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—Vamos, chicas —decía Agus.
—Sí, vayan, chicas —insistía Junior—. Dante y Romeo se quedan.
    Se escucharon pasos, puerta que se abría y cerraba.
—Ahora sí.
—¿Seguro?
—Sí, pendejo… Bueno, ¿empezamos?


    Junior y Blas se miraron y se agarraron fuerte de la mano, entrelazando los dedos. Después, al mismo tiempo, volvieron mirar a Dante pantalla. Esperando.
—Estamos aquí reunidos para celebrar el casamiento de… —empezó a decir Dante.
—Casamiento simbólico —corrigió Junior.
—Estamos aquí reunidos para celebrar el casamiento simbólico de Blas Martín Quevedo Linares y Junior Ricardo Fúnes Guerrico. Están viviendo su amor, libres, y estoy muy orgullosos de ellos.
    Los ojos de Junior y Blas empezaron a llenarse de lágrimas.
—Después de tantas vueltas, idas y venidas y cagadas, aquí están, juntos. Y cada persona que los ve, sobre todo yo, no duda del amor que se tienen.  ¿Van a estar el uno para el otro?
—Sí, claro.
—Por supuesto.
—No esperaba otra respuesta. Pueden ponerse las pulseras.
    Junior suspiró, las lágrimas cayendo, las de Blas también. Cada uno agarró una pulsera. Junior levantó el brazo derecho para que Blas le ponga la pulserita. Todavía tenía puesta la que él le había regalado. Aún cuando estaba desgastada, Junior no se la sacaba por nada del mundo.
—Te amo —le dijo el mayor, cuando terminó de abrocharle.
    Ahora fue el turno de Junior.
—Te amo —le dijo el menor, también cuando terminó de abrocharle.
     Volvieron a mirar a Dante, con Romeo otra vez al lado, ambos sonreían.
—Ya pueden besarse.
—¿Ya?
—Sí, ya.
    Blas y Junior voltearon hasta estar frente a frente, se sonrieron y Blas agarró a Junior de las mejillas y empezaron a besarse, largamente, con dulzura, suave, lento, sin que les fuera la sonrisa.
        Dante y Romeo los miraban sonriendo con felicidad al verlos así.
    Entonces, Blas empezó a darle besitos en el rostro. Empezó por la nariz.
—Te amo.
    Besito en uno de los hoyuelos.
—Te amo.
    Besito en el otro hoyuelo.
—Te amo.
    Las manos de Blas empezaron a desanudar el moño que llevaba puesto Junior. Dante y Romeo vieron que aquello se estaba yendo de las manos y abrieron los ojos grandes. Se miraron y Dante cerró la Notebook.
     El videochat se desconectó.
—Creo que ya empezó el horario de protección al menor —dijo Dante. Romeo y Dante volvieron a mirarse y empezaron a reír.
     Las manos de Blas empezaron a desabrochar la camisa de Junior.
—Te amo.
     Le sacó suavemente la camisa, que cayó al piso y ahí quedó, junto al moño. Después, agarró a Junior del rostro y mirándolo a los ojos, le dijo:
—Te amo, te amo, no te olvides, te amo para siempre, Junior, y que nada ni nadie te haga pensar que no.
—Lo mismo digo, Blas: te amo para siempre y que nada ni nadie te haga pensar que no.
   Blas le acarició suavemente desde los hombros, espalda. Empezaron a ir a la habitación, mirando por dónde iban de vez en cuando. Cuando llegaron a la cama, Junior se acostó y Blas fue encima de él. Blas se sacó lo que llevaba puesto arriba, Junior lo ayudó, mirando su abdomen y pecho con los ojos brillosos, mordiéndose los labios.
     Se ayudaron a sacarse las prendas de abajo. Blas no dejó de hacer un recorrido de besos por la piel del menor, ni de acariciarlo. Hicieron todo con calma y delicadeza. Los minutos fueron pasando, amándose, dejando marcas de ese amor que se tenían en la piel del otro, con besos, caricias, no querían que aquello terminara.
     En un momento, se miraron a los ojos, que brillaban, se sonrieron. Blas todavía encima de Junior.
—Quiero que no te lo olvides.
—¿Lo qué?
—Que te amo. Te amo desde el colegio, te amaba ya en ese beso que me diste en la fiesta de primavera, desde siempre te amé, te amo y te seguiré amando. Y que nada ni nadie…
—Te haga pensar que no —completó Junior, recordando lo que Blas le había dicho unos minutos antes.
—¿Me creés? —le preguntó Blas—. Necesito que me creas.
—Te creo —respondió Junior, sin dudar.
     Blas sonrió y se besaron, reanudando el pacto de amor que habían iniciado.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora