—Tenemos que decirles algo: vamos a comprometernos.
—¿Compromiso simbólico? Pero si ya se casaron. —Habló Dante.
—¡De verdad! —contestó Junior.
—¿Qué? ¿qué? ¿qué? ¿QUÉ?
Todos los miraban en silencio y Junior empezaba a asustarse un poco hasta que se levantaron de sus sillas y se acercaron a felicitarlos y darles un abrazo.
Junior iba a decirle a Mauro lo del compromiso él solo. Blas le había dicho que no había problema, que su papá quería una salida con él nada más, que no quería estar metido en todos lados. Pero el día que Junior y Mauro habían acordado para ir a cenar, Miércoles de esa semana, Mauro esperaba al menor en la puerta mientras Blas y Junior cerraban.
Blas se despedía de Junior con besos mientras un pensamiento se le formaba a Junior en la cabeza. Mauro miraba de aquí para allá, a cualquier lado que no fuera a ellos. Pero, si quería evitarlos, esa no era su noche, porque ambos chicos se acercaban a él, agarrados de la mano.
—Ya que estamos, te lo decimos los dos. Después vamos a comer los dos solos, viejo.
—Hola, Mauro.
—Hola. ¿Todo bien?
—Bien y ¿vos?
—Todo bien.
A Junior le parecía extraño toda esa amabilidad entre ellos, pero a la vez muy lindo todo.
Mauro se los quedó mirando a uno y a otro, sin saber con qué les iban a salir.
Blas estaba serio. Por más que se hubiera instalado un respeto entre ellos, Mauro no era una persona de su agrado.
—Escuchá, Mauro —empezó Blas—, Junior y yo nos vamos a comprometer.
—Con una reunión. Familia y algunos amigos —siguió diciendo Junior.
—¡Ah, mirá! ¡Va en serio esto! ¿Y cuándo va a ser eso? —preguntó Mauro, cruzándose de brazos.
Esa escena no era real, pensaba Junior. Estar hablando con su padre de que iba a comprometerse con un chico y que su padre estuviera tan tranquilo sin saltarles a la yugular. El corazón de ambos chicos retumbaban en su pecho.
—No sé. En uno o dos meses, tenemos que verlo bien —contestó el menor.
Mauro carraspeó.
—Bueno, qué bien —expresó el hombre, rascándose la nuca y después la nariz.
Mauro miraba a uno y a otro y Blas se sintió incómodo ante esa mirada. Miró a Junior y vio que este sonreía, le apretó la mano que aún sostenía, antes de soltarlo.
—Bueno, amor, los dejo —dijo el mayor de pronto y se acercó a darle a Junior un beso en la boca. —Pasenla bien.
—Gracias —dijeron Junior y Mauro, al mismo tiempo.
—Chau, Mi Rulitos.
Mauro no los miraba. Blas entonces se alejó y Junior subió al auto de su papá con una sonrisa.
—¿Te pasa algo? —preguntó Junior a Mauro cuando llegaron al bar donde comerían. Junior lo veía muy silencioso.
Se sentaron a una de las mesas y fue entonces cuando Mauro habló.
—¿Estás seguro eso que vas a hacer con el pibe? ¿Vos estas bien con eso?
—Sí, viejo, Blas no se va a comprometer solo. ¿Por qué me preguntás eso? —quiso saber el chico, de pronto, algo confundido.
—Yo quiero que estés bien. Nada más quería estar seguro que es lo que vos querés. Que él te ama.
—Sí, es lo que yo quiero. ¿Y vos creés que yo estaría con Blas si él no me amara?
—Claro, no.
—Y no. Vamos a comprometernos. A comprometernos —hizo énfasis en “comprometernos"—. Si no me amara, ya lo habría dejado. ¿Creés que lo ato a mí? Es lo que menos quiero, que se sienta atado… A la mínima que pase eso, corto con todo… pero no siento que sea así.
—Bueno, papito, todo bien entonces —Y le dio unas palmaditas en el hombro—. Fijémonos para comer, dale —dijo después Mauro, agarrando una de las cartas que estaban sobre la mesa. Le sonrió a Junior y empezó a leer el menú.
La sonrisa tranquilizó un poco al chico, y sonrió mientras agarraba él también la carta y empezaba a chumear qué había.
2 semanas después…
Junior y Blas ahora hacían el turno de la tarde en el bar. Dante había contratado en forma definitiva a esos chicos que los habían reemplazado cuando se habían ido a Mar del Plata. Ellos se quedaban a la mañana, mientras Renata, Blas y Junior se pasaron al turno de la tarde.
Junior estaba feliz por ese cambio. Tenía tiempo de dormir un poco más y no estaba obligado a levantarse más temprano de lo habitual cuando le tocaba a él ir a abrir el bar.
Mauro trabajaba de repartidor en horario tarde-noche y en los momentos que podía iba a ver a sus hijos. Junior se ponía contento con eso porque ya no “tenía cosas que hacer" y dejó de evitarlo. Había ocasiones en las que se los encontraba cuando llegaban juntos al bar después de pasar la noche en la casa de Blas. Como ese día.
Se saludaron y entraron juntos al bar. Mauro fue a sentarse a una mesa mientras los chicos se preparaban en la barra y dejaban sus cosas. Saludaron a los otros chicos, que se preparaban para irse, y Renata ya estaba preguntándole a Mauro qué quería.
Pidió tostado con jugo, tal vez porque lo encontraba más barato, pero Junior le preparó dos hamburguesas completas y le llevó el pedido él.
—Invito yo. —le dijo Junior, con una sonrisa.
—Gracias, hijo.
Junior se estaba por ir a la barra nuevamente, pero Mauro agarró a Junior de la muñeca y el menor lo miró.
—Después quiero hablar con vos.
—Dale, vos comé tranquilo primero, después hablamos.
Junior siguió con su trabajo. Haciendo bebidas, llevándolas a la mesa, algún almuerzo, algún beso esporádico en la mejilla de Blas, que reía, arrugando la nariz.
Una hora después:
—Acá estoy. ¿Qué querés decirme?
Mauro miró alrededor. Blas estaba concentrado haciendo tragos. Junior lo miraba expectante al otro lado de la mesa, en la que se había sentado.
Mauro volteó hacia Junior otra vez y entonces habló:
—¿No están muy pegados? Blas y vos.
—¿Qué querés decir? —preguntó Junior, de repente, confundido. —¿Estás diciendo que se va a cansar de mí?
—No sé, puede pasar… Y a veces… No, nada.
Junior lo miraba asustado, su corazón latiendo a mil por hora.
—¿Qué? —insistió el chico para que hablara.
—Que a veces lo veo a Blas cuando está con vos. Y se ve como serio, aburrido, no sé. Tal vez no te quiere decir…
—Yo no veo eso —lo interrumpió Junior al notar para dónde iba la conversación. “Tal vez no te quiere decir que no te ama más. Por lástima” — Nos vamos a comprometer —Junior estaba seguro de sus palabras, pero sentía miedo y dolor al pensar que aquello estuviera pasando.
—Por esto te digo esto. Porque te quiero, hijo. A ver si se arrepintió. Tal vez estás a tiempo. Así vos no sufrís y tampoco le cagás la vida al pibe.
—Estás pensando cualquier cosa. ¿Por qué me estás diciendo todo eso?
A Junior se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas y la respiración se hacia más agitada.
—¿Me estás diciendo eso solo por una suposición tuya?
—Uy, sí, disculpá.
—Él me quiere —dijo el chico con seguridad.
—Sí, hijo, claro que sí. Quiero que te quede claro que te lo dije porque no quiero que sufras.
Habían caído unas lágrimas en Junior, pero ya se estaba conteniendo. Miró a Blas, que preparaba un trago y se lo entregaba a un chico, con una sonrisa brillante.
—Voy a volver a trabajar, dejé a Renata y a Blas solos.
—Sí, andá, hijo. Yo me quedo un rato más.
Blas había sido el que le pidió comprometerse. Blas había aceptado el casamiento simbólico. Blas lo cuidaba de todo. Le curaba las heridas. Blas siempre estaba para él. Imposible que no lo amara. ¿Pero se sentía mal por algo y no se había dado cuenta? ¿Qué tipo de novio era que no se daba cuenta de que su pareja estaba mal? ¿Por qué Blas no le decía nada? Tal vez sí lo asfixiaba. Tampoco estaba mal si le daba un poco de respiro. Pero ¿si era otra cosa?
“…serio, aburrido…” No, no, Blas no se aburriría de él, ni de la relación, no, no. Y además, se le venía a la mente: “Te amo, te amo, no te olvides, te amo para siempre, Junior, y que nada ni nadie te haga pensar que no”.
Hablaría con él.
Se acercó de una a Blas, que seguía detrás de la barra, pero esta vez jugando con dos vasos de tequila y una aceituna. Intentaba que la aceituna pasara de un vaso a otro sin tocarla. Estaba muy concentrado…
—Blas.
La aceituna cayó triunfante en el vasito y miró a Junior. La cara seria con la que lo miraba hizo que sus sonrisa resbalara de la cara. Mauro miraba atento desde la mesa.
—Tengo que hablarte de una cosa.
—Sí, decime.
—¿Vos te sentís bien? ¿No te pasa nada?
Blas arrugó el entrecejo.
—No me pasa nada. No sé por qué me estás preguntando si estoy bien. ¿Porque estaba jugando con unos vasos y una aceituna? ¿Me estás queriendo decir que estoy loco? —dijo aquellas preguntas con una sonrisa asomando. Claramente, bromeaba. Junior no pudo evitar largar una risita, pero después se puso serio otra vez.
—Mi viejo te encontró medio raro conmigo últimamente. Serio. Aburrido.
—¿Eso te dijo?
—Me dijo que es lo que le pareció.
“Sí, lo que le pareció”, pensó Blas sarcásticamente para sus adentros.
—¿Pensás que es por vos?
—No sé. Décime vos. No quiero que estés mal. Ni por mi culpa ni por nada.
—Vos no me haces mal, Junior, pero puede ser que tenga razón tu viejo.
—¿Qué?
—Pero no por vos.
Las manos de Blas agarraron la cara del menor después de dejar los vasitos sobre la barra.
—A veces estoy muy cansado, o me pongo a pensar en lo del concurso, en lo que te hicieron y en cómo te sentiste… y otra veces, me siento un poco incómodo cuando tu viejo está cerca.
—Pero ahora es diferente. Y vos me impulsaste a que hablara con él.
—Sí, lo sé. Y me encanta que lo hayas hecho. Tal vez la relación con tu viejo mejore más adelante.
Blas empezó a acariciar sus mejillas moviendo los pulgares de arriba abajo.
—Está bien.
—Te amo —le dijo Blas, mirándolo a los ojos con una sonrisa.
Junior abrió la boca. Blas lo miraba a los ojos. Su voz segura. Le creía.
—Yo también te amo, Blas.
Blas se acercó a darle un besito en la nariz y después lo soltó.
—Bueno, a trabajar —dijo el mayor.
—¿Estabas jugando con unos vasos y una aceituna? Puede ser que sí estés un poco loco —bromeó ahora Junior.
Rieron.
Esa noche Junior no dejó que Blas lo llevara a su casa. Decidió dejarlo tranquilo un poco, tal vez estaba cansado. Por lo menos, Blas esperó a que tomara un taxi, aunque el menor le decía que no hacía falta.
El taxi frenó en la cuadra de enfrente a la casa, en la esquina. Estaba en medio de la calle en dirección a su puerta cuando tres chicos se le acercaron. Uno llegó más rápido a él y lo agarró del abrigo. Le dio un codazo fuerte, que hizo que lo soltara, encontró un hueco entre ellos y corrió. Corrió unas cuantas cuadras al azar y luego volvió a su casa al ver que los había perdido. Cerró rápido la puerta. Respiraba agitadamente, su corazón latiendo de miedo.
Fue a prepararse para dormir, y luego cuando se acostó, avisó a Blas que había llegado bien, para que no se preocupara. Junior tardó bastante en conciliar el sueño.
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Amor en el silencio (Blasnior)
Fanfiction"No vas a ser feliz si no sos completamente libre" Junior y Blas y su historia de amor