacerte el canchero. Ni los tocaste. Me asusté mucho, Junior. Si a alguien le molesta ver a dos chicos juntos y felices y enamorados, problema de ellos, dejá de provocarlos así.
—¡Pero si te gustó!
—Hasta que vi que se acercaban a vos con ganas de golpearte. —dijo Blas. —Algo que hicieron.
     Blas fue a la cocina y cubrió cubitos de hielo en un repasador. Luego, se lo acercó a Junior, que se había sentado en el sofá.
—Beso —pidió Junior, acercándole la cara al mayor, la parte con el golpe. Blas le dio un besito suave en la mancha rosada e hinchada que tenía. Luego, se puso el repasador con el hielo encima. —Mejor dejo de hacer eso, a ver si te golpeaban a vos también. Aunque, bueno, supongo que ahora deben estar dándose unos besos, les hice un favor.
    Después del salir del teatro, fueron a comer afuera. De camino a la casa, iban de la mano, pasaron dos chicos por al lado de ellos. Al verlos, abrieron los ojos grandes y no le sacaron la mirada ceñuda de encima.
—Ay, sí, es mi novio ¿y qué? —les había gritado Junior. Blas sonrió.
    Los chicos habían frenado y los miraban también. Uno dijo:
—Están en la calle.
—¿Estamos en la calle? Estamos en la  calle, Blas, no me había dado cuenta. Miren esto.
   Junior agarró a Blas de la cara y empezó a besarlo apasionadamente.
     Las caras de los chicos era un poema. Junior se separó de Blas y miró a los amigos.
—Vamos, Junior —le dijo el mayor.
—¿Les gustó? ¿Quieren más? ¿No? Las ganas que se deben de tener ustedes dos que la envidia por ver a una pareja ser libre y feliz les debe corroer las entrañas. Adiós. Besito.
    Y fue cuando se acercaron directo a Junior. Blas estaba riendo, pero calló enseguida cuando vio el movimiento, y que uno le daba una trompada. El otro le estaba por pegar también, pero Blas lo empujó de tal manera que el chico cayó al suelo.
—¡EH! ¡Qué les pasa! Vamos, Junior.
    Junior y Blas se dieron media vuelta y emprendieron nuevamente el camino hacia la casa mientras los dos amigos se los quedaban viendo con ojos de furia.
—¿Vos decís? —rio Blas—. ¿Se están dando unos buenos besos?
—Uy, sí, deben estar pasando la mejor noche de sus vidas.
     Ambos rieron.
—¿Vamos a dormir? —dijo Junior de pronto—. Estoy muy cansado.
—Sí, yo también, pero ponete el hielo un poco más.
    En la mañana, Blas despertó con ganas de abrazar a Junior, que no estaba en la cama. Eso hizo que borrara su sonrisa y abriera los ojos de golpe. Tampoco escuchaba sonido alguno que viniera de la casa. Salió de la cama y recorrió la casa, todo estaba a oscuras. No estaba en el patio, tampoco, en la ducha, ni en la cocina, ni en el living, no estaba.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora