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—Sí, no debimos irnos del bar… —dijo Blas, avergonzado.
—No hablo del bar, hablo de ustedes. Están juntos. Se aman. Disfruten. Los veo felices, animándose a ser quiénes son. No pueden estar sin el otro. Nunca los había visto así de enamorados y felices, con nadie. Pónganse las pilas y déjense de joder… Y no vuelvan a irse del bar, nos dejaron el trabajo a Renata y a mí, había mucha gente… Ahora sí hablo del bar.

—Para compensarte podemos cerrar el bar nosotros —dijo Blas.
—Esa es buena idea. Un mes, abren y cierran ustedes. A ver si así dejan de pelear.
—Nooo —puchereó Junior.
—Yo voy a estar con vos también —le dijo Blas.
—Síiii —se alegró Junior.
     Los chicos volvieron a prepararse con los chalecos, que llevaban puesto bajo los abrigos, y en un momento en el que Blas volvía de dejar unos tragos a unos chicos, le sonó el celular. Era su papá para preguntarle cuándo podía ir a buscar las valijas. Blas le dijo que, si quería, fuera al bar en el horario de cierre, porque tenía las valijas en el auto. Acordaron eso, y después cortaron.
    A la hora del cierre, los chicos repartieron espacio para ordenar y limpiar. Hicieron sorteo para ver quién limpiaba los baños y le tocó a Junior.
—¿Sabés que yo te quiero? —le preguntaba Junior mientras iba con las cosas de la limpieza hacia los baños. Blas rio.
—Salió tu nombre —le recordó Blas.
     Cerraron el bar y vieron al padre de Blas esperando en la puerta.
—Buenas noches, chicos —dijo el papá.
—Hola, papá.
—Hola —dijo Junior—. Emmm… Yo me voy.
    Blas lo miró y le dijo:
—No, yo te voy a llevar a tu casa, Junior.
—No hace falta.
—Dale, no seas tonto. Vamos —les indicó con la cabeza que lo siguieran.
      Blas, Junior y Martín llegaron al auto de Blas y Blas empezó a sacar las valijas.
—Quiero que hablemos, Blas.
     Junior sentía que no tenía que escuchar, por lo que solo se alejó unos pasos, porque ese presentimiento quería decir que tenía que escuchar. Empezó a caminar de la pared al cordón de la vereda, del cordón hasta la pared, como si estuviera aburrido y no tuviera otra cosa mejor que hacer.
—Espero que cambies de opinión sobre lo del viaje.
—Ya lo hablamos —le dijo Blas, serio.
    Junior frenó su caminata y dijo:
—Eso, ya lo hablaron. Que yo sepa como unas cien mil veces. Las que pude contar.
     Martín lo miró un segundo para después volver a mirar a su hijo.
—Vos estás para más, Blas.
     Blas se exasperó un poco.
—¿Otra vez vas a empezar? ¿Otra vez vas a despreciarme?
—No te desprecio. Quiero lo mejor para vos.
—Si fuera así, lo dejaría tranquilo y confiaría más en él. —Junior no podía evitar no quedarse callado.
—Una de las mejores cosas que me pasó en la vida, la ves ahí —dijo Blas, mirando a Junior, quien sonrió apenas, un poco tímido—. Él es lo mejor. —Siguió diciendo mientras volvía a mirar a su padre.
—Blas, la idea no es hacerte las cosas difíciles.
      Junior largó una risa incrédula. Blas apretó los labios para que no se le escapara la risa. Pero después volvió a ponerse serio.
—No me quiero ir. Ya te lo dije.
—Blas es la mejor persona que uno podría conocer, no me saque eso —seguía hablando Junior. —Además, trabaja, tiene una casa, se mantiene solo, es independiente, tiene un novio interesante, ¿qué más quiere? Déjelo que disfrute de la vida como quiere.
    Martín lo miraba como diciendo: “Qué molesto”, pero no estaba enojado. Blas apretaba los dientes para no reír y estaba haciendo un esfuerzo imposible para no lanzarse hacia Junior y comerlo a besos delante de todos en la calle. Tal vez lo habría hecho si no estuviera respetando el tiempo y la incomodidad de Junior. Cuando se encontraron sus miradas, ambos se sonrieron.
—Parecen dos nenes. Pero ya entendí todo —dijo el padre mientras se acercaba a Junior. Blas también se acercó. Ambos chicos no entendían nada. Las cejas se les juntaron y las sonrisas desaparecieron al mismo tiempo de sus respectivas caras.
—Realmente, amás a este chico. Y este chico te ama vos.
—Con todo mi corazón —dijo Junior.
    Blas estaba que quería morirse. Deseaba que Junior se callara porque hacía que tuviera unas ganas tremendas de besarlo y ahí no podía.
    Martín le dio unas suaves palmadas en el hombro a Junior, y Blas y él se sorprendieron.
—No tengo nada más que hacer acá, entonces. Nos hablamos, Blas… Espero que te vaya muy bien en la vida, por eso hago todo esto.
—Me está yendo bien. No te preocupés.
     Martín se fue con las valijas a su auto estacionado más allá y los chicos se subieron al auto de Blas. Antes de que tuvieran tiempo de abrocharse los cinturones, Blas agarró la mano de Junior y entrelazó sus dedos con los de él. Blas se quedó mirando las manos, mientras lo acariciaba con el pulgar.
—No puedo creer que haya pensando que no me querías.
    Dijo eso, y levantó la cabeza para mirar a Junior, que estaba mirándolo a él.
—Sos tonto, eh —imitó Junior a Blas. —Cúchame, Mi Rulitos: yo te amo, yo estoy muy enamorado de vos, me gustás, me encantás, me todo.
—¿Todo?
—Todo.
    Blas rio y luego se acercó a besarlo, sin soltarle la mano y poniendo la mano libre en la mejilla del otro. Fue un beso suave y largo. Al separarse, Junior le dio un besito en la nariz.
     Blas suspiró y se alejó.
—Bueno, vamos.
     Se pusieron los cinturones de seguridad y Blas condujo hasta la casa de Junior. Cuando llegaron a la puerta, el menor se desabrochó el cinturón de seguridad, agradeció a su novio, lo despidió con un beso largo, para recibir una mordida de labio de parte de Blas hacia él, y estaba apunto de salir del auto cuando se detuvo y miró al chico de rulos, quien lo miró confundido.
—¿No extrañás el playroom? —le preguntó Junior a Blas. 
     Bajaron al playroom en silencio, prendieron la luz y empezaron los besos.
—Te amo —dijo Blas, lo ayudó a Junior a sacarse las prendas de arriba y volvió a besarlo.
—Te amo —le contestó Junior, y le dio un nuevo besito. —Yo te amo más.
—No, yo te amo más.
—¿Me queré medir? ¿A ver quién ama más? —preguntó Junior, divertido, y después le empezó a dar más besos mientras Blas iba para atrás y Junior avanzaba.
—¿Qué, me estás desafiando?
—¡Nos medimos, dale! —seguía diciendo Junior.
    Entonces, las piernas de Blas encontraron el brazo del sofá y se fue hacia atrás hasta quedar medio acostado en el sillón con Junior encima de él. Rieron.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora