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—No puedo dejar de mandarte besos —comentó Blas.
—Yo tampoco. Tampoco quiero dejar de escuchar tu voz cuando me manda besos —dijo Junior.
    Blas volvió a reír y a quejarse por el labio.
—Esto es muy difícil. Beso.
—Beso. Bueno, ¿quién va a cortar?
      Junior volteó a mirar a la puerta y vio a Dante apoyado ahí, mirándolo con los brazos cruzados y una sonrisa de costado.

—Está Dante. Corto yo —Se apresuró a decir Junior, todo rojo—. Besos. ¿En qué momento apareciste?
—Pero son azuquita y miel ¿qué onda? —burló Dante.
—Vos no ves a tu amigo como lo veo yo. Decime algo cuando estés de novio con Simona.
—¡Ja, cómo si eso fuera a pasar!
—Si no le decís nada, no sabés.
—Junior, está Romeo metido en todo esto.
—Romeo está con Lula. La quiere a ella. Se nota. Y Simona se va a dar cuenta, y si no va a ser Romeo, lo va a ser otro, así que, si no haces nada, nunca te va a ver cómo querés que te vea. No hagas lo mismo que yo en un tiempo con Blas. Lo dejé ir, Dante. No hagas lo mismo... Y si te hace sentir mejor, hablá primero con Romeo.
    Dante se lo quedó mirando con una sonrisa.
—Estar con Blas te está haciendo muy bien, pendejo.
—Háceme caso.
     Al día siguiente, cerca del mediodía, Mauro estaba en la plaza con Julián. Lo había llamado para encontrarse y conversar mejor.
—Ese pibe sigue ahí. No puede ser que siga trabajando en el bar el caradura —decía Mauro.
—¿Quiere que vaya y le de un nuevo susto?
—No. No hay que ir contra él. Eso no funciona. Tengo que saber quién es el novio.
—¿Y cómo…?
—Hay que espiarlo y seguirlo.
       Pasó el día muy tranquilo. Blas hacía su trabajo, y cuando estaban en el bar, pudo darse cuenta el menor, no lo miraba, no lo tocaba. Eso hacía que lo extrañara aunque estuvieran juntos en el mismo lugar. En un momento, le sonó el celular y vio que Blas le había mandado un mensaje… estando a tres metros de él. Rio un poco.
“¿Querés comer en casa esta noche?”
“No me lo preguntes dos veces” le respondió Junior, mientras sonreía.
“Esta vez yo cocino”
    Junior sonrió y lo miró. Fue en ese momento que Blas recibía la primera llamada de su padre. Junior pudo escuchar que le insistía para que viajara a Canadá. Blas solo le decía: “Después hablamos bien”. Junior suspiró, su corazón haciéndose chiquitito…
      El menor, primero, iba para su casa a prepararse y luego iría a lo de Blas. Cuando cerraron a la noche, la calle vacía y oscura, Dante miró a Blas y a Junior, que estaban uno al lado del otro, mirándolo fijamente. Entonces, dijo:
—Los dejo despedirse. —Se dio la vuelta y se alejó. Junior dio la vuelta para enfrentarse a Blas, lo agarró del cuello del abrigo y lo acercó a sí para besarlo suavemente, saboreando su boca.
     Blas estaba mejor del labio, y aunque un poco le dolía todavía, aquello no impidió también besarlo y saborear los labios y boca de Junior con sus labios, lengua y dientes.
—Nos vemos más tarde —dijo Blas al separarse. Los dos tenían los labios rojos, hinchados y húmedos. Junior todavía no le soltaba la ropa, pero escuchó eso y se apartó.
      Blas se dio media vuelta y fue en dirección de donde estaba estacionado su auto, y Junior se acercó a Dante, que estaba apoyado en la pared y en dirección contraria a la que se había ido el chico de rulos.
      Cuando Junior llegó más tarde a la casa de Blas, el chico ya se había bañado, como él, y estaba en ese momento en plena tarea de cocina. Pidió permiso para ir al baño y Blas siguió con la comida. 
      Mientras Blas preparaba la cena y Junior salía del baño, le sonó el celular al mayor, que atendió. Junior escuchó que, nuevamente, era el papá para insistirle que fuera con ellos a Canadá.
—Ya tengo una vida acá. ¿No querías que no dejara nada por nadie?
     Junior entró a la cocina cuando Blas cortaba con su padre y guardaba el celular en el bolsillo. El chico siguió con lo que estaba haciendo (milanesas y ensalada) y Junior se puso detrás de él. Acercando el rostro al cuello del otro, le dijo:
—Qué olorcito.
—¿Te gusta? —le preguntó Blas.
—Mucho.
—Menos mal, no tenía otra cosa para comer.
      Junior sonrió.
—¿Quién dijo que hablaba de la comida?
      Junior acercó un poco más la cara al cuello del mayor, y oliendo, rozaba su nariz contra su piel.
—Me gusta mucho cuando no te ponés perfume.
      Blas cerró los ojos y volteó para que sus ojos se encontraran con el chico que amaba con todo su corazón.
—¿Sos real? —le preguntó.
—Yo me pregunto eso de vos.
      Minutos más tarde, Junior preparaba la mesa y esperó a que Blas llevara la comida y se sentara también. Agarraron los cubiertos, luego de servirse. Ambos empezaron a comer.
—Mi veredicto es… —dijo Junior al tragar el primer trozo.
     Blas esperaba el “veredicto” mirándolo algo divertido.
—Una exquisitez.
—Ya sabía.
—Ay, ay, ya sabía, ya sabía —burlaba Junior.
     Rieron y siguieron comiendo.
     Luego de que terminaran de comer, fueron a sentarse en el sillón. De pronto, Junior se quedó en silencio pensando en algo y Blas lo notó. Para no notarlo. Si estaban hablando y riendo y de la nada el menor se ponía serio.
—¿Qué pasó? Te quedaste callado —quiso saber Blas.
—Veo que tu viejo te insiste mucho para que vayas a Canadá con ellos.
—Sí, pero es cosa de él —respondió Blas.
      Junior se acomodó mejor en el sillón y lo miró con más intensidad.
—¿En serio?
—Sí. Ya no me voy más.
      Pero Junior no se sacaba de la cabeza las veces que el padre lo llamó para insistirle que viajara. Sabía que Blas estaba con él, ¿no le importaba eso?
—¿No le importa que estés con alguien?
—A mi papá solo le importa la familia.
—Para tener una familia, se tuvo que enamorar. A tu viejo lo que le importa es una familia de bien. Y como yo no estudio y trabajo en el bar…
—Yo igual.
—Debo ser mala influencia.
—Un montón —bromeó Blas.
     Ambos rieron y Junior le dio un golpe en la cabeza con la mano. Blas le dio un beso rápido en los labios.
—¿Creés que con besos vas a tapar lo que dijiste?
—Ah, ¿no?
—¿Con besos solo?
—¡Un montón! —siguió bromeando Blas. Junior sonrió y ambos se acercaron a besarse en un beso más largo que se fue profundizando milisegundo a milisegundo, mientras las manos empezaban a ir por debajo de la remera del otro. Blas empezó a darle un beso en la mejilla, bajando por su cuello, haciendo un recorrido de besos.
—Ahí está mejorando la cosa —dijo Junior. Blas rio sobre la piel de su cuello, donde depositó su boca.
     Al día siguiente, Junior tuvo que ponerse una bufanda. Fue al living donde estaba esperándolo Dante para ir a abrir el bar, y el chico lo miró raro.
—¿Qué hacés con eso? Es mi bufanda esa, Junior.
—No te va a molestar que la use un rato.
—Sí, dame.
—¡Pero pará!
—¡Dame! ¿¡Por qué no me pedís las cosas, Junior!?
   Forcejearon un poco. Dante no se la pudo sacar, pero pudo correrla un poco para darse cuenta de que tenía unas manchitas marrones en la piel del cuello, a los costados, en el medio...
—Ah —expresó Dante. Junior se puso rojo de pies a cabeza al darse cuenta de que había visto las marcas que Blas le había dejado con su boca—. Emmm… ¡Ya entendí, ya entendí! —le dejó la bufanda y abrió la puerta de calle. Junior resopló y se enrolló mejor la bufanda, siguiendo a Dante fuera de la casa.
     Fue cuando abrieron al público que llegaron Blas y Renata. Dante les había dicho que abrirían Junior y él esa vez y no hacía falta que llegaran para eso. Blas quiso ir a hablar con Junior antes de que se llenara el bar, pero parecía que ese día todo el mundo quería desayunar ahí.
        Cuando no soportó más, Blas  todavía quería hablar con Junior, no le importó que hubiera gente.
          Junior estaba apoyado en la barra mirando como Blas preparaba un trago. En realidad, miraba solo a Blas. Blas puso el trago en la bandeja, y al pasar por al lado de él para llevar el pedido, le dijo:
—En quince minutos en el baño si no hay nadie.

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora