(71) 2da Parte/Capítulo 3.

263 21 11
                                    

Mauro carraspeó fuerte y los chicos lo miraron.
—Me voy —dijo contundente.
—Pero recién llegaste —dijo Junior.
—Me voy, me tengo que ir.
     Y sin más explicaciones, salió de la cocina y dejó a todos mirándose entre sí, confundidos.

      Junior volvió a centrarse en la comida y agarró una papa y le preguntó al chico de rulos: “¿Querés?”, Blas asintió con la cabeza y Junior le acercó la papa a la boca.
—Awww —dijeron Simona y Ailín al mismo tiempo.
   Después de que Junior terminara de comer, los chicos decidieron ir al playroom a jugar al Twister. Se morían de risa con las extrañas e incómodas posturas que tenían que hacer. En la primera ronda, habían quedado Blas y Junior. En una posición en la que se miraban a la cara.
—El que pierde tiene que hacer lo que el otro quiera —dijo Junior de repente, mirando a Blas con una sonrisa divertida.
—¿Ahora lo decís?
—¿Te ibas a negar a jugar si lo decía antes? No me interesaba decirlo antes, no sabía que íbamos a quedar nosotros dos.
—Ah, ¿esto tiene que ver con nosotros?
    Junior lo miró pícaramente y se lamió el labio de abajo. Blas no pudo evitar que los ojos se le fueran hacia allí, y quedaran ahí por un buen rato.
—Siento que esto es muy íntimo, chicos —dijo Simona. Ninguno de los dos le hizo caso. Junior seguía sonriendo, mordiendo y lamiéndose el labio inferior de vez en cuando y los ojos de Blas todavía quietos en dirección de aquellos labios carnosos.
—Yo ya sé qué pedir que hagas —dijo Junior—. Prepárate.
—¿Y quién dijo que ibas a ganar vos? —preguntó Blas, levantando la mirada hacia los ojos oscuros del menor.
     Y entonces Junior cayó.
   Blas se puso de pie, sonriendo victorioso, Junior quedó en el piso lloriqueando un poco.
—¿Y qué querés que haga?
—No sé. Lo tengo que pensar.
    Jugaron otra vez, pero Junior dejó en claro que no habría reto para el último perdedor porque eso nada más servía para él y Blas.
    La última ronda la ganó Dante, luego se quedaron sentados y de repente Junior estaba silencioso, pensando en la actitud de Mauro. ¿A qué había ido a la casa, y por qué esa ganas de irse que le habían agarrado de repente?
     Blas también había pensado en eso, pero él lo tenía más claro. Los aceptaba, pero aún le costaba ver a su hijo todo cariñosito con un chico. Pero no podía decir que no lo estuviera intentando. Al menos ya no se metía con él… Pero ¿eso era bueno o malo? No sabía, pero no quería contarle sus preocupaciones a Junior y preocuparlo a él. 
    Miró a Junior y lo vio pensativo.
—Eh, ¿qué pasa? —le preguntó, acercándose y apoyando su mentón en el hombro. De vez en cuando le daba algún que otro besito por encima de la remera.
—¿No estaba raro mi papá?
—Pregúntale después cuando estés solo —le respondió Blas, dándole otro besito. Aun cuando Junior llevaba puesta una remera, este sentía los labios de Blas, que presionaban. Junior sonrió, volteó la cabeza, lo agarró de la cara con la mano más libre y se acercó a besarlo.
—Ya empezaron otra vez —dijo Dante. Los chicos rieron entre besos.
—¿No tienen ganas de ver una peli? —preguntó Ailín.
     Dante fue a buscar las películas en DVD que tenía,  y los demás se quedaron ahí.
   Blas volvió a inclinarse hacia su novio.
—Quiero saber qué reto habías pensado para mí —le dijo.
—Te lo digo cuando estemos solos —respondió Junior—. ¿Tu reto?
—Mi  idea apenas se está formando en mi mente.
    Junior notó la sonrisa pícara que le estaba dirigiendo… más que picara: DIABÓLICA.
—Mejor no pregunto más —solo dijo el menor.
    Cuando Dante llegó, eligieron una película de terror. Ailín se sentó sola en el sillón y las dos parejas en el sofá. Simona fue a sentarse en las piernas de Dante y Blas sintió que sería una buena idea, por lo que llamó a Junior y palmeó sus propias piernas en una clara invitación. Junior sonrió, y se puso sobre uno de los muslos de su novio, lo rodeó con los brazos y se acurrucó, esperando a que empezara la película.
    Junior le mandó un mensaje a su padre apenas abrió los ojos a la mañana siguiente… Bueno, esperó unos minutos hasta sentirse un poco más despierto y entonces agarró su cel de la mesita de luz y le envió un “¿Todo bien?”. Le llegó el mensaje, pero era muy temprano, tal vez por eso su respuesta le llegó más tarde, cuando ya habían abierto el bar y había algunas personas desayunando ahí.
     “Sí, hijo, todo bien"
      “Ayer te fuiste de casa"
      “No pasa nada. Fui a verlos a ustedes, pero estaban sus amigos, ¿para qué iba a estar ahí?”
      “Ah, era por eso?”
      “Sí”
       “Otro día podemos juntarnos”
       “Claro, hijo"
       Blas recibió una llamada en ese momento y como parecía que las personas no lo necesitaban, atendió sin problemas. Era su papá.  Le explicaba que habían decidido que con su madre irían a Canadá (por unos días) esa semana, que Junior y él fueran a cenar esa noche.
—Salimos a las diez del bar. Necesitamos ir a casa a prepararnos antes de ir, ¿no se va a ser muy tarde? Y tengo que hablar con Junior antes.
—Si no pueden hoy, mañana.
—Hablo con Junior. Cualquier cosa le pregunto a Dante si podemos irnos antes, por suerte tiene dos empleados más. 
   Blas no entendía cómo era que Dante no los había despedido todavía. Era un gran amigo, siempre los dejaba salir temprano o les daba algún día libre.
    El mayor había hablado con Junior sobre la cena, había tardado en contestar, pero, finalmente, había respondido que sí, por lo que habló con Dante y con su padre sobre que irían esa noche.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora