(70) 2da parte/Capítulo 2.

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—¿Qué pasa?
—Nada, no te asustés, bebé —Blas lo agarró de la cara y apretó.
—¿Entonces? —preguntó como pudo con la trompa que se le formaba, porque Blas le apretaba los cachetes. Le salió una voz rara y Blas rio y lo soltó. Junior no pudo evitar reír tampoco.
—¿Qué dirías si te dijera que mi viejo nos invitó a comer a su casa un día de estos?


—¿No se iban a Canadá?
    Fueron a sentarse en el sofá para hablar más tranquilos.
—Más adelante… Y bueno, ¿qué decís?
—¿En serio?... No sé.
—¿Por qué?
—¿Y si me conoce? —preguntó con miedo.
—Ya te conoce —respondió Blas, confundido.
—No del todo. A ver si descubre que soy un tonto y no quiere que esté con vos.
—Eso ya lo sabe y te aceptó —bromeó Blas y Junior le dio un empujoncito.
—No estudio. Trabajo en un bar. No sé hacer tostadas sin quemarlas.
—Sos dulce, atento conmigo, divertido, te amo y me amás. Si mi viejo te invitó a comer, es porque te acepta. No es de involucrarse en mis relaciones. Tal vez vio que va en serio.
—¿Pero si piensa que soy una cosa y descubre que soy una distinta?
—Pero vos tenés una relación conmigo, no con él.
—Bueno, sí, ¿y sí me aceptó algo, no?
—Sí, Ju. Y si no te aceptaba ¿qué? ¿Me ibas a dejar?
—¡No! Nunca —contestó el menor mientras agarraba a Blas del cuello de la ropa y tiraba de él hacia sí.
—¿Entonces? Realmente, ¿importa?
—Es tu papá. 
—Yo quiero que esté todo bien, pero si no aceptan nuestra relación, sea quien sea la persona, no  es nuestro problema.
—¿Decís que no me vas a dejar?
—¿Estás loco?
—Bueno, entonces, supongo que está bien —dijo después el menor, acogiéndose de hombros. Blas sonrió y se acercó a besarlo. Los interrumpió el sonido del estómago de Junior. Se rieron en mitad del beso y Junior aprovechó para morderle suavemente el labio inferior a Blas.
     El mayor se alejó y se puso de pie.
—Vamos que tenés que comer —rio Blas.
   Junior agarró la mano de Blas.
—Pero si tengo mi comida acá.
   Blas rio.
—Dale, amor, no quiero que te sientas mal después. Tenés que comer.
     Junior se puso de pie entonces.
—Bueno, pero después como postre.
—¿Y yo no puedo comer? —Preguntaba Blas mientras subían la escalera.
—Pero sí. Soy todo tuyo.
   Rieron.
    Cuando llegaron al living, Junior saltó a la espalda de Blas, que frenó. Entonces se bajó, se puso frente a él, le rodeó el cuello con los brazos y empezaron a besarse mientras se dirigían a la cocina y Blas abría la puerta como podía. Las manos de Junior bajando y acariciando la piel de su abdomen, levantándole la remera. Se escuchó un carraspeo y ambos chicos quedaron congelados y abrieron los ojos al acordarse de que no estaban solos.
     Pero había alguien más en la cocina, alguien que no estaba antes: Mauro, que los miraba fijamente. Los chicos se separaron un poco azorados.
—Son unos caramelos pegajosos —soltó Dante.
—Ah, hola, viejo.
—Hola.
—Hola, Mauro.
—Comida —dijo entonces Junior al ver las papas fritas y milanesa ya esperándolo en un plato, como también una jarra de jugo, y se sentó en un banco.
    Dante le robó entonces una papa frita a su hermano menor.
—¡Ey, no te robes mis papas fritas!
—Decile a tu novio también —dijo Dante, que miraba a Blas, quien estaba todavía parado, al lado de Junior.
    Junior miró y vio que Blas se ponía una papa a la boca, pero la mitad sobresalía. Se levantó en seguida mientras decia: “No te robes mi papa", y luego se acercó y mordió la parte de la papa que sobresalía. Había mordido cerca de sus labios, a propósito, por lo que se rozaron.
    Mauro carraspeó fuerte y los chicos lo miraron.
—Me voy —dijo contundente.
—Pero recién llegaste —dijo Junior.
—Me voy, me tengo que ir.
     Y sin más explicaciones, salió de la cocina y dejó a todos mirándose entre sí, confundidos.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora