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Mientras Junior se iba, el mayor vio que entraba un chico al bar. Lo notaba raro, mirando el lugar con el ceño fruncido. Entonces, el chico se encontró con su mirada, le hizo una seña con la cabeza y Blas se acercó.

—¿Algún problema? —le preguntó al llegar a él.
—Sí, vos —le espetó El Rubio.
—¿Qué? … Te invito a retirarte, por favor. No quiero problemas. —Blas señalaba la puerta con el brazo.
—¿Por qué no te vas vos? Ya sé que jodiste a mi hermano. 
—¿Qué? ¿Qué hermano? —Blas no entendía nada.
     El chico hablaba suave, para que solo escuchara él, luego lo empujó. La gente distraída. Solo algunos se dieron cuenta. Blas lo empujó a su vez, enojado, y empezaron a golpearse. Otros dos chicos se sumaron contra Blas al ver que este había atacado.
     Renata corría hasta Junior, que, después de llevar los tragos, había ido al baño.
—¡Junior! ¡Se están peleando!
—¡Se están matando! ¡Se están dando con todo!
—¡Es Blas!
—¡¿Qué?! —Se sorprendió y asustó Junior—. ¡Ah, no! ¡Con mi novio no!
—¿Novio?
     Junior la miró:
—Eeeh, sí, Blas es mi novio. ¡Blas! —gritó el chico, asustado.
     Entonces, corrió y se lanzó a la batalla… Literalmente. Se subió a una mesa y saltó. Cayó sobre uno que estaba intentando golpear a Blas (esquivaba los golpes como podía). Otro de los chicos fue contra Junior al ver que se había prendido a la espalda de su amigo, lo agarró del pelo y lo tiró para atrás.
—¡Junior! —gritó Blas.
     Se acercó entonces Dante, que había visto todo desde la calle. Había estado hablando con un proveedor. Agarró al que había agarrado a Junior y lo apartó del menor con esfuerzo. Pero, inmediatamente, todos se quedaron quietos. Renata estaba asustada, como también varios clientes, que se fueron.
—¿¡Ey, qué pasa acá!?
—Este tipo está loco —dijo el chico con el que Blas se había peleado en primer lugar. Señalaba a Blas. —Empezó a pegarme.
     Junior intentaba salir del agarre de Blas, para golpear a cualquiera de los tres chicos.
—Me estaba defendiendo —replicó Blas, mientras se tocaba la herida que le habían hecho en la comisura del labio. Le dolía y sangraba un poco. Y mientras agarraba a Junior con la otra mano.
—Fuera —Ordenó Dante a ese chico y a los otros que se habían sumado.
    Los tres chicos se fueron sin chistar.
—¿Están bien? —les preguntó Dante a su hermano menor y a su cuñado.
—Es mejor que yo renuncie —dijo Blas, soltando a Junior. 
—¡¿Qué?! —exclamó Junior.
—Déjate de joder —pidió Dante.
—Es un problema que yo esté acá.
     Miró alrededor.
—No te van a quedar clientes. Desde la pelea de la otra vez que ya no vienen algunos clientes habituales.
—Vos no vas a renunciar —recalcó Dante.
—Pero el problema soy yo. Vienen por mí.
     Junior entrelazó sus dedos con los de él y se miraron. Blas sabía que aquel gesto no duraría mucho y que ya estaría incómodo.
—Y yo voy por ellos —dijo el menor.
     Blas sonrió y lo soltó. Junior lo miró raro.
—Sigamos con el trabajo. Todavía quedan clientes fieles y van a llegar nuevos. Para eso voy hacer un nuevo karaoke. Podemos tocar con la banda, Junior.
—Genial. Ya extrañaba.
     Después miró a Blas.
—¿Y los empleados podemos cantar en el karaoke también? —preguntó luego.
—No te aproveches —respondió Dante. —Pero sí pueden.
     Junior vio que le sangraba el labio a Blas. Lo agarró del hombro y le dijo:
—Vamos al baño que te curo y limpio la boca.
     Entraron al baño, que estaba vacío, y Blas se quedó mirando en el espejo mientras Junior buscaba el botiquín.
—No me dejó peor que tus mordidas.
—¿Qué decís? —Ambos rieron, pero Blas volvió a quejarse de dolor.
—Ah, entonces, ¿nada de mordidas, nada de besos?
—No seas salame. Creo que no voy a poder besarte por un tiempo.
—No me digas eso —sufrió Junior—. Pero creo que yo sí. ¿Te muestro?
—Sí.
     Se puso frente a Blas y empezó a darle pequeños y suaves besitos sobre los labios, lejos de la lastimadura.
—¿Te duele?
—No —respondió Blas, tragando saliva.
—Entonces, los besos te los doy yo.
—Sí, pero yo digo que pruebes un poco más, para estar más seguros si no me duele.
    Junior sonrió y agarrándolo del cuello siguió con los besos suaves, y entonces, el menor le pasó la lengua entre los labios para que el otro abriera la boca un poquito y pudiera hacerse paso. Blas empezó a besarlo también al no resistirse, pero le volvió a doler y se quejó.
—Tranquilo —le dijo Junior, rozándole los labios con los suyos y agarrándole el inferior. Se escuchó, de repente, un golpe fuera y ambos se separaron y miraron hacia allí del susto.
    Cuando Junior volteó a ver nuevamente a Blas, este estaba mirándose otra vez en el espejo, tocándose la lastimadura.
—Bueno, voy a curarte eso.
—¿A vos no te lastimaron? —preguntó Blas mientras Junior preparaba las cosas—. No tenías que meterte, a ver si te lastimaban a vos, Junior.
—¿Querías que dejara que te cargaran a piñas?
—Yo me la banco. No me bancaría que te hicieran algo a vos. Y el problema es conmigo, no con vos.
—Si el problema es con vos, también lo es conmigo. ¿Vos no habrías hecho lo mismo? —inquirió el menor mientras le empezaba  a pasar el algodón con alcohol.
—Obvio que sí.
—Y bueno… ¿Pero estos chabones de dónde salieron?
—No sé.
—¿No tendrán que ver con los que te pegaron la otra vez?
—¿Decís?
—No sé. Tendríamos que hacer la denuncia.
—¿Qué denuncia? No sabemos quiénes son, ni dónde viven. Ya está. Yo creo que tengo que irme de acá. ¡Auh!
—Perdón. Te estoy haciendo despacito. No tenés que irte. Acá vas a estar mejor. Vamos a estar para protegerte.
    Blas trató de sonreír.
—Lindo escuchar eso. Pero ese es el problema. Estás vos, está Dante. No quiero crearles problemas a nadie y que se metan con ustedes. Hoy te metiste en la pelea, y me agarró mucho miedo de que te hicieran algo, Junior.
—Ya se metieron con nosotros. Se metieron con vos, se metieron conmigo. Enténdelo. Ahora cállate y dejá de decir pavadas, que tengo que seguir curándote.
—¿Y cómo te fue en el primer día de trabajo? —preguntó Romeo a la noche, cuando Junior, cansado, entró a la casa. Romeo estaba sentado en el sillón viendo un partido de fútbol, pero se levantó y se acercó a él. —¿Pudiste concentrarte o se te iban los ojos?

Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora